REALEZA
Regresa ‘The Crown’: ¿Qué esperar de la tercera temporada?
Una reina Isabel más madura, Carlos y Camilla solteros y la princesa Margarita en decadencia afrontan problemas familiares en una época turbulenta. ¿Tendrá el éxito arrasador de las anteriores?
Los diez capítulos de la nueva temporada de The Crown cubren la vida de la reina Isabel de Inglaterra entre 1964 y 1977. Y, en ese marco, tiene el telón de fondo de los sucesos que impactaban al Reino Unido: la muerte de Winston Churchill, el temor que generó que un socialista como Harold Wilson se convirtiera en primer ministro, la paranoia de la Guerra Fría y los espías, la conquista espacial y las permanentes huelgas que debilitaron la economía, para terminar con el jubileo de plata de la monarca.
Expertos calculan que la serie tiene una audiencia de 7 millones de televidentes
El periodo ameritaba un relevo de actores para dar paso a personajes más adultos y a una reina madura y asentada en el trono. Netflix hizo una apuesta arriesgada porque los televidentes podían extrañar al reparto inicial, que ya llevaba al aire dos temporadas. Sin embargo, entre los nuevos actores figuran estrellas de la talla de Olivia Colman, como la reina (ganadora del Óscar por La favorita); Helena Bonham Carter (Margarita), y Tobias Menzies (Felipe de Edimburgo). Pero este borrón y cuenta nueva añadió valor a la saga, y la crítica la ha recibido bien. Expertos calculan que la serie, que ha costado más de 150 millones de dólares, tiene una audiencia de 7 millones de televidentes, y hay rumores de que la propia reina no se la pierde.
Foto: Getty. / Para enfatizar el cambio de época, la primera escena de la temporada muestra a la reina (Olivia Colman) analizando las nuevas fotos que irán en los billetes y monedas. “El tiempo pasa, pero aquí estamos... Uno solo tiene que seguir adelante”, dice ante el inevitable paso del tiempo.
Para resaltar el punto de que corren otros tiempos y que el televidente está ante una soberana más estoica, diligente y fría, la temporada arranca con una escena de la reina Isabel mientras analiza las nuevas fotos suyas que irán en los billetes y monedas. “La edad no perdona –dice–, pero no hay nada más que hacer que seguir adelante”.
La actuación de Colman, según las primeras críticas, es fabulosa. En muchas tomas, ella, sola en los grandes salones del palacio de Buckingham, lo dice todo con una mirada. Aunque a veces también habla con su ausencia, como sucedió con la avalancha que sepultó al pueblo de Aberfan el 21 de octubre de 1966 y dejó 144 personas muertas. A pesar de la tragedia, la reina Isabel se negó a ir al lugar de los hechos y envió en su representación al príncipe Felipe, un error que solo resarció ocho días después.
Hablando de Margarita, la cada vez más complicada relación entre ella y la reina promete ser un plato suculento.
Los historiadores han señalado que la monarca guarda ese episodio como su gran arrepentimiento, y el guionista Peter Morgan lo aprovechó para mostrar a una Isabel en crisis existencial. En una escena con el primer ministro Wilson, ella le confiesa que aquellos que la vieron llorar en el remoto pueblo galés estaban equivocados: “Me limpié un ojo seco y por algún milagro la gente no se dio cuenta… Desde hace tiempo sé que hay algo mal en mí”, dice esta soberana, más amarga y menos amable que la anterior. En otra ocasión, en medio de las protestas de trabajadores y mineros, ella manifiesta que “este país todavía era grande cuando subí al trono. Durante mi reinado se ha venido abajo”.
En contraste, al príncipe Felipe parece no pasarle el tiempo. Aunque se le ve más al lado de su esposa y en defensa de la monarquía, todavía habla de “los amigos del club”, lo que deja en claro que no ha abandonado sus malas costumbres. Menzies, que lo interpreta de manera brillante, disfruta de los mejores parlamentos. Prueba su genial humor cuando la reina le dice que la princesa Margarita le pidió audiencia para discutir algo muy importante. “¿Será que se le acabó la ginebra?”, dice Philip con sarcasmo.
Y hablando de Margarita, la cada vez más complicada relación entre ella y la reina promete ser un plato suculento. En esta época de su vida, la hermana menor de la soberana se encuentra en una espiral sin fin hacia el alcoholismo y los escándalos. Todavía casada con Lord Snowdon, tuvo un romance con Roddy Llewellyn, un aficionado a la jardinería 17 años más joven que ella. Ese affaire, que duró ocho años, le costaría el divorcio. Sin ningún papel especial en la realeza, la princesa siente un gran resentimiento hacia su hermana, alimentado por lord Snowdon, quien le dice: “Tú eres una número uno natural, cuya única tragedia fue nacer de número dos”. En una ocasión, antes de separarse de su marido, Margarita le reclama a Isabel que esa corona ha debido ser para ella.
Foto: En la historia de amor entre Carlos (Josh O’Connell) y Camilla (Emerald Fennell) se interponen miembros de la familia a quienes no les interesa que una plebeya de apellido Shand llegue a ser reina de Inglaterra.
En esta temporada los jóvenes príncipes, Ana y Carlos, tienen una presencia mayor, pues ya son adolescentes. Aunque no tiene una trama particular, la aparición de Ana (Erin Doherty) ha encantado. Pero sin duda la cereza del pastel es el arco narrativo de Carlos, el príncipe de Gales (Josh O’Connell), que se ve como un torpe adolescente de 18 años, infeliz y abatido por su papel en la realeza. En su discurso en Gales el joven dice: “Soy más que un símbolo”. Indignada, su madre lo reprende, pues considera esa frase un despliegue de rasgos de la personalidad que no debería mostrar nunca. “Yo tengo una voz”, le dijo Carlos ante el reclamo, pero ella, cruelmente, le responde: “Y nadie quiere oírla”. Lo anterior, además, muestra la falta de empatía que la reina tiene hacia su hijo mayor, que comparte con la reina madre, interpretada por Marion Bailey.
La historia de Carlos toma un rumbo importante a partir de la mitad de la temporada cuando conoce a Camilla Shand (Emerald Fennell), con quien tiene un romance. Cuando el príncipe le cuenta a su tío, lord Mountbatten, que ha encontrado la mujer de su vida, el noble entra en pánico y arma un ardid para separarlos con la ayuda de la reina madre. Mountbatten (Charles Dance, Tywin Lannister en Juego de tronos) lo envió al extranjero en un cargo en la Marina Real para que entrara en razón, mientras que la reina madre confió a Shand a la familia Parker-Bowles.
La historia de Carlos toma un rumbo importante a partir de la mitad de la temporada cuando conoce a Camilla Shand
Ocho meses después circulaban las invitaciones para el matrimonio de Camilla con Andrew Parker-Bowles. Paradójicamente, cuando Carlos le dice a Wallis Simpson, duquesa de Windsor (Geraldine Chaplin), que su familia quiere lo mejor para él, ella le responde: “No, no lo quieren”. Por todo esto, ese Carlos víctima del sistema será el personaje que más empatía despertará en el público. Y posiblemente a Camilla no la verán más como la villana de la historia que acabó el matrimonio de la princesa Diana.
Qué tanto de esta historia es cierta es difícil de determinar. Christopher Wilson, autor del libro A Greater Love –sobre el romance de los hoy duques de Cornualles–, dice que lord Mountbatten fue una especie de mentor para Carlos y no habría interferido en la vida sentimental de su sobrino. Otros señalan que Camilla estaba loca por Parker-Bowles, quien ya era un hombre hecho y derecho y con título de comandante, mientras que Carlos era apenas una obra en progreso, por lo que nunca hubo una real competencia entre ambos.
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Eso lleva a pensar si la serie que ha cautivado a tantos televidentes es una novela, una simple propaganda real o un fiel documental histórico. Si bien mucho de esto es historia, Peter Morgan siempre reserva un pequeño porcentaje para la imaginación. El público verá a una familia real que sufre por las crisis externas y las de sus propios integrantes. Pero ante todo a una familia que se debate entre el deber, sus aspiraciones y sus frustraciones.