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"No recibirás nada": las memorias de la hija de Steve Jobs sobre la tormentosa relación con su padre
Frío, distante y poco hablador. Así describe en un libro de memorias Lisa Brennan-Jobs a su padre, cofundador de Apple, quien inicialmente no quiso reconocerla como su hija.
En la escuela contaba con orgullo que su padre era Steve Jobs. "¿Quién es?", le preguntaban. "Es famoso. Inventó el computador personal. Vive en una mansión y maneja un Porsche descapotable. Compra uno nuevo cada vez que se lo arañan", presumía.
Sin embargo, la relación de Lisa Brennan-Jobs con su padre, cofundador de Apple, parece que fue todo menos idílica. En su libro de memorias Small Fry (que se puede traducir como "niña mocosa" o "insignificante"), Brennan-Jobs describe las complicaciones de crecer con un padre distante y frío, que inicialmente se negó a reconocerla como hija.
Los últimos días de Jobs
El relato de Brennan-Jobs, del que esta semana Vanity Fair publicó un fragmento, aporta pinceladas de su vida con su padre y, sobre todo, de los sentimientos, las ilusiones, los desencuentros y las decepciones que sufrió en su intento de convertirse en su hija adorada.
De sus palabras, se entiende que la relación entre ellos mejoró con el paso de los años, aunque nunca llegó a ser cercana. Brennan-Jobs visitó con frecuencia a su padre en sus últimos años de enfermedad, hasta su muerte el 5 de octubre de 2011 por un cáncer de páncreas.
"Estaba sobre la cama, en pantalones cortos. Tenía las piernas desnudas y delgadas como los brazos, dobladas como si fueran las de un saltamontes", escribe Brennan-Jobs sobre una de sus visitas.
"Antes de despedirme, fui al baño y me rocié con un espray oloroso. Al regresar a su habitación, se estaba levantando. Cuando nos abrazamos, podía sentir sus vértebras y las costillas". La escritora cuenta que cuando se separaron y empezó a caminar para retirarse, Jobs reclamó su atención: "Hueles a wáter", le dijo.
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"El último año lo visité un fin de semana en meses alternos. Me había quitado la idea de una gran reconciliación, esa que ocurre en las películas, pero seguí yendo de todas formas".
Pruebas de ADN
Lisa Brennan-Jobs nació el 17 de mayo de 1978. Sus padres, Steve Jobs y Chrishann Brennan, tenían 23 años. La madre dio a luz en la granja de un amigo en Oregón y Jobs acudió al nacimiento de la bebé, aunque les dijo a todos que no era hija suya.
"Hasta mis 2 años, mi madre complementaba lo que recibía de prestaciones sociales con trabajos de limpieza o de camarera. Mi padre no ayudaba", cuenta Brennan-Jobs.
"En 1980, el fiscal de distrito del condado de San Mateo, California, demandó a mi padre para que pagara una pensión alimenticia. Él negó la paternidad, declaró bajo juramento que era estéril y dio el nombre de otro hombre que, según él, era mi padre".
Las pruebas de ADN determinaron que Jobs sí era el padre de la criatura y el tribunal le ordenó que cubriera los gastos del seguro social además de abonar una pensión mensual de unos US$500.
"El caso concluyó el 8 de diciembre de 1980, con la insistencia de los abogados por cerrar el proceso. Cuatro días después, Apple salió a bolsa y, de un día para otro, mi padre estaba valorado en más de US$200 millones".
Poco generoso
Uno de los episodios más llamativos de la narración tiene que ver con los autos. Al parecer, Brennan-Jobs oyó a su madre contar que Jobs cambiaba de Porsche en cuanto el auto tenía un arañazo o marca.
En una etapa de sus vidas, siendo ella adolescente, Lisa se quedaba a dormir en casa de Jobs un día a la semana mientras su madre iba a la universidad en San Francisco.
"Esas noches cenábamos, estábamos en la piscina, veíamos películas viejas. Durante el camino no hablaba", evoca. Uno de esos días, le preguntó a Jobs si se podía quedar con el Porsche que tenía en ese momento cuando ya no lo necesitara.
"Claro que no", dice que respondió en un tono amargo e hiriente. "Entendí que a lo mejor no era verdad el mito de los arañazos. Para entonces ya sabía que no era generoso con el dinero, la comida o las palabras; la idea de los Porsche parecía una divina excepción", sostiene.
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Lo peor estaba por llegar. Al llegar a la casa, Jobs paró el motor, se giró y exclamó: "No recibirás nada. ¿Entiendes? Nada. ¡No recibirás nada!".
Computador Lisa
Durante el embarazo de Chrisann, Jobs empezó a trabajar en un computador que posteriormente bautizaría como Lisa. Era el precursor del Macintosh, el primer computador comercial con un ratón externo.
"Era demasiado caro, un fracaso comercial", señala Brennan-Jobs. Jobs dio sus primeros pasos en el equipo que trabajaba con el Apple Lisa, pero después empezó a competir desde el equipo Mac.
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Desde pequeña, Brennan-Jobs pensó que su padre le había puesto ese nombre al computador en su honor. Un día se lo preguntó directamente, pero él le dijo que no.
Tiempo después, cuando ella tenía 27 años, Jobs la invitó a un viaje en yate con su familia por el Mediterráneo y un día almorzaron con Bono, el cantante de la banda irlandesa U2.
En esa ocasión, el artista le preguntó a Jobs si el computador Lisa recibía el nombre por su hija. Y ahí, Jobs dijo que sí. Por la amargura que destilan las palabras de Brennan-Jobs, el reconocimiento de su padre le llegó demasiado tarde.