LIBRO
No solo Clinton y Kennedy: los mayores escándalos sexuales en la Casa Blanca
Un nuevo libro explora las aventuras de sábanas que han protagonizado algunos de los presidentes de Estados Unidos, desde Thomas Jefferson hasta Donald Trump. Casi ninguno se salva.
Mucho antes de que Bill Clinton tuviera su affaire con Monica Lewinsky en la oficina oval de la Casa Blanca, el despacho de los presidentes estadounidenses ya había presenciado varios encuentros similares. Es más, según Sex With Presidents (Sexo con presidentes), un libro de la historiadora Eleanor Herman, si esas cuatro paredes hablaran podrían contar muchas aventuras sexuales de los mandatarios de ese país. Justamente el tema que Herman busca dilucidar con documentos oficiales y otras fuentes disponibles.
En su libro hay dos grandes protagonistas: Clinton y John F. Kennedy. El primero por su historia con Lewinsky, una pasante de 22 años que le practicó sexo oral. Esa historia se filtró a la prensa justo cuando una mujer acusaba a Clinton de haber abusado de ella cuando era gobernador de Arkansas. Casi le cuesta el puesto, porque los republicanos adelantaron un fallido proceso de impeachment.
Sobre Clinton, el libro también cuenta que no estaba muy bien dotado, pero que tenía mucha resistencia en la cama. O eso afirmó otra de sus amantes, la cantante Gennifer Flowers: “Pensé que mi cabeza explotaría de placer”.
Kennedy, por su parte, tuvo más de 15 amantes y, según Herman, se acostó con estrellas como Marilyn Monroe, Ava Gardner y Marlene Dietrich, ya entonces de 60 años, a la que llevó a su habitación en la Casa Blanca justo después de un evento oficial. Eso no era extraño: Kennedy tenía una necesidad patológica de sexo y solía meter todo tipo de mujeres a su oficina o a la cama que compartía con Jackie. Incluso llevaba hombres, porque le gustaban los tríos sexuales.
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Con ese comportamiento sufrían, sobre todo, sus empleados, que tenían que pasar varias horas limpiando las evidencias. En especial cuando llevaba rubias, sus favoritas, porque sus cabellos quedaban regados en la cama o en el piso.
Sorprendentemente, a Kennedy lo superó en materia de amantes Warren G. Harding, quien gobernó entre 1921 y 1923, cuando murió de un infarto. Según el libro, “exudaba un magnetismo animal crudo e irresistible” y lo aprovechaba todos los días. Él fue el pionero en meter a sus amantes a la oficina oval. En un par de ocasiones su esposa estuvo a punto de descubrirlo, pero los agentes del servicio secreto siempre le salvaban la vida.
Entre sus conquistas estuvieron una viuda, una amiga de su infancia y la mejor amiga de su esposa, con quien se escribía cartas románticas y eróticas. Incluso, cuando era senador, tuvo sexo con una mujer de 20 años (en esa época era delito acostarse con menores de 21) y casi va a la cárcel.
Lyndon B. Johnson también tenía una libido alta. Tuvo relaciones con cuatro de sus seis secretarias y solía jactarse ante cualquiera que pudiera oírlo sobre el gran tamaño de su órgano sexual. Según el libro, estaba tan obsesionado con superar en todo a su antecesor, el asesinado Kennedy, que se propuso acostarse con más mujeres que él. No lo logró.
Richard Nixon, quien luego protagonizaría el escándalo de Watergate, era vicepresidente en 1958 cuando viajó a Hong Kong y tuvo un romance con Marianna Liu, una vendedora de cocteles del hotel Hilton. Quedó tan prendado que entre 1964 y 1966 viajó al mismo lugar varias veces para reencontrarse con ella.
Ya presidente, en 1969, la llevó a vivir a Estados Unidos y la ubicó en Whittier, California, su ciudad natal. Allí habrían seguido teniendo encuentros sexuales. La primera dama, Pat Nixon, lo sospechó, pero nunca pudo confirmarlo.
En el libro también hay espacio para James Buchanan (1857-1861) el único presidente soltero de Estados Unidos. Las malas lenguas dicen que era gay y que antes de llegar a la Casa Blanca tuvo un romance con William Rufus King, exvicepresidente de Franklin Pierce. “Vivían juntos y asistían a los eventos oficiales. Por eso, en los círculos políticos se les conocía como el señor y la señora Buchanan, o la señorita Nancy y la tía Fancy”, dice el libro.
King, sin embargo, murió en 1853 y no pudo ver a “su amigo” en la oficina oval. En una de las cartas que le escribió a una amiga le decía: “Siento que no es bueno que un hombre esté solo y debería casarme con una solterona que pueda cuidarme cuando esté enfermo y no esperar de mí ningún afecto muy ardiente o romántico”. Nunca lo hizo.
Una historia muy diferente a la de Donald Trump, el actual presidente, quien ha tenido tres matrimonios y cinco hijos. Sus aventuras sexuales son bien conocidas y algunas mujeres lo acusan de acoso sexual. Él, de hecho, apareció en un famoso video diciendo “cuando eres una estrella, ellas te dejan hacerles cualquier cosa, como agarrarlas por el coño”.
Su mayor escándalo, sin embargo, involucra a la actriz porno Stormy Daniels. Ella dice que tuvo relaciones con el presidente en 2006, cuando apenas llevaba un año de casado con Melania, y descalifica su desempeño sexual. El caso saltó a las primeras páginas porque en la campaña presidencial de 2016 el abogado del magnate le pagó 130.000 dólares para callarla y evitar que contara la historia. Pero el diario The Wall Street Journal reveló en 2018 el acuerdo, lo que no solo sacó a luz el affaire, sino que generó dudas sobre una posible violación a las reglas de la campaña.
El asunto de las infidelidades presidenciales no es nuevo. Se remonta a Thomas Jefferson, el tercer mandatario de ese país, quien gobernó entre 1801 y 1809. Jefferson tuvo seis hijos con Sally Hemmings, su esclava de 14 años, que coincidencialmente era medio hermana de su esposa Martha. Sus adversarios políticos la llamaban “la puta negra de Babilonia”.
Jefferson fue tan cruel, que aunque le había prometido a Sally liberar a sus hijos a los 21 años, no lo hizo y terminaron vendidos.
No se puede quedar afuera Franklin Delano Roosevelt, quien gobernó a su país entre 1933 y 1945. Lo reeligieron tres veces, pero murió al comenzar su último mandato. Tenía la apariencia de un hombre bueno e inofensivo, pero engañó a su esposa Eleanor con varias mujeres.
Su amante más conocida fue la propia secretaria de ella, Lucy Mercer Rutherfurd, una chica de 22 años con la que intercambiaba cartas románticas y quien estuvo a su lado en el momento de su muerte. Cuando Eleonor los descubrió, quiso vengarse y terminó metida en una relación lésbica con Lorena Hickok, una periodista de Associated Press (AP). Muerto el presidente, se fueron a vivir juntas. Todo un escándalo para la época.
Entre tanto asunto, sin embargo, algunos sacan la cara. Por ejemplo Barack Obama y Jimmy Carter pasaron en limpio su tiempo de presidentes. Eso demuestra que no siempre el poder es el mayor afrodisiaco.