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| Foto: A.F.P.

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Camilla Parker-Bowles, ¿devoradora de hombres?

Tan inocente y tan poco atractiva como se ve, una nueva biografía revela que en su juventud la hoy duquesa era indisciplinada y adepta a las fiestas nocturnas.

12 de noviembre de 2016

La joven de 17 años había pasado una larga noche de baile y juerga, y se le notaba. Cuando llegó tarde a su puesto de trabajo en la prestigiosa firma de diseño de interiores Colefax And Fowler, donde se de-sempeñaba como practicante, su jefe, Tom Parr, se despachó en gritos y epítetos hirientes. El viejo Parr, de poca paciencia y grito fácil, tomó como una afrenta la manera despreocupada en la que Camilla Shand (hoy Camilla Parker-Bowles, duquesa de Cornualles) asumía su trabajo. La despidió, y esto pareció no perturbarla. Así la definió una de sus amigas de la época: “¿Trabajar de nueve a cinco? Poco le importaba. Los fines de semana, las noches, los caballos, ir de caza, la gente, las fiestas, eso la hacía feliz. Se movía junto a un grupo animado de gente”.

El estreno de la serie The Crown ha dejado a medios y audiencia hambrientos de detalles sobre la vida personal de los integrantes de la familia real. Por morbo o genuino interés, se buscan los hechos y matices de personalidad que los llevaron a ser lo que son. Camilla Parker-Bowles, duquesa de Cornualles, amante del príncipe Carlos y, desde 2005, esposa del heredero de la Corona británica, no clasificó a la serie de televisión, pero no se quedó por fuera del examen. La decoradora de interiores Imogen Taylor, quien la conoció en su juventud, dedicó todo un capítulo de su biografía On The Fringe a explicar cómo se comportaba la hoy duquesa en plena década de los años sesenta, cuando se convertía en una mujer adulta. Cuenta que su cuarto era un templo del desorden, su baño un lugar asqueroso, pero que en general su manera de ser y actuar en público enamoraba a quienes la rodeaban. A este registro se suma el de su biógrafo Christopher Wilson, quien ha escrito largo y tendido sobre el amor prohibido entre Carlos y Camilla, y añade detalles importantes para saber cómo lo conquistó y por qué se acompañan felices en decenas de aburridas visitas oficiales alrededor del mundo.

‘Carpe diem’

Wilson señala en el diario The Daily Mail dónde tuvo lugar su despertar sexual y por qué. Fue una noche de marzo de 1965, en una fiesta en la que los chicos y las chicas de la alta sociedad se reunieron y bebieron. Las lindas atraían miradas, pero Camilla derrochaba su desparpajo y cautivaba con su charla agraciada y picante. Wilson anota que si bien la regla de la época dictaba que las ‘chicas buenas’ decían no al sexo en esos encuentros, Camilla vivió el momento. Wilson señala que perdió su virginidad con Rupert Hambro, hijo de banqueros, con quien sostuvo varios encuentros desde esa noche, pero otros alegan que se entregó primero al atractivo magnate de 19 años Kevin Burke.

Burke, a su vez, comparte anécdotas valiosas sobre Camilla. No le guarda rencor a pesar de que esta terminó el amorío, pero sí recalca su extraña costumbre de regodearse con que su bisabuela, Alice Keppel, hubiera sido amante del rey Eduardo VII. Más allá de ese detalle, que vuelve a aparecer más tarde en la historia, Burke la creyó siempre una mujer “inmensamente divertida, muy popular, y muy atractiva y sexi, a pesar de no ser convencionalmente bella. Nunca se guardaba palabra y jamás se apenaba, y tenía siempre algo entretenido para decir”.

Para bien o para mal, el brigadier Andrew Parker-Bowles entró a la vida de la joven. Los presentó Simon, hermano menor del oficial, que trabajaba con el padre de Camilla en su reputado expendio de vinos Block Grey And Block. Andrew era uno de los grandes partidos de su generación, y por su éxito con las mujeres había cultivado costumbres libertinas. Wilson establece que mientras su amiga Jane (con quien vivió durante años) siguió una ruta tradicional y se casó con lord Charles Spencer Churchill, Camilla y Andrew vivieron un tórrido romance en el apartamento de él en Notting Hill. “Él era un amante reputado y lo demostró pronto, pero también hizo honor a su fama de mujeriego. Tenía una debilidad por mujeres hermosas con títulos como lady Caroline Percy y lady Amabel Lindsay”, añade Wilson.

En efecto, en plena década de amor libre y aventurero digno de los swinging sixties, Andrew y Camilla vivieron como una pareja libre. Aceptaban, al menos de palabra, que el otro tuviera amantes. Camilla jugaba a la descomplicada y también tenía sus opciones. Buscó varias veces los cariños de su antiguo amante Rupert Hambro, pero a Andrew le fluía más esa clase de libertad. Lady Percy, una de sus amantes, sabía que lo compartía con otras mujeres, y dice que Camilla se rehusó a aceptar esa realidad y eso la angustió terriblemente. Cuando coincidieron en un evento, Camilla le reclamó “¿Qué haces con mi novio?”, a lo que Percy respondió “Te lo devuelvo cuando termine”. La escena de telenovela encapsula los años inseguros que Camilla sobrellevó para eventualmente casarse con Parker-Bowles y cumplir su capricho.

Consciente del dolor que le causaba a Camilla, Andrew terminaba y retomaba la relación a voluntad. Pero la vida le dio un giro cuando, en 1969, él y su batallón fueron enviados a Alemania. Muy a su usanza, iba y volvía, y en esos vaivenes cultivó más aventuras. Enamoró perdidamente a la hermana del príncipe Carlos, la princesa Anna. Por varios motivos, entre estos que Andrew era católico, no podían casarse. La relación no tenía cómo prosperar y ese hecho frustró por años a la princesa.

Entre tanto, en 1972 Camilla empezó a frecuentar el campo de polo junto a una amiga. Arreglada a su manera, un poco más desaliñada que el resto de las chicas, vistiendo jeans y no tan bien peinada atrapó a un destacado jugador de polo, el príncipe Carlos. Al presentarse, se dice que ella le mencionó un dato particular: “Mi bisabuela y tu tatarabuelo fueron amantes, ¿qué te parece?”

El latigazo fue inmediato, pero Carlos estaba condenado a vivir algo parecido a lo que sufrió su hermana. No se podía casar con su gran amor porque a Camilla no tenía suficiente linaje y, además, se le atribuían muchos amantes en una época en la que era esencial que fuera virgen. Los tiempos han cambiado, nadie preguntó si Kate Middleton lo era, pero en los años setenta fue suficiente para llevarlo a ocultar a quién amaba por décadas. Un año después de conocerla, en 1973, empezaron un romance oculto de casi 25 años, muchos de estos mientras ella estaba casada con Parker-Bowles, y tuvo dos hijos con él, y él estaba casado con Diana Spencer y tuvo sus propios hijos.

La historia y los hechos conspiraron para que, en 2005, con aprobación incluso de la reina Isabel II, uniera su destino con esa mujer desorganizada y magnética que amó –casi– a primera vista.