DEPORTES
Pelé cumple 80 años: así fue el día en el que se coronó como rey del fútbol
El mejor momento de ‘O Rei’, que hoy llega a las ocho décadas, ocurrió en el Mundial de México 70, considerado por los expertos el mejor campeonato de la historia del fútbol. Un recuento de cómo el líder de ese equipo se consolidó como el futbolista más grande de la historia.
En deportes hay algo en lo cual todo el mundo está de acuerdo: Pelé es el mejor jugador de la historia del fútbol. Ese es un privilegio al que llegan pocos. Lo tienen Muhammad Ali en boxeo, Michael Jordan en baloncesto y Babe Ruth en béisbol. Él está en esa categoría. Y no es por falta de rivales; están Alfredo Di Stéfano, Diego Maradona, Lionel Messi, Cristiano Ronaldo y otros. Pero todos, con la excepción tal vez de Maradona, reconocieron a Pelé como el número uno.
En la Copa Mundo de México 70, considerada por los entendidos la mejor de la historia del fútbol, Pelé llegó en el momento cumbre de su carrera. Toda una hazaña, porque para ese entonces ya era el rey, pero tenía 30 años, lo cual en ese deporte es casi como ser un veterano.
La carrera de Pelé antes de México 70
Su carrera había comenzado 16 años antes, cuando apenas era un niño, en las divisiones inferiores del Baquinho, un equipo local. El visionario exfutbolista Waldemar de Brito lo detectó y logró meterlo en el Santos, uno de los equipos más conocidos de Brasil. Edson Arantes do Nascimento, su nombre de pila, tenía apenas 14 años, pero se destacó tanto que dos años después llegó a la selección que fue al Mundial de 1958 en Suecia.
Ese equipo era considerado el mejor en la historia de Brasil hasta que llegó el de 1970. Los apodos de esas estrellas pasaron a la leyenda: Didí, Vavá, Garrincha, Nilton Santos y Dida. El jovencito Pelé comenzó como suplente, pero entró en el tercer partido, contra la Unión Soviética, y desde el primer minuto descrestó al mundo. En los siguientes juegos, contra Gales y Francia, anotó cuatro goles.
Lo más leído
En la gran final de ese torneo, contra Suecia (país anfitrión), la estrella del Santos siguió con su racha ganadora y metió dos de las cinco anotaciones que le dieron el primer título mundial a Brasil. El adolescente explotó en llanto. Sus compañeros de equipo, sus ídolos, cinco o diez años mayores que él, lo alzaron en hombros y dieron la vuelta olímpica así. Un reconocimiento mundial.
Para el Campeonato del Mundo de 1962, en Chile, la gran expectativa era la llegada de Pelé, de 20 años, ya consolidado como el rey del fútbol. Sin embargo, sus rivales lo marcaron con tal agresividad que lo lesionaron en el partido con Checoslovaquia y no pudo volver a jugar. Aun así, por cuenta de Garrincha y Amarildo, Brasil ganó su segunda copa mundial.
En el Mundial de 1966, la expectativa había crecido aún más. Su ausencia cuatro años antes y sus milagrosas hazañas en el Santos no habían hecho sino acrecentar su leyenda. Pero ahí vino una desilusión: cuando todo el mundo daba por hecho que Brasil iba a volver a ganar, Inglaterra se llevó la copa. Después de un desempeño aceptable, pero no espectacular, de Pelé, los cariocas cayeron eliminados por Portugal y ni siquiera llegaron a la segunda ronda.
Todo eso hizo pensar al mundo que O Rei había llegado a su pico y, como se dice ahora, su curva había comenzado a aplanarse.
La consagración de Pelé en México 70
Esa percepción hizo que el torneo de 1970, en México, fuera el mejor en la historia de Pelé, de la selección de Brasil y del fútbol en general. Los jugadores de ese equipo, a diferencia de los de 1958, eran casi todos menores que él, pero sus nombres, no muy conocidos hasta ese momento, quedaron grabados en los anales del fútbol: Jairzinho, Rivelino, Tostão, Carlos Alberto, Gerson y otros. El director técnico, Mario Zagallo, coincidencialmente había jugado en el equipo que ganó el mundial en Suecia.
Desde el primer momento quedó claro que no era un rey emérito y que Pelé, a sus 30, había pasado de artillero a constructor. En todos los partidos se destacó y en ese mundial tuvo las jugadas más famosas de su carrera. Paradójicamente, ninguna de estas terminó en gol. Contra Checoslovaquia disparó desde pocos metros antes de la media cancha y por unos centímetros ese cañonazo no entró en la red. Contra Inglaterra, el mítico portero Gordon Banks le atajo un certero cabezazo que iba directo al gol.
Más famoso aún fue el engaño que improvisó en el partido contra Uruguay: Pelé recibió un pase cruzado mientras avanzaba hacia la portería, y en vez de tocar la pelota, la dejó pasar. El portero, el legendario Ladislao Mazurkiewicz, creyendo que donde estaba el jugador estaba el balón, cayó en el engaño. Pelé le hizo un ocho, giró a la derecha, alcanzó el balón y con una media vuelta muy forzada disparó sobre el arco vacío. Pero, rebelde, la pelota se desvió por unos centímetros.
El momento apoteósico llegó en la final contra Italia. Ambos países habían ganado dos mundiales y el que venciera en ese partido se llevaba para su casa la copa Jules Rimet, la máxima distinción en el fútbol hasta ese momento, destinada en definitiva para el primer país que ganara tres torneos. De hecho, luego de ese mundial, la FIFA cambió el trofeo por el actual.
Los satélites de comunicación sofisticados, recién puestos en funcionamiento, permitieron que el planeta entero se paralizara para ver por televisión ese partido. Primero anotó Pelé de cabezazo. Rivelino, quien había recibido un saque de banda, centró con la pierna derecha hacia el infinito y O Rei, en un salto sostenido digno de Michael Jordan, hizo que la bola entrara en la red. A pesar del entusiasmo, a los pocos minutos Italia empató con un gol de Boninsegna.
El empate creó un suspenso universal en las calles de todas las ciudades, tan vacías como las de estos días por cuenta del coronavirus. Pero eso acabó a los 66 del segundo tiempo, cuando un cañonazo a media distancia de Gerson le dio la ventaja a Brasil. Fue el único gol del partido en el que Pelé no fue protagonista.
En el tercero sí que lo hizo: en el minuto 71, Gerson pateó una bola de lejos que llegó a la cabeza del 10. Este, en lugar de buscar el gol, se la tocó suavemente a Jairzinho, quien con solo empujarla puso el 3 a 1. Vale la pena registrar que este jugador (Jairzinho), cuyo nombre no está entre los más grandes de la historia del fútbol, ha sido el único que hizo gol en todos los partidos de un mismo mundial.
Pero el momento cumbre llegó 15 minutos después, cuando faltaban cuatro para el final. Pelé estaba a unos 20 metros de la portería. Jairzinho le hizo un pase y él lo recibió quieto. Sin inmutarse y sin girar la cabeza para buscar a un compañero, lanzó la bola, como en cámara lenta, en diagonal hacia la derecha, a lo que parecía en ese instante una zona desierta. Pareció como si tuviera los ojos en la nuca, porque detrás venía Carlos Alberto, corriendo como un caballo desbocado, y el balón le quedó perfecto para un derechazo que selló el 4-1 final.
Nunca antes ni después un individuo había llegado a la cima de su carrera en el fútbol de manera tan contundente. Pelé había pasado de rey de un deporte a rey del mundo. Y esos cuatro goles aún son los más vistos en YouTube después de ‘la mano de Dios’ y del milagro desde media cancha de Maradona contra Inglaterra en el mundial de 1986.
Después de eso, Pelé acabó contratado por el Cosmos de Nueva York, que le pagó cinco millones de dólares, una cifra sin antecedentes en ese momento. De allí en adelante llenaba los estadios no con sus goles, sino con su nombre. Gradualmente fue decayendo y se retiró en 1977, a los 36 años.
Hoy cumple 80 años y los celebra aislado y encerrado, con una salud precaria y en silla de ruedas. Lo consuela haber cumplido el pronóstico que una pitonisa le hizo a su mamá cuando estaba recién nacido. Según ha dicho en varias entrevistas, la adivina, sorprendida, dijo en ese momento “hay algo que no entiendo, este niño va a ser un rey”. Esa corona apareció con más claridad que nunca en junio de 1970, hace precisamente 50 años.
* Una versión de este artículo fue publicada en junio de 2020 para conmemorar los 50 años de México 70. La actualizamos a propósito de los 80 años de Pelé.