Entrevista
“Perdí papeles por subir de peso”: Roberto Cano, actor que participa en MasterChef Celebrity, se confiesa en SEMANA
El actor cuenta en entrevista qué ingrediente no soporta en la cocina, de quién aprendió la buena sazón y cómo conquistó a su nuevo amor.
Mucho antes de que le llegara la propuesta para participar en la nueva edición de MasterChef Celebrity, Roberto Cano tenía claro que quería medírsele al reto. Es que, desde niño, el actor aprendió a amar la cocina, de la mano de su madre y sus abuelas.
Así lo recordó, en diálogo con SEMANA, en donde el actor bogotano de 51 años reveló su relación con la comida y cómo esta llegó incluso a cerrarle algunas puertas en la televisión.
SEMANA: ¿Cómo era su relación con la cocina antes de llegar a MasterChef?
Roberto Cano: Para mí la cocina siempre ha sido un placer. Heredé ese amor de mi mamá y de mi abuela, que era repostera. Las dos fueron grandes cocineras.
SEMANA: ¿Ellas le enseñaron cocinar o aprendió por su cuenta?
R.C.: Aprendí, en parte, de estar parado junto a mi mamá mientras ella cocinaba. Yo veía qué le echaba. O que si le ponía crema de leche a una carne, cambiaba del cielo a la tierra. O que si a una receta le adicionas un poco de mantequilla queda más rica. Y mi mamá también era muy de experimentar, de “pongámosle esto a ver qué pasa”. Cuando vivíamos en Ecuador, se organizó una comida en la casa con los jefes de mi papá. Pero fue algo de sorpresa. Lo interesante del asunto es que mi mamá se inventó un arroz con curry, ciruelas, un poco de todo de lo que había y salió tan bien, que se volvió un plato muy famoso en la familia.
SEMANA: ¿A qué sabe la infancia de Roberto Cano?
R.C.: A muchas cosas deliciosas porque durante mi infancia pasé mucho tiempo en casa de mi abuela y esa casa tenía olores particulares como a café y a guayaba dulce. Ella se la pasaba haciendo postres y tortas. Era una casa que olía muy rico, todos esos olores mezclados terminaban siendo como aromaterapia.
SEMANA: ¿Entonces MasterChef cayó como anillo al dedo para usted?
R.C.: Venía con ganas de participar desde hacía rato. Había hablado con mi mánager: si me llamaban, dijera que sí. Es un reality que no es una cloaca de malas vibras. Y particularmente este parche está delicioso: no hay estrellas, no hay egos. Estamos en las mismas condiciones. He trabajado con gran parte de ellos. A Vicky (Berrío) no la conocía y ha sido un descubrimiento maravilloso. Y con Cate Ibargüen, ¡soy muy fan de ella! Eso ha hecho que sea más amable levantarse todos los días a las cinco de la mañana para grabar.
SEMANA: ¿Qué ingrediente no soporta en la cocina?
R.C.: Odio la cebolla y más si está cruda. Vine a picar mi primera cebolla a los 51 años, en el programa. Y la he venido usando a lo largo de los capítulos y hasta me ha tocado probarla. Pero sigue sin gustarme. Sin embargo, ya por lo menos sé a qué sabe. También soy bajito de sal. Cuando cocino para mí, la uso poco, en los huevos, en el arroz.
SEMANA: Usted lleva muchos años en televisión y fue protagonista de novelas. ¿Extraña esas épocas de galán
R.C.: Siempre he estado en una constante lucha contra el galán. Es una casilla muy chimba. Pasa que nunca hablan de la actuación de uno, sino de lo galán y ya. La verdad, no lo extraño para nada. Extraño el cheque, porque el protagonista siempre gana más que el resto. Creo que hemos evolucionado en ese aspecto con la llegada de las plataformas de streaming, que abrieron un espectro más grande. Ya no importa tanto si el protagonista está gordo o está viejo. Para mi personaje de Las Villamizar subí 45 kilos. Y ese tipo de personajes maravillosos no los hubiera podido hacer si no me hubiera desprendido del rol de galán.
SEMANA: Y esa subida de peso llegó a preocupar a sus seguidores...
R.C.: El problema es que hay muchos estereotipos. Si el personaje dice que es abogado o presidente de una compañía, no puede estar gordo, ese tipo de pendejadas todavía existen en la televisión. Cuando hice el personaje de Las Villamizar fue antes de la pandemia. Y ese personaje debía ser calvo y gordo. Me preguntaron si estaba dispuesto a engordar y dije sí. Subí de peso y llegó la pandemia y viví muchas cocinadas aquí, en mi casa. Y subí finalmente 45 kilos. No era necesario, pero, pues ya entrados en gastos...
SEMANA: ¿Cómo es hoy su relación con la comida?
R.C.: La verdad, no me importa. No me restrinjo en las cantidades y como sin remordimiento. Antes me ahogaba mucho. Y siempre digo que cuando uno está 45 kilos por arriba, eso equivale a nueve garrafas de agua. Entonces coja usted nueve garrafas de agua y cárguelas todo el día a ver si le dan ganas de ir a hacer ejercicio o amárrese los zapatos con todo ese peso encima. Entonces llega un punto en el que también se vuelve un círculo vicioso en el que no haces ejercicio, pero te engordas más, y después estás tan gordo que ya ni siquiera puedes hacer ejercicio.
SEMANA: ¿Llegó a perder oportunidades actorales por haber subido de peso?
R.C.: Un montón, y cuando me adelgacé también. Cuando iba a grabar la serie Primates 2, en la que mi papel es el del amigo gordo, me decían que por qué me había adelgazado tanto. Yo les dije: “No me pienso a volver a engordar”.
SEMANA: Usted empezó en la televisión en Pequeños gigantes. ¿Cómo es eso de que el culpable fue Carlos Vives?
R.C.: La historia es divertida porque nos encontramos a Carlos Vives en una buseta y nos pusimos a molestarlo con mi hermano. Y después Martha Liliana Ruiz, que vivía con nosotros, invitó a Carlos a ver un reinado, en esa época en la que los reinados eran plan. Yo me lucí con la visita, me disfracé, canté, bailé, conté chistes. Él me preguntó que si quería entrar a Pequeños gigantes, y le dije que si me pagaban, que claro. Y no he parado. Hice una paradita cuando inicié la universidad y estudié Diseño Gráfico.
SEMANA: ¿Cómo está el corazón ahora? Últimamente se le ha visto muy bien acompañado...
R.C.: Michelle (Arévalo) es la que me saca a trotar, es superdeportista y una gran motivadora. Es muy disciplinada y ha sido una inspiración para hacer ejercicio y muchas otras cosas. El amor llegó cuando no lo estaba buscando ni esperando. Iba a arrancar un viaje por toda Latinoamérica, en febrero de este año. Un año antes, nos habíamos conocido en un asado que hizo Diego Cadavid. Ella es la mejor amiga de Laura, la novia de Diego. Desde ese día empezamos a seguirnos en Instagram. Pero no conversábamos ni nada. Michi escribe una columna que se llama ‘La michelada’, sobre gastronomía, viajes y turismo. Y como son temas muy relacionados con mi viaje, hicimos clic en algunas publicaciones de ella. Quedamos de vernos un día para almorzar, cuadramos un fin de semana y tuve que cancelarle. Pasaron un par de días sin hablar ni nada. Después, hice una publicación de mi participación en Los Billis y ella me felicitó. Yo la invité al lanzamiento de la serie y allá llegó, y acá estamos.