PERSONAJE
Así es el mundo de Pirry y su batalla con la depresión
Desde hace más de 13 años este aguerrido periodista ha tenido que lidiar con este mal. Aquí cuenta esa experiencia en medio de su lucha por documentar la realidad del mundo.
El 31 de diciembre Pirry, el reconocido periodista y documentalista de televisión, estaba en Villa de Leyva con su mamá y su familia para celebrar la llegada de 2020. El 2019 había sido otro gran año, como muchos en su vida de aventuras y aprendizajes por el mundo, por lo que nada malo parecía pasarle. Pero al día siguiente por la tarde, este tunjano de 49 años sintió el bajón o vacío que lo visita de vez en cuando. “Es como una sensación de no encontrarle sentido a nada, acompañada de un llanto inexplicable”, dice. Era otra crisis de depresión.
Para él, eso es lo más doloroso de su enfermedad: querer la vida con toda el alma, pero caer en ese estado en el que nada tiene sentido. “Es como si te encantara el fútbol pero sufrieras de artrosis en la rodilla”, dice.
A él todo el revuelo mediático le causó risa, pues recibió el diagnóstico de depresión hace 13 años y nunca ha ocultado que la sufre. Pero esta vez la noticia tuvo un alcance que no había tenido antes.
Ese sentimiento horrible de pronto se convirtió en pánico. Aunque sabía que era un ataque de ansiedad, el cerebro le decía: “No, es un infarto”. Mientras tanto, el ritmo cardiaco iba a mil, las manos le sudaban y los dedos se le dormían. Tuvo que ir al hospital y una vez allí, cuando los médicos le preguntaron por sus síntomas, no supo qué decir. “Creo que me voy a morir”, les contestó.
Le tomaron los signos vitales y no encontraron nada raro en su organismo. “Se dieron cuenta de que tenía un problema psiquiátrico, me hospitalizaron y me aumentaron la dosis de mis medicamentos”. A los dos días le dieron de alta y se fue a donde su mamá, para que lo cuidara.
Mientras se recuperaba, la noticia de su depresión se propagó por las redes sociales, en donde incluso dijeron que había intentado suicidarse. A él todo eso le causó risa, pues recibió el diagnóstico de depresión hace 13 años y nunca ha ocultado que la sufre, pero de alguna forma la noticia llamó la atención como nunca antes.
“Por esos días me volví un vocero de las enfermedades mentales. Además, como J Balvin había confesado hacía poco que sufría de lo mismo, yo pensaba que sin querer había entrado a un club ilustrísimo de personas famosas que sufríamos de este mal”, dijo a SEMANA. Hoy cree que la crisis vino porque se descuidó y, como se sentía muy bien, dejó de ir a sus citas con el psicólogo.
Cuando tenía pelo y era mono, junto a su padre Jaime, quien le demostró su amor de muchas maneras. Abajo, con las mujeres que más quiere, su mamá Clara y su novia Carolina, en las fiestas de fin de año, antes de su crisis de depresión.
Sin embargo, en pocos días se recuperó y la semana pasada regresó con su programa Efecto Pirry en el canal Red+, donde presenta documentales con material inédito que grabó en los últimos tres años en África, Polinesia, Australia, Canadá y Estados Unidos.
Esta, además, no ha sido la más grave de sus crisis. La más dura fue la primera, cuando comenzó su depresión, que coincide con la época en que empezó a recibir amenazas de los poderosos a los que atacaba en sus programas y que lo llevaron a salir del país.
Una vida dedicada a la aventura
Pirry es el mayor de tres hermanos. A los 16 decidió estudiar zootecnia porque su papá quería un doctor en la casa y además era más barata que otras alternativas. Pero nunca se sintió a gusto en ese campo y en los siguientes diez años probó muchos oficios, hasta que le dieron una oportunidad en una revista.
“Escribía con mala ortografía”, dice, y nunca imaginó que llegaría más lejos. De ahí saltó a la televisión a donde lo llamaron para hacer un segmento en La Banda Francotiradores. “Yo era como el bufón de la corte, un tipo que se le medía a todo y era el centro del contenido”. Pero con el tiempo quiso salirse de ese molde y arriesgarse a escribir libretos.
Las amenazas, la muerte de su padre y la presión de sacar cada semana un producto de alta calidad lo llevaron al límite emocional y a su primera crisis.
Inseguro por naturaleza, se llenó de confianza e hizo crónicas que lo llevaron a ganar un premio Simón Bolívar y a que el canal RCN le diera su propio programa. Ese espacio, para el cual había un equipo pequeño que viajaba con muy bajo presupuesto, se convirtió en una fuente de especiales sobre diferentes tópicos del mundo.
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Ese no era un camino extraño. Él describe a su abuela como una mujer conservadora, curiosa, culta y de avanzada porque fue profesional y viajó a 120 países sola. Ella le decía que “la cabeza es como un paracaídas, que no sirve si no se abre”, recuerda. Le daba a leer libros controversiales y le mostró a escritores como Gay Talese y Truman Capote. “De ella aprendí que para tener un juicio más justo del mundo tenía que leer y viajar”.
El punto de quiebre en su vida, sin embargo, llegó con el documental sobre el violador de niños Garavito, un trabajo que tomó tres años, durante los cuales tuvo que leer expendientes, ver fotos y escuchar las entrevistas del asesino. Aún así, prometió que si lograba cambiar en algo la realidad del país haría reportajes más serios.
A partir de entonces llegaron muchas grandes historias: la del colombiano en el Circo del Sol, la del soldado que había perdido las piernas y luchaba para recibir una pensión justa, las visitas a la franja de Gaza o al Congo para documentar la guerra, o un reportaje en Chernobyl, antes de que el sitio se pusiera de moda por la serie de HBO.
Así, Pirry se convirtió en uno de los documentalistas más aclamados de Colombia, con una nominación al Emmy, otros tres Simón Bolívar y diez TV y Novelas. Pero también en un objetivo de muchos poderosos que lo atacaban por las denuncias que hacía en sus programas.
Por esa época recibió la noticia del cáncer de pulmón de su padre, con quien tenía una relación distante: “Siempre lo acusé de ser descalificador, de nunca haberme apoyado, de no haberme dicho que me quería”. El anuncio, sin embargo, fue un llamado para hacer algo, pues los médicos le daban solo tres meses de vida.
Decidió hacer un plan de viajes para ir a donde siempre había soñado. En ese recorrido llegó al sitio que más felicidad le ha dado en su vida: El volcán Marú, en Vanuatu, a cuyo centro solo han descendido 15 personas.
“Yo pensaba que en ese tiempo no lo iba a lograr”. Pero por cosas de la vida vivió tres años y el destino les permitió abrazarse. “Entendí que él sacrificó todo para que nosotros tuviéramos casa, alimento y educación. Además, hicimos muchos paseos juntos y aprendí que me decía que me queria de otras maneras”. Su padre murió en sus brazos y aunque nunca le dijo “te quiero”, Pirry lloró cuando un primo le contó que su papá estaba muy orgulloso de él.
En su trabajo ha encontrado la felicidad profunda de afectar positivamente la vida de otros. Su gran legado es mostrarle al mundo que el monstruo no es el tiburón ni el cocodrilo, sino el hombre.
Las amenazas, la muerte de su padre y la presión de sacar cada semana un producto de alta calidad lo llevaron al límite emocional y a su primera crisis. “Además, ver la realidad me socavaba el alma, no dormía. Uno no se da cuenta cuando el estrés empieza a coparle la vida”.
Pensó que lo mejor era darse un año sabático para reconectarse con su esencia, y lo hizo viendo a las ballenas jorobadas. A su regreso, sin embargo no encontró trabajo y decidió hacer un plan de viajes para ir a donde siempre había soñado. En ese recorrido llegó al sitio que más felicidad le ha dado en su vida: El volcán Marú, en Vanuatu, a cuyo lago de lava solo han descendido 15 personas. “Por primera vez sentí que estaba en el corazón de la tierra”.
Esas últimas experiencias le cambiaron la visión del planeta. No solo porque constató los estragos del cambio climático, sino porque documentó otros desastres ecológicos como la caza de rinocerontes y elefantes en África y estudió el pangolín, ahora famoso por ser el animal que pasó el coronavirus a los humanos.
Pirry sabe que es posible que otras crisis vengan, pero ya aprendió a vivir el presente. Por ahora solo quiere cuidarse, pues piensa seguir recorriendo el mundo al menos diez años más y grabar con su cámara para que otros, especialmente aquellos que le temen a lo desconocido, aprendan a apreciar el mundo. “Así serán mas solidarios no solo con esas especies sino con los humanos, que serán los primeros afectados”.