Realeza
¿Por qué al príncipe Felipe no se le decía rey?
La que heredó el derecho de reinar en Gran Bretaña e Irlanda del Norte fue Isabel II y esa es una de las razones por las que su esposo no merecía ese título.
Para muchos, lo más obvio sería que el fallecido Felipe de Edimburgo fuera llamado rey si era el esposo de una reina.
Según lo explicó la BBC, en el Reino Unido ese título solo puede llevarlo un hombre que ha heredado el derecho de reinar y ese no fue el caso con él.
Ello, aseguró la cadena de televisión estatal británica, es una herencia de la mentalidad patriarcal que ha dominado por siglos a las casas reales, según cual la capacidad de reinar siempre estuvo reservada al género masculino.
En una institución de carácter hereditario como es la monarquía, el título se lo traspasa el rey a su hijo varón mayor.
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En Gran Bretaña, al menos hasta la generación de los retoños de Isabel, los hijos hombres del monarca, los príncipes, tienen prelación sobre sus hermanas, las princesas, en la línea de sucesión al trono, en la cual, de todas maneras, ellas sí están incluidas.
Así sea la hija mayor del rey, una princesa no puede heredar el trono si la siguen hermanos hombres.
Un ejemplo actual de ello es la princesa Ana. Es la segunda y única mujer entre los cuatro príncipes de Isabel y Felipe, pero en el orden de precedencia están por encima de ella sus hermanos Andrés y Eduardo y los hijos y nietos de estos.
Pero si el monarca solo tiene una hija, a su muerte se convertirá en la nueva titular de la corona. Si son varias hijas, lo hará la mayor.
Cuando un nuevo rey sube al trono, su esposa será llamada reina. Pero si se trata de una reina titular, a su marido no se le dirá rey, pues como ya se explicó, no lo ha heredado.
Eso fue justamente lo que pasó con la reina Isabel, quien obtuvo el trono de su padre, el rey Jorge VI, quien solo tuvo dos hijas: Isabel, la mayor, y Margarita.
En 1947, la entonces princesa heredera se casó con Felipe, quien si bien no tenía derechos en la monarquía británica, sí los poseía no en uno si no en dos tronos del Viejo Mundo, Grecia y Dinamarca.
Al convertirse en el marido de Isabel, renunció a ellos y adoptó la nacionalidad británica. Al hacerlo, quedó como plebeyo, ya que en el Reino Unido solo no lo son la reina y los portadores de títulos aristocráticos, como duque, conde, marqués, vizconde y barón, entre otros.
Entonces, el rey Jorge ennobleció a Felipe como duque de Edimburgo, conde de Merioneth y barón Greenwich. Sin embargo, aún no era príncipe, que es el rango que le sigue al de rey. Después del príncipe viene el duque.
Un privilegio de la reina como titular de la corona es crear, dar y retirar esos títulos. Haciendo uso de ello, en 1957 le concedió la dignidad de príncipe de Gran Bretaña e Irlanda del Norte, que era la máxima a la que podía aspirar.
Así, la manera correcta de llamar al esposo de Isabel era “su alteza real el príncipe Felipe, duque de Edimburgo”.
En los últimos años, esa relegación de las princesas en la línea de sucesión al trono cambió. En las viejas condiciones, la princesa Charlotte, segunda hija del futuro rey William (es el segundo en la sucesión), sería la quinta y no la cuarta, luego de su hermano menor pero varón, el príncipe Louis.
De acuerdo con la transformación que se hizo recientemente en las reglas, la princesita está arriba de Louis, y lo mismo pasará con las mujeres de la suya y las siguientes generaciones, que ya no serán discriminadas por su sexo.
En la historia hubo casos en que el esposo de la reina titular se convirtió en rey. Uno fue el de Juana La Loca, sucesora de Isabel la Católica como reina de Castilla. Su esposo, Felipe el Hermoso, hijo del emperador Maximiliano del Sacro Imperio Romano Germánico, no solo compartió el poder con ella, sino que impuso una nueva dinastía en España, los Habsburgo, en reemplazo de los Trastámara.
Felipe no pudo imponer su apellido, a diferencia del otro consorte importante que lo antecedió, el príncipe Albert.
Cuando Victoria, reina titular como Isabel, se casó con este príncipe alemán, no adquirió el nombre de rey, pero la dinastía sí adoptó su apellido, Saxe-Coburg y Gotha, que se transformó en Windsor en 1917 para tapar sus raíces germanas, en medio de la Primera Guerra Mundial.
En el caso del esposo de Isabel, eso no sucedió, aunque él no ocultó esa pretensión. La reina finalmente decidió que sus descendientes usen la forma Mountbatten-Windsor. Mountbatten es el apellido que Felipe adoptó en Gran Bretaña y es la versión en inglés del Battenberg de su madre, la princesa Alice.