Familia Real Británica

Un trío dinámico

Lo que sorprende no es que Camilla Parker-Bowles y su marido se hayan divorciado, sino que no lo hubieran hecho antes

13 de febrero de 1995
| Foto: Getty

El anuncio del divorcio de Camilla Parker-Bowles no sorprendió a nadie. Que su matrimonio se terminara no resulta extraño, lo raro es que hubiera perdurado tanto. Pocas parejas lograrían sobrevivir a un adulterio tan documentado. A través de los periódicos y las revistas el mundo conoció los más íntimos detalles de su relación con el príncipe Carlos de Inglaterra. Pero, además, ésta fue confirmada por el Príncipe en una entrevista por televisión. Y ni el santo cachón podría resistir tantos cuernos. Por eso, la gente se preguntaba por qué razón Andrew Parker-Bowles seguía al lado de su esposa.

Lo que sí tiene sorprendidos a los ingleses es la naturalidad con que esta pareja llevó, durante 21 años, la farsa de su matrimonio. A los eventos sociales asistían siempre juntos y sonrientes pero, en casa dormían en cuartos separados. Desde hace 11 años Camila se rehusaba a dormir con su esposo, según cuentan, porque Carlos no quería compartirla con otro hombre. Lo más patético de este triángulo amoroso es que el brigadier Parker-Bowles -en retiro desde diciembre- supo, por años, que su esposa era la amante del Príncipe. ¿Por qué no se divorció? Por sus dos hijos: Tom, de 20 años, y Laura, de 16. Por su carrera militar, o porque mientras su esposa se veía con el príncipe él también tenía tiempo y espacio para romances.

El matrimonio falso de Andrew y Camila Parker

El matrimonio abierto de Andrew Parker-Bowles, de 55 años, y Camilla Shand, de 46, les permitía a ambos tener sus propias aventuras. Con una bien cimentada fama de mujeriego, la lista de amantes del brigadier incluye a una nieta de Winston Churchill, Charlotte Soames; una viuda alegre, lady Annabel Lindsay; la mejor amiga de su esposa, lady Caroline Benson, y una adorable divorciada, Rosemary Pitman, la más cercana a él en estos días. Cuando el brigadier visitaba a sus amantes -salía de cacería por varios días-, el Príncipe y Camilla aprovechaban para verse, generalmente en casas de amigos fieles y discretos.

Pero el secreto se acabó en 1992 cuando el libro de Andrew Morton -Diana, su verdadera historia- los delató. Un año después se publicó una escandalosa conversación telefónica, en la cual Carlos se comparaba con un tampax... Y por último, vino la confesión del Príncipe en televisión y en su biografía, ambas producidas por el respetado periodista Jonathan Dimbledy. Carlos no sólo confesó que había sido infiel sino que se había casado con Diana sin quererla, porque su padre lo había obligado, y reafirmó sus sentimientos hacia Camilla. Esa fue la gota que derramó la copa. El 10 de enero Andrew Parker-Bowles y su esposa, quienes desde hacía dos años llevaban vidas separadas, anunciaron su intención de divorciarse de común acuerdo.

El amor de su vida

Ahora que ella es libre se espera que el Príncipe también se divorcie de Diana para casarse con "el amor de su vida", como se describió Camilla la semana anterior. Porque si ella fue el motivo del fracaso del matrimonio real, también él se interpuso en el matrimonio de los Parker-Bowles desde sus comienzos.

Su affair con Camilla tiene tres etapas. La primera, cuando se conocieron en 1970. Entonces los dos eran solteros. Fue amor a primera vista. Ella, una niña criada dentro del ambiente aristocrático, le recordó que su tatarabuela había sido amante de Eduardo VII. La simpatía de Camila conquistó al Príncipe, quien tenía 21 años y todavía no pensaba en matrimonio. El romance concluyó porque los deberes navales del heredero al trono lo ausentaron. En vista de que el tímido Príncipe no tuvo el valor de declarar su amor, ella, un año mayor que él, aceptó la propuesta de matrimonio del apuesto capitán Andrew Parker-Bowles, con quien se casó en 1973.

El matrimonio le aseguró a Camilla una activa relación social con la familia real, ya que su esposo -pariente lejano de la reina- disfruta de los privilegios de un cortesano. Y la sombra del Príncipe de Gales no la abandonó. La pareja reanudó su romance a finales de los años 70. El affaire concluyó poco antes de que él contrajera matrimonio, en 1981. Días antes el Príncipe le regaló a Camilla, de despedida, una pulsera de oro con las letras GF (Girl Friday: chica de los viernes) grabadas. Durante cinco años estuvieron separados. Sin embargo, cuando el Príncipe -según confesó- vio que su matrimonio fracasaba inevitablemente, reanudó el romance con su amante.

Ahora que su estado civil ha cambiado se abre la posibilidad de unir su vida al Príncipe. Esto ha hecho recordar a los ingleses el caso de Wallis Simpson. Cuando se divorció de su esposo Ernest, en 1936, el rey Eduardo VIII anunció sus intenciones de casarse con ella. Y tuvo que abdicar al trono porque nadie aceptó como reina a una mujer con dos matrimonios a cuestas. ¿Qué futuro tiene la relación amorosa de Carlos y Camilla? Si él no fuera príncipe, lo normal, según la ley inglesa, sería que él se divorciara y se casaran.

Pero en el caso de un príncipe el matrimonio es un acto de Estado y su decisión incluye al gobierno, la Iglesia anglicana, la reina y la opinión pública. Las opciones de Carlos son cuatro: permanecer casado con Diana y continuar el romance con Camilla. Divorciarse, ascender al trono como rey solitario y tenerla como amante. Ceder el trono a su hijo, casarse con Camila y retirarse a vivir su amor. O, casarse con ella y hacerla reina, desatando un escándalo mayúsculo.

Lo único que el divorcio de Camilla ha confirmado es que tiene ilusiones de casarse con el príncipe. "Yo he amado a ese hombre por más años de los que puedo recordar y quiero ser su esposa algún día", ha dicho. Pero esta decisión no depende de Carlos sino de la reina Isabel. El acto de matrimonio real de 1772 invalida toda propuesta de matrimonio que el Príncipe de Gales haga sin la aprobación de su madre. Y lo más seguro es que la reina se oponga a que el Príncipe se case con Camila, a menos que renuncie al trono.

Desde el punto de vista constitucional, Carlos no tendría impedimentos para ser rey, a menos que se case con una mujer católica. Y Camilla es anglicana. Pero sí los tiene por ser la cabeza de la Iglesia Anglicana que, a pesar de haber sido creada por Enrique VIII para anular matrimonios, impide el matrimonio entre divorciados. Ningún arzobispo estaría dispuesto a coronar como reina a una divorciada. Y tampoco a aceptar como autoridad a un rey divorciado que le ha sido infiel a su esposa. En cuanto a la opinión pública, pocos están dispuestos a cambiar en su corazón a la hermosa, dulce y sufrida Diana por la fea, fría y calculadora Camilla.

Los únicos felices parecen ser los republicanos, cuya fuerza ha aumentado en la última década por cuenta de los desmanes principescos. Hoy por hoy la abolición de la monarquía es un tema que ocupa a los británicos y, según las últimas encuestas, las nuevas generaciones creen que vivirán para verlo. Por eso el mayor dilema actual del príncipe Carlos no es con su madre, la ley o la Iglesia sino con la opinión pública. No sólo es responsable del fracaso de dos matrimonios sino del futuro de la monarquía más antigua de Europa.