HISTORIA
Pío XII: ¿cómplice de Hitler o héroe silencioso de los judíos?
Al controvertido papa de la Segunda Guerra Mundial lo acusan de ayudar a los nazis y de callar ante el Holocausto. La Iglesia, en cambio, dice que salvó en secreto a muchos judíos. Este 2 de marzo, el Vaticano abrirá sus archivos secretos para que el mundo conozca la verdad.
A Eugenio Pacelli le tocó convertirse en papa en uno de los momentos más duros de la historia de la humanidad: Adolf Hitler estaba en su apogeo, Alemania amenazaba Europa y una nueva guerra mundial parecía inminente. Como si eso fuera poco, los fascistas Francisco Franco y Benito Mussolini mandaban en España e Italia, mientras Josef Stalin dirigía la Unión Soviética con puño de hierro.
Para marzo de 1939 Pacelli, quien escogió llamarse Pio XII, ya era un reconocido cardenal conservador y anticomunista con una carrera ascendente dentro de la curia romana. Por eso, a pesar de las turbulencias que enfrentaba el mundo, muchos le auguraban un largo y exitoso papado, y algunos incluso rogaban para que fuera una especie de pacificador, que lograra apaciguar un mundo en llamas.
Unos años después, sin embargo, las cosas eran muy distintas. Mientras Alemania avanzaba incontenible, los fascistas extendían su dominio de terror por el continente y millones de judíos morían masacrados en campos de concentración (en lo que hoy se conoce como el Holocausto), el papa optó por una actitud neutral y silenciosa.
Mientras estuvo en Alemania, Pacelli vio nacer y fortalecerse al nazismo. Algunos dicen que eso lo aterraba, pero mantuvo conversaciones con ellos cuando llegaron al poder.
No solo mantuvo relaciones diplomáticas con el gobierno nazi, a pesar del ruego de los aliados, sino que también evitó condenar pública y categóricamente el holocausto y los vejámenes cometidos por Hitler y sus hombres.
El paso del tiempo terminó por cobrarle esa actitud y hoy muchos lo recuerdan como un cobarde, un cómplice de los nazis o un antisemita. Para algunos, de hecho, Pío XII pasó a la historia como “el papa de Hitler”.
La Iglesia católica, sin embargo, siempre ha defendido otra versión: dicen que el pontífice optó por una diplomacia pragmática, y al mismo tiempo en secreto salvó la vida de miles de judíos.
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Mientras Hitler y Mussolini fortalecían su posición en Europa y cometían todo tipo de horrores, incluso a las puertas del Vaticano, Pío XII guardaba silencio.
La controversia podría terminar muy pronto. Este lunes 2 de marzo, por decisión del papa Francisco, el Vaticano abrirá al público los archivos del pontificado de Pacelli. Se trata de documentos oficiales, informes diplomáticos, reflexiones religiosas y análisis políticos que podrían dar luz sobre una de las épocas más oscuras de la historia de la Iglesia.
¿Un silencio cómplice del holocausto Nazi?
Cambiar la opinión de los críticos de Pío XII, sin embargo, no será tan fácil. Muchos han documentado la larga y fructífera relación entre el papa y Alemania, que se remonta a 1917, cuando Pacelli fue nombrado nuncio (embajador) en Baviera, un cargo que años después se extendió a todo el país. Allí permaneció 13 años y construyó una relación tan sólida, que se volvió germanófilo, es decir, un admirador de la cultura alemana.
En ese tiempo vio nacer y fortalecerse al nazismo. Algunos de sus amigos más cercanos dicen que el crecimiento del movimiento lo aterraba, pero mantuvo conversaciones con ellos cuando llegaron al poder.
Era un reconocido anticomunista y, años después de la Guerra, crítico con determinación la influencia de la Unión Soviética en Europa Oriental.
De hecho como secretario de estado del Vaticano impulsó la firma de un concordato entre la Santa Sede y la Alemania nazi en 1933. Eso significó establecer relaciones diplomáticas entre ambos estados y libró a Hitler de las críticas de los clérigos. En efecto, a cambio de que el régimen respetara los derechos de la iglesia, ésta se comprometió a no intervenir en política.
Eugenio Pacelli fue nuncio apostólico en Alemania. Y en los treinta, como secretario de Estado, propició un concordato en el que la Iglesia se comprometía a no intervenir en política.
Como papa, además, ignoró los llamados de sacerdotes y emisarios de gobiernos extranjeros para que se pronunciara contra las atrocidades de los nazis. Se sabe, por ejemplo, que el cardenal August Hlond le suplicó protestar contra de la campaña para exterminar a los judíos de Polonia y hay pruebas de que emisarios franceses, estadounidenses y británicos le hicieron llegar documentos confidenciales sobre posibles campos de concentración. Pero Pío XII se mantuvo callado.
Y siguió así incluso luego del llamado sábado negro, cuando las S.S. entraron al gueto judío de Roma y sacaron a la fuerza a más de 1.000 personas, muchas de los cuales nunca regresaron. “Ni con la tragedia a un kilómetro del Vaticano fue capaz de pronunciarse”, explica el historiador John Cornwell.
Años después del final de la guerra, varios analistas compararon su actitud callada hacia los nazis con sus grandes discursos de condena contra la Unión Soviética, cuando la cortina de hierro se extendía en Europa Oriental. De hecho, para algunos su miedo al comunismo lo llevó a acercarse a los fascistas, pues los consideraba un mal menor.
Pío XII: Un héroe silencioso
Durante la Segunda Guerra Mundial, los nazis encerraron a millones de judíos en campos de concentración y los asesinaron en cámaras de gas. Los gobiernos de Estados Unidos y el Reino Unido le hicieron llegar pruebas de lo que estaba pasando, pero el papa nunca condenó públicamente el hecho
Quienes defienden al papa, por su parte, dicen que guardó un silencio pragmático, ya que no podía hacer mucho más en ese momento. Sobre todo porque no quería involucrar en una guerra a su pequeño Estado, rodeado completamente por la Italia de Benito Mussolini, un aliado incondicional de Hitler.
El historiador F.G. Stapleton incluso dice que se trataba de una estrategia para salvar más vidas: “el silencio resultó mucho más productivo que una condena grandilocuente, pues en Italia se salvaron el 80 por ciento de los judíos”.
De hecho, muchos investigadores dicen que mientras callaba, Pío XII ayudó de forma discreta y silenciosa a unos 6.288 judíos. Cuentan que con ayuda del Vaticano, les dio a muchos de ellos papeles falsos para que pudieran salir hacia Suramérica. Y que a otros los escondió en iglesias y monasterios de Roma, incluyendo el propio Vaticano y su mansión de verano de Castelgandolfo.
Pinchas E. Lapide, cónsul israelí en Milán en los años cincuenta, dice que “Pío XII hizo más gestiones en defensa de los judíos que cualquier organización humanitaria”.
Muchos otros embajadores, cónsules y diplomáticos de la época cuentan que el papa muchas veces expresó en privado su repudio a los nazis y en especial a Hitler, a quien llamaba “el diablo”. Y cuando murió, en 1958, la propia Golda Meir, canciller de Israel, mandó un telegrama para agradecer su labor para ayudar a los judíos “durante los diez años del terror nazi” y dijo que el mundo había perdido “un servidor de la paz”.
Mark Riebling, un experto norteamericano en anti terrorismo que ha estudiado los archivos del Ejército de su país, incluso señala que el pontífice apoyó por debajo de cuerda tres intentos para derrocar a Hitler, incluído el famoso plan Valkiria.
Suena fantasioso, pero no imposible. En cualquier caso solo ahora, cuando los historiadores estudien detalladamente los archivos de su pontificado, la verdad saldrá a la luz.
Decenas de autores han escrito acerca de la relación entre el papa y Hitler. Algunos lo presentan como un nazi soterrado, mientras otros dicen que fue un enemigo silencioso del führer.