REALEZA
“Quiero un sapo que me ame”: la verdadera historia del cirujano paquistaní que se robó el corazón de la princesa Diana
El galeno aparece en la última temporada de ‘The Crown’. Así fue cómo se conocieron y las razones de por qué se separaron.
La última temporada de The Crown prometía levantar ampolla. Y así lo hizo. La serie, producida por Netflix ha contado las mayores polémicas que rodearon al hoy Rey Carlos III en su matrimonio con la popular y muy querida Lady Di.
Pero la serie deja claro que, en esa relación, él no fue el único que puso los cachos. Los amantes de Diana salieron en la pantalla. Pero uno llamó la atención más que cualquiera: Hasnat Khan. Diana lo conoce en una visita a un hospital y en un momento en que él le pregunta por qué se fijó en un doctor feo y asocial, siendo ella una princesa, le contesta: “Quiero un sapo que me ame”.
“Siempre pensé que Diana volvería a mí”
En la esplendorosa pero solitaria vida de la princesa, sus allegados reconocen que Khan fue su más grande amor. A pesar de que muchos creen que su corazón lo tuvo Dodi Al-Fayed, el hombre con el que murió en ese trágico accidente en el puente del alma en París, la realidad es que el breve romance fue mitificado por su trágico deceso. Diana no estaba interesada en formalizar la relación y ni siquiera estaba enamorada de su acompañante de las horas finales.
De hecho, Dodi solo habría sido un clavo para sacarse otro. Así lo reveló un libro publicado por la reconocida periodista británica Tina Brown en 2007, quien fue editora de las revistas Vanity Fair y The New Yorker.
Después de haber entrevistado a 250 personas relacionadas con la princesa, y de haber revisado cientos de documentos, la autora concluye en The Diana Chronicles (Las crónicas de Diana) que el hombre de su vida, al que llamaba “el único”, fue el cardiólogo paquistaní Hasnat Khan, con quien mantuvo una complicada e intensa relación de dos años. Ella hizo todo lo posible por mantenerlo a su lado, incluso estaba decidida a dejar de ser Diana de Gales para convertirse en la señora Khan, pero las diferencias culturales, sus estilos de vida opuestos y la obsesión de ella por ser protagonista de los medios terminaron alejándolos.
El libro acaba con varios mitos: además de presentar una mujer bondadosa, comprometida con las causas benéficas, muestra a una Diana manipuladora y acosadora. Según la biógrafa, en un principio el príncipe Carlos sí se enamoró de Diana quien no habría cumplido con el requisito monárquico de llegar virgen al matrimonio, como se ha dicho en varios textos.
Sin embargo, el ‘responsable’ habría sido el propio heredero al trono durante un paseo en el tren de la familia real. Finalmente la relación no habría funcionado por la falta de química sexual entre ambos. La princesa aparece como una mujer que compulsivamente buscaba a alguien que la protegiera. Incluso Brown relata que cuando murió, Carlos dijo apesadumbrado: “Siempre pensé que Diana volvería a mí, buscando que la cuidara”.
El primero en quien encontró ese tipo de afecto fue su guardaespaldas Barry Mannakee, en 1985. Habría sido su primer amante y al parecer ambos fueron descubiertos en una situación comprometedora. Mannakee fue despedido y a los nueve meses murió en un accidente. Diana siempre creyó que había sido asesinado en una conspiración para quitarlo del camino. El siguiente en la lista fue su profesor de equitación, el atlético oficial de caballería James Hewitt, quizás el más conocido de todos por los rumores acerca de que es el verdadero padre del benjamín de Diana y Carlos, el príncipe Harry. De acuerdo con Brown, él fue el encargado de “convertirla en una criatura sexual”.
Cuando aún tenía encuentros con Hewitt empezó un affaire con James Gilby, quien se hizo famoso por una serie de conversaciones íntimas con la princesa que fueron grabadas. En 1992 comenzó una relación con el vendedor de obras de arte Oliver Hoare, un hombre casado. Para entonces ya no era un secreto que el matrimonio de la princesa era un fracaso, pero su amante no pensaba lo mismo del suyo y regresó con su esposa. Al poco tiempo, Hoare reportó a las autoridades más de 300 llamadas anónimas amenazantes, y se pudo establecer que estas provenían de Kensington Palace. La responsable era la resentida Diana. La obsesión se terminó cuando empezó a salir con el jugador de rugby Will Carling.
En 1995, antes de firmar su divorcio, Diana conoció al doctor Hasnat Khan, de 35 años, proveniente de una familia de clase media, perteneciente a la etnia Patán (pashtún) de Pakistán y muy arraigado a sus tradiciones culturales. Era conocido como el Omar Sharif del hospital Royal Brompton de Londres y estaba encargado del cuidado de Joseph Toffolo, esposo de la acupunturista de la princesa, quien había sufrido una hemorragia durante una intervención de bypass triple. Diana se encontraba en su habitación cuando el médico entró a revisar al paciente. La saludó muy fríamente y se dispuso a examinar al enfermo, lo cual causó una gran impresión en una mujer acostumbrada a tener la atención del mundo.
Desde entonces permaneció al lado de la cama de Toffolo durante 17 días. Ella quería llamar su atención: “La princesa llegó a ser una especie de estudiante de cardiología. En su mesa de noche tenía un gordo ejemplar de Gray’s Anatomy y un cúmulo de reportes quirúrgicos. Empezó a ver Casualty, una serie acerca de un hospital, y su clóset estaba lleno con las túnicas que usan las mujeres paquistaníes. Incluso consideró convertirse al Islam”, relata la autora. Sus visitas al hospital eran tan asiduas, que cuando un reportero del periódico News of the World la fotografió a medianoche allí, ella explicó que estaba dedicada a visitar a enfermos terminales para reconfortarlos. La coartada funcionó y Diana impresionó al esquivo doctor, quien pese a su estilo en extremo discreto, decidió dejarse seducir. “En él encontré la paz. Me da todo lo que necesito”, confesaría Diana.
Según Brown, Khan rechazaba los ostentosos regalos que le ofrecía su amante y en cambio prefería que ella se convirtiera en ama de casa de su desordenado y pequeño apartamento, donde se divertía “aspirando, cocinando y planchando “. Se dice que la noche en que Diana cumplía 34 años, para celebrar fue a visitarlo cubierta con un abrigo, sin ropa debajo, sólo ataviada con sus aretes de diamantes y zafiros. Era tal su devoción por Khan, que viajó varias veces a Pakistán para conocer su cultura y pidió a su mayordomo Paul Burrel que le consiguiera un sacerdote que se prestara para casarlos en secreto. Eso molestó a Khan, quien empezaba a sentirse asfixiado por su novia, la que fantaseaba con tener una niña morena a la que pondría Allegra.
Lo llamaba insistentemente durante sus rondas médicas, le arreglaba la agenda para que pudiera escaparse con ella y soñaba con que dejara sus ocupaciones para exiliarse juntos en Australia o Sudáfrica, donde llegó a buscarle un nuevo trabajo. Diana trató de impresionar a la familia del médico al participar en obras sociales, incluido visitar a los enfermos del Memorial Cáncer en Pakistán.
En uno de sus viajes se presentó en casa de sus suegros buscando su aprobación. Pero aunque les agradó la princesa, no cumplía los requisitos para ser parte de la familia. Cuando los rumores del romance empezaron a circular, Hasnat se enfureció, pese a los esfuerzos de Diana por negar públicamente la relación. Su padre, Rashid Khan, se encargó de darle la estocada final a la princesa cuando aceptó ser entrevistado por el diario Express y confesó que “ellos no van a casarse. Estamos buscando una novia adecuada para él que pertenezca a una respetable familia Patán, o al menos musulmana paquistaní”.
Hasnat Khan habría puesto fin a la relación entre mayo y julio de 1997 agobiado por las presiones de su novia y de sus padres. Según la biografía, la legendaria imagen de Diana y Dodi Al Fayed besándose a bordo de un yate en Córcega, que le dio la vuelta al mundo, habría sido la última estrategia de la devastada princesa para darle celos al hombre que en verdad amaba.
*Este texto es una actualización de un perfil de Khan, publicado en 2007.