Perfil
Crítico, tímido y libertario: así era Quino, el creador de Mafalda
El creador de Mafalda fue uno de los historietistas más reconocidos de Argentina. Su obra, siempre crítica frente a la vida cotidiana y con un agudo tono social, apareció en los medios de toda América Latina.
Este martes, a las 9:21 de la mañana, el editor argentino Daniel Divinsky dio a través de Twitter una de las noticias más tristes de su vida: “Se murió Quino”, escribió. “Toda la gente buena en el país y en el mundo, lo llorará”.
Divinsky había trabajado con Quino desde 1970, cuando Mafalda apareció por primera vez en un libro que llevaba el sello de Ediciones de la Flor. Durante todos esos años, no solo fue un editor sino también un amigo. Por eso sabía muchas cosas sobre Quino. Por ejemplo, que el dibujante vivía en Mendoza, su ciudad natal, desde 2017. Ese año decidió irse a vivir a los Andes cuando su esposa, Alicia Colombo, falleció en Buenos Aires. También sabía que, en los últimos años, Quino había dejado de dibujar. “No ve nada y se desplaza con dificultad", le dijo Divinsky a El Clarín a finales de 2019. "Cuando empezó con su tema de la vista compró unos lápices de punta gruesa para probar, pero no le gustó ni medio lo que estaba saliendo”.
Quino era un tipo conocido por su timidez. Casi no le gustaba dar entrevistas. Unas de las imágenes más recientes que se tienen de él las lograron Boy Olmi y Jonathan Herzfeld en el documental “Buscando a Quino”, que fue rodado en 2018 y fue estrenado en mayo de este año. Allí, Quino aparece inmóvil, en una silla de una sala con vista a un montón de viñedos. Tiene un saco gris, los ojos cerrados –para entonces había perdido mucha movilidad y estaba casi ciego– y dice que a él no le gusta hablar. “A mí me encanta escucharte hablar", le dice entonces el entrevistador. "Una vez te oí decir que cuando empezó a correr mucha sangre en la Argentina, Mafalda tuvo que dejar de hablar. ¿Por qué?”.
Se refiere a las dictaduras de los setenta –Quino dejó de dibujar a Mafalda en 1973– que dejaron miles de muertos y desaparecidos en Argentina.
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Entonces Quino, con su voz pausada, casi en un susurro, dice: “Porque Mafalda no podía callarse todas las barbaridades que ocurrían en ese entonces y tampoco podía ponerse de juez de cosas que uno no entendía bien, tampoco”.
El dibujante crítico
Nadie conocía a Quino por su nombre. Se llamaba Joaquín Salvador Lavado Tejón y tenía 88 años. Sus dos padres eran españoles y le decían así, Quino, un apodo de infancia por el que empezó a conocerlo todo el mundo. Sobre todo cuando empezó a publicar sus primeros dibujos en semanarios y revistas de Argentina: el primero salió en uno que se llamaba ‘Esto es’.
Quino, desde que era un niño, sabía que lo que quería en su vida era dibujar, un oficio que aprendió de su tío, un publicista, en una época en que la publicidad no se hacía en computadores, sino en papel y tinta china. De hecho, Quino siempre fue un purista en ese sentido: “Con la computadora no puedo manejarme”, dijo hace 15 años una vez en una entrevista con lectores de ‘El País’, de España. “Trato de utilizar buen papel, que cada vez es más difícil, uso una lapicera rotring y tinta china. Y goma de borrar, porque borro muchísimo. Primero dibujo a lápiz y luego paso a tinta”.
El estilo simple y potente de Quino lo hizo conquistar lectores en todo el mundo de habla hispana. Medios desde Chile hasta México y España le daban páginas enteras a sus dibujos donde un pequeño hombrecillo sin nombre aparecía en situaciones donde se criticaba, a través del humor, las relaciones de poder con el jefe o con el Estado, el machismo, la violencia. Eran dibujos con pocas palabras que, sin embargo, lograban transmitir mensajes de maneras muy poderosas. Tanto que cuando sus obras comenzaron a ser publicadas en España, cuando todavía estaba vigente la dictadura de Franco, debían llevar un rótulo que las categorizaba “para adultos”.
No era la primera vez que se enfrentaba a la censura. En una entrevista que publica en su página web donde recopila preguntas que le han hecho a lo largo de su vida explica que en 1954, cuando llegó a Buenos Aires a buscar una carrera como dibujante se enteró de cómo funcionaba la opinión en su país: “Chistes con la religión no, con sexo tampoco, con militares no, que atenten contra la familia (que no sé bien qué quiere decir) tampoco. No había un ente censor, pero el secretario de redacción por ahí te decía ‘No, esto mejor lo guardamos’. Era una especie de autocensura, pero se sabía que venía de más arriba”. Eso, para un hijo de una familia española con opiniones muy fuertes en contra del franquismo, lo hizo desarrollar un humor cada vez más ácido e inteligente.
Sin embargo, fue Mafalda la obra que lo convirtió en un autor ícono. Esa niña pelinegra, inteligente, independiente y liberal, que amaba a los Beatles y entendía el pacifismo mejor que muchos adultos, lograba desde su visión infantil hacer profundas críticas sociales que involucraban muchos temas vigentes en los años sesenta –cuando fue dibujada originalmente– como el FMI, las tensiones entre potencias mundiales y la desigualdad. “Me pregunto cómo es posible que yo haya dibujado hace tanto tiempo cosas que siguen pasando hoy”, dijo en el 2004 durante una intervención en la Feria del Libro de Buenos Aires.
Esa atemporalidad de sus dibujos fue clave. Mafalda fue traducida a más de veinte idiomas y convirtió a Quino en un autor conocido para varias generaciones. La historia de este personaje, el favorito para casi todo el mundo, es particular: el primer dibujo de Mafalda fue producto de un encargo para una campaña publicitaria que nunca vio la luz y luego Quino creó una tira cómica alrededor de ella: al principio era simplemente una niña que les hacía preguntas que sus papás no sabían como responderle, pero luego llegaron varios personajes que mostraban distintos ángulos de la sociedad: desde Manolito y sus sueños hipercapitalistas hasta Libertad, la hija de unos bohemios.
En algún momento, apareció la sopa. Era la única comida que Mafalda odiaba y que, según explicó Quino en varias ocasiones, era una alegoría a la dictadura que a los argentinos les imponían.
Mafalda se dibujó desde 1964 hasta 1973. Las tiras 'viejas’ que nunca perdían vigencia seguían publicándose en periódicos de todo el continente y hubo varios libros recopilatorios. Sin embargo, Quino solo le volvió a dar voz en contadas ocasiones: una de ellas fue en 1987, tras el fallido golpe de Estado de 1987 contra el presidente Raúl Alfonsín, cuando apareció una viñeta de Mafalda diciendo: “¡Sí a la democracia! ¡Sí a la justicia! ¡Sí a la libertad! ¡Sí a la vida!”.
Un grito simple que podría resumir la filosofía de ese dibujante que, con sus obras y su pensamiento, marcó a cientos de miles de lectores.