Música
‘Señora’: la conmovedora historia de la canción que inmortalizó a Rafael Ricardo y se quedó para siempre en la historia del vallenato
Su compositor, Rafael Manjarrez, da detalles de esta canción que apareció en 1985 y se convirtió de inmediato en éxito musical.
Se llamaba Doris, era hermosa y de cabello negro. Por lo menos eso dice Rafael Manjarrez, por entonces un joven y tímido compositor, que terminó irremediablemente enamorado de ella, aunque el suyo, lo sabía desde el comienzo, era un amor no correspondido.
Esa fue la semilla de uno vallenatos más cantados y celebrados de la música vallenata: Señora. Una declaración de amor que ha pasado ya por varias generaciones que han sabido cantarla y mantenerla vigente.
“Un verso bien sutil y dirigido, delicado y sensitivo quisiera componer yo”... Manjarrez es su compositor y quien, sin saberlo, fue el culpable de que llegara a la voz de Rafael Ricardo en 1985, quien la grabó junto a Otto Serge, en lo que sigue siendo hasta ahora uno de los dúos más memorables del vallenato.
Hoy muchos recuerdan, con el volumen en alto, este himno al amor pues el folclor del Caribe está de luto: la noche de este miércoles falleció a los 73 años Rafael Ricardo, quien permaneció en la Unidad de Cuidados Intensivos desde el pasado domingo, tras sufrir un accidente cerebrovascular.
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Nacido entre los Montes de María, en el municipio de San Juan de Nepomuceno, Ricardo construyó un capítulo memorable de la música vallenata junto a Serge, con quien lanzó grandes éxitos como El mochuelo, Señora mía y Bendita duda. Pero, sin duda, el más celebrado hasta hoy sigue siendo Señora.
Su compositor contó que, sabiendo ya que Doris tenía dueño, solía pasar por su casa “con la esperanza de verla, hasta que una tarde ella salió a la terraza. La saludé con un gesto y ella me saludó también. Cada vez que pasaba y la veía me acercaba más y más, hasta que nos conocimos y empezamos a ser amigos. Supe entonces que tenía 22 años y que era casada. Pero a mí no me importó”.
Era dulce, bondadosa, simpática, recuerda Manjarrez. “Eso me enamoró. Yo nunca le dije de frente que me gustaba, pero me las daba de galán y le regalaba dulces, le llevaba flores, le entregaba notas… No tenía miedo de su esposo, pero tampoco fue necesario llegar a un encuentro con él porque Doris nunca me paró bolas. ¡Carajo, cómo sufría…! Mi sufrimiento era indecible, uno de esos dolores que solo se viven una vez en la vida”, relata el compositor.
Al cabo de un tiempo, un día tocaron a la puerta de Manjarrez. Era Otto Serge, que por ese entonces estaba buscando canciones para su próximo álbum. “Le habían hablado de mí, preguntó por mi dirección y se apareció en mi casa. Yo le entregué tres canciones completas y una estrofa que había hecho seis meses atrás. La estrofa estaba inspirada en Doris, pero nunca la terminé. Otto se las llevó para grabarlas en Medellín. A los días me llamó para decirme que quería grabar la estrofa y me pidió que completara la composición. Yo no quería, pero él me insistió porque le había gustado mucho, entonces lo hice”.
Cuando salió, la canción fue un éxito rotundo. Era 1985. “Sonaba en todas partes y fue la primera vez que uno de mis vallenatos era cantado por todo el mundo. Para ese entonces, yo me había cambiado de casa y mi amor por Doris, aunque seguía vivo, era más una resignación. No me despedí de ella porque andaba de vacaciones. Cuando quise volver a verla, no la encontré en su casa: se había mudado también. No volví a saber de ella”, cuenta Manjarrez.
Hasta que un buen día, en una fiesta vallenata en la que él mismo estaba cantando, entonó Señora. Al terminar, una muchacha se le acercó y le dijo: “Yo conozco a la mujer que inspiró esa canción”. Manjarrez se quedó frío. “Aparentemente, Doris le había contado que ella era la de la canción. No dudé en pedirle la dirección y fui a buscarla. Toqué la puerta y me abrió. Fue un encuentro hermoso, de muy pocas palabras, de miradas que hablaban”.
Fue en ese momento que empezó su historia de amor con Doris. “Después de todo ese tiempo de rogadera, ella me correspondió. Seguía casada y ya tenía un hijo, pero a mí seguía sin importarme. Así pasaron cinco años felices de encuentros a escondidas en parques, citas en hoteles y escapadas de fin de semana a pueblos de la costa”.
Sin embargo, dice Manjarrez, “un día tomé una decisión. Más bien, el destino tomó una decisión por mí. Pasé en la carrera de Derecho en la Universidad Nacional de Bogotá. Y me fui a la capital. Y como bien dice la gente, amor de lejos, amor de pendejos. Aunque traté de mantener vivo el romance, la distancia fue más fuerte. A duras penas nos llamábamos y, con el tiempo, todo terminó”.
La letra de Señora
Un verso bien sutil y dirigido
delicado y sensitivo
quisiera componer yo.
Le ruego, mi señora, que comprenda
que no sé si usted se ofenda,
pero es mi declaración.
Comprenda que el amor no tiene redes,
no hay nada que lo pueda detener.
Y si usted es la mujer que me conmueve
respeto al dueño que tiene, pero se lo digo a usted.
Pa’ cantar entonces una canción
y que en plena reunión, usted me esté entendiendo.
Y el mensaje que allí mande yo
se quede entre los do’, aunque mil estén oyendo.
Pa’ no herir susceptibilidad,
si ante la sociedad, usted tiene su dueño.
Y sabiendo que me entiende ya,
la cordura guardar hasta cuando sea bueno.
Y cuando la quiera saludar
uso una clave que los dos sabemos.
Con su segundo nombre puedo hacerlo,
quizás diciendo el color de su pelo,
no importa que muchas puedan tenerlo.
Pa’ que se rían cuando usted se esté riendo,
y si es caso, de acuerdo nos ponemos.
Señora, ya sabrá que no es deshonra
ni pecado hacerle sombra a quien no se tiene amor.
Pero guardemos siempre los preceptos,
y que el mundo ignore esto,
es deber para los dos.
Y aunque me esté muriendo por tenerla,
y su actitud me dé la aceptación,
no olvide que hay un hijo ya en su senda
que no merece una afrenta, ni mala reputación.
La verdad es que a mí celos me dan
cuando la veo llegar con su señor marido.
Y sé bien que con él está ya
por prejuicio social, queriendo estar conmigo.
Sabe Dios que si peco es quizá,
por querer sin pensar
un amor tan divino.
Y por eso él considerará
si es malo entonce’ hará
cambiarnos de camino.
Y si yo la quiero saludar
digo su nombre y menciono otro pueblo,
o en una fiesta que nos encontremos,
entono la canción que ya sabemos,
pa’ que se rían cuando usted se esté riendo,
y, si es caso, de acuerdo nos ponemos.