Entrevista
Silvia Corzo revela en SEMANA por qué se alejó para siempre de los noticieros; “no me hace falta la fama”
La bumanguesa dejó la presentación hace cerca de una década y hoy es una exitosa empresaria dedicada al bienestar. En SEMANA confesó por qué decidió retirarse de la pantalla chica y cómo vive esta nueva etapa de su vida.
SEMANA: ¿En qué momento sintió que debía cambiar de vida y dejar de lado su carrera de más de dos décadas como periodista y presentadora en medios tan importantes como Noticias Caracol y CM&?
Silvia Corzo: Creo que tuve dos momentos. El primero fue cuando me enfermé y me di cuenta de que debía hacer cambios en mis tiempos, en el ritmo de vida, la sobreexigencia en el trabajo por el alto estrés que estaba manejando; un estrés que con el tiempo me enfermó. Sentía dolor en las articulaciones y en los músculos; además de eso, me dieron algunos episodios de ansiedad con depresión más o menos como en 2015 o 2016. En ese momento dije: “Quiero dedicarme a dar otro tipo de mensaje”. Porque, realmente, más que periodista o abogada, me considero una comunicadora. Quise dar otro mensaje distinto al de las noticias, más esperanzador, más de bienestar, para que la gente sepa cómo cuidarse a sí misma y que aprenda, como yo, a hacer un alto en el camino.
SEMANA: En redes, algunos le dicen que fue un poco arriesgado dejar una carrera tan consolidada.
S.C.: Esto se dio en el momento adecuado. Yo ya estaba en mis 40 años y sentía que aún me quedaba tiempo, energía y mucho por hacer. No fue un momento en el que dijera: “Uy, no, demasiado tarde. ¿Ahora qué hago?”. Hoy creo que la edad no es impedimento para cualquier cosa que uno se proponga. Simplemente, me dije: “Todavía puedo aprender algo nuevo, todavía puedo volver a empezar, todavía tengo salud, ánimo”. Mi hijo ya no está tan pequeño, así que no me demanda tanto tiempo, tengo una red de apoyo bonita, tengo el tiempo. Y reconozco que, como mucha gente me conocía ya, fue más fácil hablar de esta nueva etapa de la vida. Ya era alguien cercana a la gente. Y eso me ayudó a dejar de lado los temores cuando me preguntaba si había tomado la decisión correcta.
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SEMANA: Eso es casi como empezar de cero. ¿Cómo manejó el miedo de caminar en un terreno desconocido?
S.C.: Da mucho miedo, pero empecé a prepararme para hacer ese cambio varios años antes. Me certifiqué como coaching para poder hacerlo con las técnicas adecuadas y para que la gente entendiera que no estaba en esto por moda u otra cosa. Y que entendiera mi cambio. Era decirle a todo el mundo: ya no hago esto, ya no me verán en televisión o frente a un teleprónter dando noticias. Tenía que demostrar que me había preparado para dar este paso y también podía llegar a ser buena. Fue un trabajo de generar confianza, credibilidad, creer en ti misma. Solo entonces comencé a dar charlas y talleres. No es fácil, porque tenía un trabajo, una carrera, un sueldo, y me le medí a algo en lo que no sabía si tendría estabilidad. Ha sido duro. Siempre me he financiado con mi propio capital y solo en algunas ocasiones con la ayuda de los bancos. Antes de empezar tenía un colchón económico. Pero en este camino empecé de cero, con mis propios ahorros. Invertí en esta nueva vida todo lo que tenía, sin tener certeza de si iba a triunfar o no. Y no me arrepiento de ser emprendedora. Hay meses en los que te va bien, otros no como esperas. Pero estoy feliz con esta versión de mí.
SEMANA: En medio de esta nueva vida, la sorprendió la pandemia. ¿Cómo la vivió?
S.C.: Fue tan terrible como para muchas otras personas. Cuando la pandemia llegó, tenía un contrato con una empresa de comunicaciones y un canal de televisión, donde hacía una sección de tips de bienestar y me pagaban. Y, de un momento a otro, me dijeron: “No te podemos seguir pagando”, al igual que con algunas asesorías y cursos que estaba dando presenciales. Tuve que arreglármelas con mis ahorros. Fueron momentos de angustia, de no saber si podría pagar facturas o las deudas con los bancos. Luego entendí que justo en ese momento de la vida debía aplicar conmigo misma todo eso que dictaba en mis talleres. No dejarme llevar por la desesperanza, mantener la calma. Ese fue el camino. Fue en ese momento que nació mi propio canal de YouTube, en el que hablaba con las personas, les daba tips y herramientas. Eso me sirvió y les sirvió a los demás. En poco tiempo fue creciendo esa comunidad y todo se fue acomodando: las personas solicitaban mis servicios de coaching, los cursos pasaron a ser virtuales y me llamó Planeta para que hiciera el libro, que salió en 2021, sobre tácticas para estar en paz en los momentos difíciles, de crisis.
SEMANA: Varios presentadores han dejado de lado los noticieros por el vértigo que les produce dar malas noticias. ¿Ese fue su caso?
S.C.: La verdad, sí. He aprendido el poder tan grande que tiene el pensamiento sobre las emociones. Todo lo que pensamos genera una reacción química, que es una emoción. Y esa emoción, si perdura mucho tiempo, se termina convirtiendo en un sentimiento o en un estado emocional. Si todo lo que tú ves afuera y de lo que hablas todo el día, es decir, malas noticias, se vuelve tu mundo, tarde que temprano te termina pesando. Empiezas a quejarte del mundo y a experimentar sentimientos de frustración, impotencia, depresión, tristeza, rabia, que terminan devastándote y enfermándote, como fue mi caso. Fue eso lo que me hizo cambiar de vida. De repente, descubrir que mi trabajo me enfermaba, al ser, además, tan demandante, de 24/7, que no me dejaba tiempo para descansar porque siempre tienes que estar alerta.
SEMANA: ¿Qué noticias nunca le hubiera gustado dar?
S.C.: Tuve muchas noticias que no me hubiera gustado contarle a la gente. La muerte de los niños del Colegio Agustiniano me impactó muchísimo, porque soy mamá. Los abusos de menores, eso siempre me dejaba muy afectada, llegaba a casa muy golpeada. La bomba del Club El Nogal, en Bogotá, y algo que me persiguió por mucho tiempo: la guerra en Irak, yo hasta soñaba con eso. Fue muy impactante ver las imágenes que llegaban de las agencias de noticias. Fueron horas y horas de reportar sobre gente muerta, niños huérfanos, devastación.
SEMANA: ¿Extraña la fama que le llegó con la televisión?
S.C.: No, para nada. No me hace falta la fama. Primero, creo que nunca fui tan reconocida y tan famosa como muchos otros presentadores. O por lo menos no lo siento así. Y, como nunca me sentí así, percibo que no hubo ninguna lesión a mi ego. Lo que sí veo cuando salgo a la calle, y me sorprende, es que, a pesar de que ya llevo como ocho años sin presentar noticieros y unos cinco de no estar en la televisión, la gente aún me reconoce y muchos se me acercan y hasta me felicitan, porque les gustaba como yo presentaba las noticias. Entonces, se fue la fama, pero quedó la gratitud de la gente.
SEMANA: Hoy la vemos con un look muy diferente al de sus tiempos en la televisión, con sus canas al natural.
S.C.: No fue algo que planeara. Simplemente, un día me vi al espejo y sentí que esa que se reflejaba no era yo. ¿Por qué me siento tan rara? ¿Qué es lo que me está pasando?, me decía. Empecé a notar que tal vez lo que yo había hecho, esos cambios de mi vida, no se reflejaban en mi apariencia. Porque, claro, para estar en los medios de comunicación tú debes vestirte y tener una apariencia muy exigente. Siempre muy peinada y maquillada. Entonces, cuando me miraba en el espejo, decía: “Si ya no soy la presentadora, ¿por qué me sigo vistiendo y arreglando como ella?”. Y decidí dejarme las canas, me fui enamorando de ellas. Les dije adiós a los tintes, que tanto maltratan el cabello, y abracé esta nueva versión de Silvia Corzo. Ahora sí me siento muy contenta con lo que veo en el espejo.
SEMANA: Hoy la gente la percibe como una coach de bienestar. ¿Qué beneficios tiene esa práctica?
S.C.: La meditación es aquietar los pensamientos. No necesitas estar sentado en posición de flor de loto, sino bajarles el voltaje a la cantidad y calidad de tus pensamientos. Cuando meditas, haces conciencia de lo que piensas y lo dejas ir sabiendo que solo lo retienes en tu mente si quieres. Los pensamientos son alimentados por nosotros mismos y hay que dejarlos salir como si estuvieras desocupando tu mente. Y te permites que llegue información nueva desde un lugar de calma y paz. Meditar es bajar el volumen de los pensamientos, sentir el sol, el viento que llega a nuestra cara, hacer respiración consciente, sentir cómo el aire entra y sale de los pulmones. Con esto, disminuyen el ritmo respiratorio y el cardiaco, le llega una señal al cuerpo de que ya no está alerta, ni estresado ni cansado. Y es ahí cuando aparece la sensación de calma y de relajación.