personaje
Sin arrepentimientos
La vida y la obra de la cantante Édith Piaf vuelven a ser noticia gracias a la película biográfica 'La vida en rosa', que promete ser una de las más premiadas del año.
Con un simple vestido negro, una cruz en el pecho como única joya, los labios reteñidos de rojo carmesí, las cejas pintadas de negro y esas manos de dedos largos, su metro cuarenta y ocho de estatura se hacía aún más obvio cuando aparecía sobre un escenario. Se veía sencilla y pequeña, pero sólo hasta cuando de su pecho retumbaba aquella voz gigante que todo lo llenaba. Ese sonido que obligaba oírla y mirarla con atención mientras actuaba con gestos y movimientos de brazos las desgarradoras historias de amor, dolor y pasión de sus canciones. Esa era Édith Piaf, la mujer que con su música creó la eterna banda sonora de las románticas calles de París. Ahora, casi medio siglo después de su muerte, su nombre vuelve a ser noticia gracias a la película La vida en Rosa, protagonizada por la actriz francesa Marion Cotillard, que se estrena en Colombia el 11 de enero.
"Esta pagado, ya fue barrido, está olvidado/ me importa un carajo el pasado/ Con mis memorias encendí una fogata/ mis penas, mis placeres, ya no los necesito", cantaba Piaf en Je ne regrette rien (No me arrepiento de nada), uno de sus últimos éxitos y quizá la canción con la que mejor se identificó. A pesar de la fragilidad de su cuerpo abatido por una vida de excesos, de adicción al alcohol y a la morfina, de su pequeña humanidad que amenazaba con desplomarse en cualquier momento - como en efecto ocurrió durante varias de sus presentaciones- estrenó esta canción sólo dos años antes de morir. Su pelo alborotado con signos de una calvicie incipiente y su cuerpo jorobado durante sus últimas funciones eran solamente un abreboca de cómo habría de terminar su vida a los 47 años, carcomida por el cáncer y con la apariencia de una mujer por lo menos tres décadas mayor.
Por eso el reto del director francés Olivier Dahan era conseguir una actriz que lograra interpretar a Édith desde su adolescencia hasta los últimos momentos de su vida. Desde el principio pensó en Marion, una mujer de 31 años que, al igual que la cantante, viene de una familia de artistas, pero que, a diferencia de ella, es alta y hermosa. Aun así, gracias a la magia del maquillaje y a una actuación que los críticos han elogiado como una de la mejores de año y de las grandes candidatas al Oscar, su interpretación es tan creíble que parece que en verdad se estuviera observando a la diva francesa en algunos de los más íntimos momentos de su vida. El secreto de Cotilliard fue cantar a todo pulmón a pesar de que su voz no se fuera a escuchar, y sobre todo sentir que era muy bajita.
Cuenta la leyenda que Theó Sarapo, el segundo esposo de Piaf y 20 años menor que ella, la acompañó en su lecho de muerte en su casa de campo cerca de Cannes, en la madrugada del 11 de octubre de 1963. Inmediatamente después del deceso la habría llevado en su carro, a escondidas, de vuelta a su apartamento en París, para que sus seguidores creyeran que la cantante había fallecido en la ciudad que era sinónimo de su nombre, la raíz de su identidad. Ese mismo día falleció también su gran amigo, el poeta e intelectual francés Jean Cocteau, quien habría aumentado la mística de su muerte diciendo como últimas palabras: "La Piaf ha muerto. Puedo morir también".
Desde el momento de su nacimiento, Édith Giovanna Gassion se habría de convertir en mito, pues supuestamente su madre, una cantante callejera, habría dado a luz el 19 de diciembre de 1915 (en plena Primera Guerra Mundial) en unas escalinatas en la 72 rue de Belleville. La pequeña, que era hija de un contorsionista circense, conoció la crueldad de la pobreza desde ese momento. Después de ser abandonada por su madre, su padre la llevó a vivir con su abuela, que manejaba un burdel en Normandía. Allí, entre prostitutas y alcohólicos pasó gran parte de su infancia, la cual se vio aun más atormentada por una ceguera temporal, fruto de una grave conjuntivitis. Su padre la llevó después a vivir en el circo y luego a recoger dinero en las calles mientras él hacía su show para los transeúntes. Fue entonces cuando descubrió la voz que había estado gestándose dentro de ella todo ese tiempo.
La vida de Édith fue rápida e intensa. A los 15 años abandonó a su padre y se fue con su mejor amiga, Simone 'Momone' Bertaut, a buscar dinero en las esquinas, haciendo lo único que sabía hacer, cantar. Antes de los 18 ya había tenido una hija, Marcelle, la cual murió a los dos años, de meningitis, y cuentan algunos biógrafos que se habría tenido que prostituir para pagar el funeral. Al poco tiempo la descubrió Louis Leplee, quien le ofreció un puesto como cantante de su conocido bar y además la bautizó como La Môme Piaf (La pequeña gorrión). Pronto cientos de parisinos comenzaron a acudir en masa a escuchar a este nuevo fenómeno.
Leplee fue asesinado poco después, al parecer por sicarios que en algún momento habrían tenido relación con Piaf. Aun así, su ascendente carrera no se vio truncada. Pronto apareció el músico y empresario Raymond Asso, que la apadrinó y ayudó a dejar atrás sus malos modales. De la mano de la compositora Marguerite Monnot la ayudaron a convertirse en toda una artista. Logró estatus de símbolo nacional gracias a su labor con la resistencia francesa, durante la ocupación alemana en la Segunda Guerra Mundial. Mientras entretenía a los militares nazis, ayudó a prisioneros franceses y músicos judíos a escapar del yugo invasor. Luego vendría la fama mundial que durante los años 50 la convirtió en una de las más importantes cantantes de todos los tiempos, una presencia comparable quizá solamente con la también trágicamente célebre dama del jazz Billie Holiday, quien nació en el mismo año que Édith pero a miles de kilómetros de distancia, en Baltimore, Estados Unidos.
"Nadie tenía tanto amor por la vida, pero al mismo tiempo era autodestructiva físicamente...Todos estábamos dominados por ella. Éramos prisioneros voluntarios en su poder", rememoró el músico Charles Aznavour, quien conoció el éxito gracias a la Piaf y que, además de haber sido su amante, fue su confidente y secretario. Él, al igual que tantos otros hombres, pasó por su vida dejando una marca en su ya maltratado corazón. El más importante fue el gran amor de su vida, Marcel Cerdan, campeón mundial de boxeo de peso medio, que era casado y murió en un terrible accidente aéreo. Su alma nunca logró recuperarse del todo después esa pérdida. Como expresó en Hymne à l'amour (Himno al amor), la canción que le escribió poco después: "Yo renunciaría a mi patria/ yo renunciaría a mis amigos/ si tú me lo pides...Si un día la vida te arranca de mí/ si mueres lejos/ si me amas, importa poco/ porque yo moriré también". Pero aun así, ella dejó claro en todas las historias que cantó, que parecían relatar su propia vida, que a pesar del dolor y la tristeza, lo que importa es atreverse a amar.