Entrevista
“Soy actriz por supervivencia”, asegura Marcela Mar, quien se reta con un nuevo papel en el cine
Marcela Mar llega a las salas de cine en uno de los papeles más retadores de su vida. Recuerda sus orígenes, habla de su hijo actor y de las rumbas bohemias de su infancia.
SEMANA: Siempre ha sido reconocida como actriz, pero desde hace varios años hizo una apuesta como productora con Ganas Producciones. ¿Cómo se siente de nuevo en ese rol?
Marcela Mar: Sí, la gente me conoce por mi experiencia, que ha sido amplia en teatro, en cine y televisión. Este año celebro 32 de carrera. Y hace diez inauguré Ganas Producciones con una obra de teatro, Venus en piel, que fue éxito en Broadway. Sentía la necesidad de explorar otro tipo de historias, de géneros, y retarme en otro tipo de roles. A menudo las mujeres somos muy estereotipadas, se nos retrata llorando por un hombre, o en roles muy predecibles; casi siempre como el accesorio que acompaña al hombre que cuenta la historia y es la voz principal. Quería salir de eso. En mi empresa tenemos un enfoque de género para darles visibilidad a historias con mujeres protagonistas delante y detrás de cámaras. Ese es el espíritu de la empresa, darnos visibilidad las unas a las otras.
SEMANA: En esta otra faceta estuvo de productora con una película colombiana, Mi bestia, que fue muy bien recibida en Cannes.
M.M.: Fue mi primera apuesta como coproductora y con la fortuna de que se estrenó en el Festival de Cine de Cannes este año. Algo surreal para mí. Decía: “Dios mío, ¿qué está pasando?”. Luego, con la directora ganamos el premio a mejor película latinoamericana en Chile. Es muy meritorio porque se trata de una película autoral, rara, distinta. Celebro que las mujeres nos arriesguemos a explorar géneros. Como lo hizo también Mariana Saffon, que ganó a mejor corto con Entre tú y Milagros en el Festival de Cine de Venecia en 2022, donde también participé. Es importante apoyar a esas voces femeninas, las nuevas creadoras. Y aportar para que la gente regrese a las salas de cine. Muchos no saben que por cada boleta que compran el 5 por ciento va al Fondo Nacional del Cine Colombiano para que se sigan produciendo estas películas.
SEMANA: Precisamente, desde este jueves llegó a las salas de cine con Uno, entre el oro y la muerte, en la que hace un papel sorprendente. Aparece escena tras escena. ¿Cómo le llegó a las manos?
M.M.: Ha sido maravilloso, porque raras veces como actriz profesional te dan la oportunidad de interpretar a Esmeralda y ser la voz principal de la historia, ser la heroína. Es un personaje femenino con mucha sustancia y eso es algo que está cambiando en la industria. Es un personaje que me llega en un momento de madurez profesional y mucha solidez actoral.
SEMANA: ¿Cómo se preparó para ser una voz que nunca desaparece en la historia?
M.M.: Hay que leer muchas veces el guion. A mí me gusta hacer como una partitura, la misma de un músico. Hago mi partitura actoral para entender por dónde está transitando el personaje. Y me preparo con mi coach, con el que llevo trabajando hace muchos años. También trabajé con un preparador de actores. Me entrené con ellos en lo físico, en las reflexiones, en los movimientos. Es algo que me quedó del teatro, donde uno prueba distintos caminos. Trabajé 12 horas por día, a full, porque estoy en las 113 escenas del guion. Fueron cinco semanas de rodaje.
SEMANA: Hablemos de sus orígenes en la actuación. ¿Cómo es eso de que sus papás le vieron madera para ser actriz siendo una adolescente algo indisciplinada?
M.M.: Es verdad. Lo que pasa es que mi padrastro y mi mamá vieron en mí dotes histriónicas y me metieron a estudiar teatro a los 8 años en el Teatro Nacional. Tuve la fortuna de que mi primera profesora fuera nada más y nada menos que Fanny Mikey. Ese mundo me ayudó a canalizar esa indisciplina y esas ganas de llamar la atención. Encontré un espacio lúdico en donde podía jugar, divertirme. Y ese espíritu me sigue acompañando hasta hoy. Sigo pensando que en actuación todo es un juego que uno se toma en serio. Al final, estamos jugando a ser otros, contando historias para que los espectadores se entretengan, se emocionen, reflexionen.
SEMANA: ¿Y cómo fue tener de maestra a Fanny?
M.M.: Fue un regalo de la vida. Era una mujer que te motivaba a desarrollar la imaginación y la creatividad. Una mujer muy alegre, una tromba a donde llegaba. A ella le debo mi amor infinito por el teatro, ese fue su mayor legado en mi vida.
SEMANA: Con semejante maestra era inevitable que se hiciera actriz, ¿no?
M.M.: Sí, pero también influyó el ambiente que viví en mi casa. Recuerdo mi infancia con una mamá que era una modelo muy exitosa, que se casó con un padrastro que fue uno de los precursores del rock en este país.
SEMANA: Sí, el gran Augusto Martelo.
M.M.: ¡Sí! Entonces, con mi hermana vivíamos en un ambiente de mucha bohemia, de muchas fiestas, porque mi padrastro era bajista. Y muchos de los que llegaban a rumbear eran actores. Crecí viendo a Diego Álvarez, Luis Fernando Montoya, Celmira Luzardo, Constanza Duque, Carmenza Gómez, Margarita Rosa de Francisco. Conocerlos me influenció en este mundo, sobre todo en el teatro, donde he podido explorar primero como actriz y luego como productora. Luego llegó a mi vida la televisión, que me regaló un nombre, viajar por el mundo y la posibilidad de sacar adelante a mi hijo, porque me hice mamá muy joven.
SEMANA: Un hijo, Emiliano Pernía, que también le sigue los pasos como actor.
M.M.: Sí, hoy tiene 24 años y se formó en España. La primera vez que lo llevé al cine tenía 3 meses. Él nació en Estados Unidos, yo vivía en Miami. Me acuerdo de que había un festival de cine francés al que quería ir. Y cogí a mi chino recién nacido, compré la boleta, me senté en el teatro y me lo enganché en la teta. Le dije: “Calladito, vamos a ver esta película”. Y el niño se supo comportar. De ahí en adelante siempre lo llevaba al cine. Y él absorbió desde la barriga ese mundo y la pasión por el cine. Cuando ya tenía 2 años, me salió lo de Pedro, el escamoso y me tocaba llevarlo al set. Ahora que hicimos la segunda parte de la novela Miguel (Varoni) me recordó que una vez él se quedó jugando con Emiliano en un parque para que yo pudiera grabar una de las escenas. Ha sido bonito ver a Emiliano crecer como actor, ya lo han visto en Netflix, está en Pickpockets: maestros del robo como protagonista. Ahora se le puede ver en The Killer, compartiendo escena con Michael Fassbender en la última película de David Fincher.
SEMANA: ¿Y, al crecer al lado de Martelo, no la picó en algún momento el tema de la música?
M.M.: A mis 12 años me regalaron una guitarra eléctrica con un miniamplificador. Pero me pusieron a un maestro que buscó enseñarme música con las canciones más difíciles del rock. Y era una niña todavía, hoy creo que debí empezar por algo más suave; entonces, como que no, finalmente no desarrollé el trabajo por el instrumento, pero sí muy buen oído y eso me ha servido mucho como actriz. Creo que si me tocara cantar para alguna producción lo podría hacer.
SEMANA: ¿Es verdad que en esas fiestas conoció a Cerati y Charly García?
M.M.: Sí, esos dos personajes estuvieron en mi casa, es que mi infancia fue como de película. Llegó Charly, que venía a un concierto en Bogotá; era amigo de mis papás. Y, como buenos roqueros, los encuentros eran a la madrugada. Era gracioso, a mi hermana y a mí nos acostaban a dormir todas arregladas y peinadas. Y en las madrugadas nos despertaban: “Levántense que ya llegó Charly”. En otra oportunidad llegó Cerati.
SEMANA: ¿En qué momento decidió abrazar la actuación como un oficio?
M.M.: La verdad, me tocó hacerlo por supervivencia. Mi madre y mi padrastro se separaron. Fue muy doloroso y mi madre se fue del país a mis 19 años. Y Augusto decidió también reconstruir su vida. Yo me quedé un poco sola. En ese momento, me escogieron para protagonizar Sin límites y es ahí cuando empecé mi carrera profesional. Simplemente, tuve que hacerlo para salir adelante, subsistir, pagar mi manutención. Me hubiera gustado ir a la universidad, pero no tenía los medios. Me hubiera gustado mucho estudiar literatura o artes plásticas o arquitectura.
SEMANA: Ese papel de Sin límites la puso en el centro de la escena.
M.M.: Después de hacer Sin límites me gané todos los premios de actriz revelación. La gente empezó a reconocer mi talento y eso me impulsó a seguir. Después quedé embarazada, tuve un hijo a los 21 años; entonces, no tuve la oportunidad de ahorrar y estudiar. Solo me quedaba seguir adelante, trabajar. Creo que un poco la carrera me eligió a mí. En un momento dije: “¿Qué estoy haciendo?, ¿para dónde voy?, ¿qué tipo de historias quiero contar?”. Y empecé a estudiar con Juan Carlos Coraza, a tomar seminarios, talleres, para pulir mi criterio artístico y a pensar en contar mis historias y llevar mi mensaje.
SEMANA: Los tiempos han cambiado y supongo que sus inicios en la televisión fueron difíciles. ¿Cómo fue tratar de encajar en esa industria?
M.M.: Eran los años noventa. Yo estaba sola en Bogotá queriendo hacer una carrera y salir adelante. Para encajar me puse prótesis mamarias, era lo que se esperaba de las actrices, de una mujer en televisión en los años noventa y más si querías ser protagonista, lograr reconocimiento y sacar a mi hijo adelante. Las tuve durante muchos años, más de 20. Era como si el talento no fuera suficiente y uno debía corresponder a esos modelos estéticos. Era un requisito para poder pertenecer. Pero cuando comencé a hacer una deconstrucción de mí misma me dije: “¿Qué es lo que estoy haciendo?”. Me empecé a rebelar contra eso y decidí hacerme una explantación mamaria. Hoy, a mis 45 años, creo que por más que se trata de un medio visual uno debe respetar su cuerpo y no todo vale para poder encajar. Unas tetas no te definen.
SEMANA: En redes sociales es muy activa y también muy crítica con lo que ve en el país. ¿Qué lectura hace?
M.M.: Como empresaria de cine y teatro, como gestora cultural, creo que ha sido un error no darles importancia a los empresarios ni el lugar que merecen. Se les olvida que la empresa privada es muy importante para el desarrollo económico de un país. Es un error sacarlos corriendo y generar oposición contra ellos. La misión de un presidente es administrar un país y gobernar para todos, y eso nos incluye a los empresarios. Ya está bueno de un presidente que genere divisiones. Lo que necesitamos son liderazgos en donde lo que se busque es sumar valor. Y la empresa privada sí que sabe de eso.