PERFIL

Un hombre llamado Brigitte

'Tabú', un polémico programa de Nat Geo, mostró a Brigitte Luis Guillermo Baptiste, un (a) respetado (a) profesor (a) universitario (a) que dice no tener género definido. Nació hombre, se viste de mujer y se mueve entre lo femenino y lo masculino.

31 de mayo de 2010
Tiene dos tatuajes: una sirena en el brazo izquierdo y una representación del ‘Nacimiento de Venus’ de Botticelli en la espalda.

El ejercicio del taller de pedagogía consistía en ponerse en los zapatos de alguien que siempre hubiera soñado ser. Uno a uno, los compañeros de Luis Guillermo escogieron políticos, artistas o deportistas famosos. Hasta que llegó su turno, y dijo casi sin pensarlo: "A mí me hubiera gustado ser una mujer". Era la primera vez que el estudiante de Biología confesaba que se sentía como una joven atrapada en el cuerpo de un hombre. Y, para su sorpresa, nadie se lo reprochó. "Ese día comprendí que el mundo no se me venía encima si aceptaba que no estaba a gusto conmigo misma", cuenta Luis Guillermo Baptiste, o Brigitte, como prefiere esta prestigiosa ecologista que la llamen desde hace 10 años, cuando decidió que lo suyo era verse como la mujer que siempre se había sentido.

Brigitte Luis Guillermo Baptiste, como se llama ante la ley desde que cambió su nombre, es la subdirectora científica del Instituto de Investigación de Recursos Biológicos Alexander von Humboldt y una de las profesoras más respetadas de los últimos tiempos en la Facultad de Estudios Ambientales de la Universidad Javeriana de Bogotá. Como no le gusta que la encasillen, nunca responde cuando le preguntan si es hombre o mujer. Y tampoco le importa. "Realmente transito a través del género. Soy un ser en movimiento y me siento muy libre así". Por eso le da igual que le digan señor o señora, él o ella.

Su vestido azul encendido de falda corta, sus aretes compañeros, sus implantes de silicona en el pecho y su pelo rubio cepillado contrastan con su voz gruesa, su pronunciada manzana de adán y cierta torpeza para caminar con tacones altos. Una imagen que para los más conservadores resulta agresiva y hasta insultante. "Pero es tan bueno en lo que hace que después de escucharlo por cinco minutos a todos se les olvida cómo se ve -opina Jerónimo Rodríguez, coordinador del programa de política y legislación del Humboldt-. Es muy enriquecedor trabajar con él. Es muy inteligente y tiene la capacidad de ejemplificar temas científicamente muy complejos con casos sencillos. Es metódico, preciso y sobre todo muy respetuoso".

Un respeto que ella también espera de los demás, pues convertirse en Brigitte fue un proceso más que espinoso: durante años se lo negó a sí misma, luego decidió que moriría con su secreto y, después de pensarlo mucho, terminó por aceptarlo. "Desde muy chiquita aprendí a las patadas que cualquier persona diferente es identificada y eliminada, -asegura-. Cuando nació Brigitte me di cuenta de que parte de esos miedos estaban en mi cabeza, de que yo había actuado en contra mía. Pero también reconozco que si cuando estaba en el colegio hubiera gritado que quería ser mujer, habría podido terminar trabajando de manera obligada en una peluquería o de travesti en la 15".

Empezó a vestirse de niña a los 6 o 7 años. No sabía bien por qué, pero quería ser como las niñas mayores de bachillerato y no como los adolescentes rudos "que jugaban a ver quién descollaba más". Le atraían la moda que veía en las revistas Cromos y Cosmopolitan, la naciente diva Amparo Grisales y las fotos de travestis internacionales en El Espacio, periódico que compraba a escondidas. Todavía recuerda que Christine Jorgensen, conocida como la primera persona que se sometió a una cirugía de cambio de sexo, respondió para ese diario una pregunta que a ella le repiten constantemente: ¿A qué baño entra, al de hombres o al de mujeres?

Luis Guillermo no se sentía capaz de aceptar en ese momento que a él le gustaría entrar al baño que estuviera más vacío. Para reprimir esos sentimientos que entonces parecían pecaminosos, se refugió en el estudio, en el arte (pintaba retratos de sus compañeras) y en la lectura de ciencia ficción: "Una válvula de escape en la que todo es posible". Se graduó de biólogo porque entonces no existía la carrera de Ecología, fundó una ONG que duró siete años, y vivió con diferentes comunidades indígenas del Amazonas que lo llamaban señora por su pelo largo, y con campesinos de los páramos boyacenses que se daban la bendición al cruzarse con él.

Al contrario de lo que muchos piensan al verla, Brigitte Luis Guillermo nunca sintió atracción por otros hombres. Siempre tuvo una fijación por lo femenino en todas sus expresiones. "Para el común de la gente sería más fácil aceptarlo si dijera que es homosexual, dice Diana Maya, directora de la maestría en Desarrollo Rural de la Javeriana, quien lo conoce hace siete años. Como no lo es y se sale de los formatos tradicionales, muchos le tienen cierto rechazo. Lo mejor de todo es que el menos preocupado por las críticas o comentarios es él".

'Bap', como lo llaman sus amigos de infancia, tuvo su primera novia a los 25 años, pero un viaje de ella al exterior forzó su separación. Por eso cuando se ganó una beca para un posgrado en Estudios Latinoamericanos en Florida decidió irse con su pareja de entonces, con quien se casó.

En Estados Unidos se encontró con una cultura mucho más liberada que la colombiana, en la que los homosexuales, las lesbianas y los transexuales tenían todas las facilidades para tener una vida común y corriente. Aunque alguna vez consideró la posibilidad de hacerse la operación de cambio de sexo, le parecía un "salto al vacío", pues tenía una relación con una mujer que no era consciente de todo lo que él pensaba y sentía.

El matrimonio terminó cuando volvieron a Colombia. El fin de la relación coincidió con la muerte de su hermana, lo que lo sumió en una profunda depresión y lo hizo reflexionar sobre su futuro: "Pensé: ¿Qué estoy haciendo? Esta vida es muy corta como para yo no ser quien quiero ser: una mujer".

Fue entonces cuando a los 35 años Luis Guillermo, ya vinculado con el Instituto Humboldt y profesor de la Javeriana, universidad de sacerdotes jesuitas que siempre lo han respetado, pasó a ser Brigitte. Adoptó el nombre de su referente femenino por excelencia, Brigitte Bardot, y su película Dios creó a la mujer. Primero se pintó el pelo, después las uñas y, poco a poco, fue comprando carteras, aretes y vestidos. En medio de ese proceso conoció a su actual esposa, Adriana, con quien se fue a hacer un doctorado en Barcelona y tuvo dos hijas que hoy tienen 8 y 6 años. Las niñas han sido criadas en una casa donde no hay roles y el género no importa. Su papá es su papá así no sea del todo el hombre de la casa.

Para su sorpresa, pocos han sido los que se han burlado de él en la cara o lo han ofendido. Recuerda que lo escupieron en el metro de Barcelona. También que un compañero de colegio de sus hijas les dijo alguna vez: "Mi papá dice que no puedo jugar con ustedes porque su papá es gay, una porquería". Entonces Brigitte habló con el niño y caso cerrado. De resto todo ha sido comprensión. Sus jefes no han pasado de una broma bien intencionada; para sus alumnos el biólogo interesante opaca al "bicho raro"; su mamá no le da importancia al tema, y su papá, a quien describe como un clásico bogotano, lo único que le dijo alguna vez fue: "¿Y usted sí puede caminar con esos tacones?".

"De Luis Guillermo admiro hoy lo que he admirado siempre: la capacidad de ir más allá, de salirse del molde, de pensar diferente. Es un innovador social en lo personal y en lo profesional -dice Juan Camilo Cárdenas, profesor de Economía de la Universidad de los Andes y amigo del alma de Baptiste-. Su testimonio me sirve para educar a mis hijos y mostrarles que sí se puede ser diferente en un país tan intolerante".

Y así, viviendo la vida entre lo masculino y lo femenino, Brigitte Luis Guillermo Baptiste, de 46 años, es una eminencia en temas relacionados con la ecología que da laureadas conferencias internacionales sobre biodiversidad, recoge las notas de sus hijas en el colegio y les explica a taxistas incrédulos que está mucho más cuerdo, o cuerda, de lo que ellos imaginan.