INSPIRACIÓN
Un indocumentado en Princeton
Harold Fernández, un paisa de 52 años, es un respetado cirujano cardiovascular que salva vidas cada día en los hospitales Southside y Nortwell de Nueva York. Fernández llegó a los Estados Unidos a los 13 años en un bote pequeño arriesgando su vida por estar junto a sus padres. Por estos días circula en Colombia un documental sobre su vida. SEMANA revive un relato sobre su historia.
Viajó a los 13 años en un bote para llegar desde las Bahamas hasta Miami en Estados Unidos donde le esperaban sus padres, inmigrantes colombianos indocumentados. Tres décadas después, Harold Fernández es un brillante cirujano cardiovascular, graduado con honores de la Facultad de Medicina de la Universidad de Harvard.
Para llegar a Harvard, pasó por la también prestigiosa universidad de Princeton, a donde ingresó con documentos falsos para encubrir su condición de indocumentado.
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Pero su dedicación a lograr excelencia le abrió las puertas para regularizar su situación migratoria y alcanzar el sueño que albergó desde la infancia de algún día llegar a ser un médico.
"Creo que fue el producto de una serie de pasos muy pequeños", dijo Fernández a BBC Mundo al hablar del éxito que ha logrado en los últimos 30 años.
"Yo siempre desde muy pequeñito quería ser doctor", agregó el médico, quien nació de una familia muy pobre en Medellín y hoy es cirujano cardiovascular del hospital St. Francis en Roslyn, Nueva York.
"La gente no creía que iba a ser posible, porque había tantas barreras. Por eso era algo que yo mantenía secreto", indicó.
Un sueño distante
Sus padres -que llevaban tres años viviendo en EE.UU., mientras los dos niños eran cuidados por sus abuelas- trabajaban en fábricas textiles en la localidad de Jersey City y su desenvolvimiento académico en la escuela primaria fue muy pobre al principio, llegando incluso a ser amenazado de ser expulsado si no dejaba de pelearse con sus compañeros de clase.
No obstante, "por el hecho de ver a mi padre y a mi madre trabajando tan fuerte, llegó el momento en que yo también empecé a trabajar más fuerte", recuerda Fernández.
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No sólo trabajó como repartidor de periódicos sino que también empezó a dedicarse a los estudios.
El esfuerzo en ambos campos le rindió frutos. Ya en sus años de secundaria, recibió premios por ser un buen repartidor de diarios y obtuvo una beca para estudiar en un centro de estudios politécnico tras elaborar un programa de computadoras para estudiantes con problemas de química y de física.
"Al ver la posibilidad de tantas oportunidades eso me hizo esforzarme más", aseguró.
Excelentes notas
Con excelentes notas al graduarse de la escuela secundaria, y en contra del consejo de su asesora que le instaba aplicar a universidades "más fáciles", Fernández solicitó entrada a los mejores centros de estudios superiores de EE.UU.: Yale, Brown, Cornell, Princeton.
"Yo apliqué (solicité ingresar) a estas universidades porque eran mis sueños. Me aceptaron a todas y terminé yendo a Princeton". Dr. Harold Fernández, cirujano cardiovascular en Nueva York
"Yo apliqué (solicité ingresar) a estas universidades porque eran mis sueños. Me aceptaron a todas y terminé yendo a Princeton", indicó.
Una sola dificultad: "No tenía papeles, ni residencia; no tenía la tarjeta de social security (seguro social)".
La solución fue obtener una tarjeta falsa en el mercado negro, y con ese documento fue que entró en 1985 a uno de los centros de estudios de mayor renombre en el mundo.
Pero al principio del segundo semestre, la administración de la universidad le pidió los originales de sus documentos migratorios. Fernández pensó que había llegado al fin de su sueño.
Sin embargo, había obtenido notas muy buenas durante los primeros seis meses de estudios universitarios y Fernández buscó la ayuda de su profesor de Literatura Latinoamericana, Arcadio Díaz-Quiñones, quien a la vez apeló al entonces presidente de la universidad, William G. Bowen.
Pecados perdonados
Los pecados le fueron perdonados a Fernández y la universidad no sólo le ayudó a obtener visa de estudiante y le otorgó becas para que continuara sus estudios, sino que ayudó a sus padres a regularizar su situación migratoria en el país.
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"Yo tuve la suerte de que el presidente de Princeton era una persona con una visión muy progresista", aseguró Fernández.
Hoy Fernández se maravilla de poder "solucionar problemas relacionados al sistema cardiovascular" y recomienda a los jóvenes indocumentados que viven en EE.UU. "que sigan luchando, que no usen el hecho de no tener documentos para parar de luchar y parar de progresar".
Mientras, su madre Ángela expresa la satisfacción que siente por lo que ha logrado su hijo.
"Yo siento mucha alegría y felicidad, porque mi hijo ha salido adelante gracias a sus esfuerzos y, gracias a Dios nuestro señor, él está donde está", expresó.