CIENCIA

Un médico barranquillero habría desarrollado un medicamento efectivo contra el coronavirus

El doctor Carlos Alberto Riveros, radicado en Miami, creó un tratamiento contra la covid-19 que ha resultado efectivo en más de 80 personas. Actualmente adelanta los pruebas clínicas para poder aprobarlo.

7 de noviembre de 2020
El doctor Riveros prefirió realizar la investigación en Colombia, porque quiere que el medicamento salga en el país.

El doctor Carlos Alberto Riveros comenzó a estudiar el coronavirus cuando su primer paciente falleció por los efectos. Se trataba de un señor de 82 años al que atendía desde una década atrás y con quien mantenía una relación tan cercana que conocía a su esposa y lo consideraba su amigo. Por eso, cuando vio cómo se deterioraba tan rápido sin poder hacer nada para evitarlo, lo invadió un sentimiento de impotencia y frustración. “Nadie sabía qué hacer, prácticamente esperábamos a que la gente muriera. Así que empecé a investigar casi obsesivamente todo lo que había salido sobre el virus y sobre el anterior SARS, el de 2008”, cuenta.

Este barranquillero, graduado en la Universidad Militar Nueva Granada y especialista en medicina interna, ha trabajado gran parte de su vida profesional en Miami. Allá tiene su clínica, llamada United Medical Specialties, en donde trabaja como director médico e internista. Por eso, a mediados de marzo, le tocó ver de primera mano cómo el virus mandó a la unidad de cuidados intensivos a cientos de personas. Aun así, cada vez que llegaba a su casa luego de una extenuante jornada se sentaba en su comedor y leía, muchas veces hasta el amanecer, todo lo que podía sobre este y otros virus similares. Sabía que en algún lado había alguna información que lo ayudaría a tratar mejor a sus pacientes.

Unos tres meses después de seguir esa rutina, y en un momento de inspiración a las tres de la mañana, algo le llamó la atención. “Cogí dos artículos diferentes y los comparé: y en ese momento entendí lo que tenía que hacer. Empecé a escribir, a hacer anotaciones y saqué una combinación de dos medicamentos que habían sido efectivos antes, pero modificados en su estructura química, con la que creía que podíamos combatir el virus en su etapa temprana”, recuerda. Él siempre ha ejercido como médico clínico y no como investigador, pero intrigado por su idea pidió materiales por Amazon y empezó a elaborar el potencial medicamento.

Su análisis se basó en las enzimas ACE2, presentes en las vías respiratorias, que sirven como receptoras para que los virus como la covid-19 ingresen en las células del organismo. Varios estudios demuestran que este es bastante contagioso debido a que una de sus proteínas tiene la propiedad de cambiar genéticamente, lo que le permite pegarse mucho más fácilmente a las células. Así que, con su compuesto, el doctor Riveros busca evitar que las partículas virales utilicen el ACE2 para replicarse, lo que impediría que el virus avance.

En el papel su idea funcionaba, pero tenía que demostrarla en la práctica. Duró dos semanas con el potencial medicamento armado, sin atreverse a probarlo en una persona infectada, hasta que, debido a un accidente en la uci, quedó expuesto sin mascarilla ni protección a un paciente con el virus.

Alcanzó a asustarse y a pensar que estaba condenado a morir, como había pasado con varios colegas, y entonces decidió usarlo él mismo. Inhaló el compuesto (la idea es aplicarlo con nebulizaciones) y no tuvo ningún síntoma. Eso le dio mayor confianza. Más adelante, un amigo infectado lo llamó para consultarle cómo proceder, y no aceptó su recomendación de internarse en un hospital. Entonces, él le sugirió probar el compuesto tras explicarle que se trataba de algo experimental. Su amigo aceptó y en 48 horas ya no tenía síntomas.

Desde ese momento, comenzó a darles el compuesto a familiares y amigos cercanos, algunos de ellos graves. Él les pedía hacerse tomografías en los pulmones, las pruebas de covid-19 y medir la saturación antes y después de usarlo, y tuvo resultados increíbles: de 88 personas positivas para el virus y con síntomas, todas salieron adelante. Algunas, como Maritza Martínez, quien sufre de asma, alcanzaron a ahogarse y a perder el habla, pero dos días después de las nebulizaciones ya estaban bien.

Esa y otras experiencias de pacientes mucho más graves animaron a Riveros, aunque él sabía que solo podía probar que su idea funcionaba al practicar las pruebas clínicas completas. Primero, buscó a alguien que avalara su proyecto. “Yo estaba enamorado de mi idea, pero sabía que podía ser muy subjetivo y tenía que encontrar a alguien externo, que la mirara objetivamente. Y me recomendaron al profesor Geoffrey Ling de la Universidad Johns Hopkins”, recuerda.

Desarrolla la investigación con Cimedical, el centro de investigaciones del doctor Juan José Jaller, en Barranquilla, que también adelanta el estudio de la vacuna de Johnson & Johnson en Colombia. Actualmente, esperan aprobación del Invima.


Ling, al inicio, le dijo que no tenía tiempo de revisar su idea porque tenía otras 300 represadas, pero una semana después lo llamó. “Esto es increíble, ha estado ahí todo el tiempo, pero nadie lo ha visto”, le dijo, y le pidió comenzar el estudio para aprobarlo con todas las de la ley. Pero le advirtió que buscara otro laboratorio, porque en Johns Hopkins había fila de investigaciones sobre el coronavirus. Así, Riveros decidió hacer el estudio en Colombia.

Contactó a Cimedical, el centro de investigaciones médicas del doctor Juan José Jaller, en Barranquilla, que también lleva a cabo estudios para la vacuna de Johnson & Johnson, y comenzaron a trabajar en la aprobación del medicamento para comercializarlo en el país. Primero, pasaron por un comité de ética, que hizo varias recomendaciones que tuvieron en cuenta. Luego, inscribieron el estudio en clinicaltrials.gov, en el que se encuentran las investigaciones serias sobre el tema, y después lo radicaron en el Invima. Actualmente, esperan que el instituto les haga las observaciones pertinentes para comenzar las pruebas clínicas.

Para eso tendrán que conseguir 60 voluntarios y los dividirán en dos grupos: a unos les darán un placebo, y a otros, el potencial medicamento. Y después efectuarán todas las mediciones de carga viral para verificar la efectividad. A eso le sumarán un test llamado RNA mensajero subgenómico a fin de identificar si el virus sigue replicándose activamente. Si ambas pruebas salen bien, podrán comercializar el medicamento, lo que les permitirá buscar cómo producirlo masivamente. En paralelo, y con ayuda de Geoffrey Ling, adelantan gestiones para presentarlo ante la FDA, la autoridad sanitaria de Estados Unidos.

Todo, hasta ahora, lo paga con sus propios recursos y la ayuda de varios amigos. Es costoso, pero vale la pena: si las cosas salen bien, su idea se convertirá en un medicamento colombiano que les permitirá a los médicos del mundo combatir el virus. Él sabe que nada está garantizado hasta que terminen las pruebas, pero, como dice, “hay una luz de esperanza y al menos la estamos encendiendo”.