Libro
Vicente Fernández: la vida de un ídolo de carne y hueso
En la biografía El último rey, la escritora argentina Olga Wornat describe la vida del ídolo de la ranchera que jamás se ha contado: sus infidelidades, el secuestro de su hijo, los nexos con el narcotráfico y mucho más.
Lo difícil en esta vida es nacer. ¿Morir? A todos nos va a llevar la chingada”, decía Vicente Fernández en las entrevistas. Y a él le tocó hacerlo este 12 de diciembre a los 81 años, el día de la Virgen de Guadalupe, de quien era devoto y a quien le cantaba sin falta Las mañanitas. Se fue de este mundo en un hospital, a donde fue llevado hace cinco meses luego de sufrir una caída en su famoso rancho de Jalisco, Los Tres Potrillos, bautizado así por sus tres hijos, Vicente, Gerardo y Alejandro. A Alejandra, sobrina de él y su esposa Cuquita, la adoptaron como suya desde que era bebé. Ante la caída, los médicos lo sometieron a una cirugía de columna que lo dejó pegado a un respirador desde agosto.
Dos días antes de que Chente sufriera el accidente, la escritora argentina Olga Wornat entregaba el capítulo final de El último rey, una biografía no autorizada del cantante de rancheras. Al enterarse del percance, detuvo la edición para escribir un epílogo.
Esa obra acaba de ver la luz, pero de una autora de libros rigurosos como Felipe, el oscuro (sobre el expresidente Felipe Calderón) y La jefa: vida pública y privada de Marta Sahagún de Fox (esposa de Vicente Fox) no puede esperarse que el resultado sea una biografía condescendiente con él ni mucho menos un cuento de hadas, sino un recuento sin filtros de su vida. “Quise contar la historia del hombre detrás de esa leyenda que logró juntar en el Zócalo a mucha más gente que Shakira o cualquier otro grupo de rock”, dijo al diario El País.
Tal vez por esa razón el libro comienza con uno de los episodios más dolorosos para este charro mexicano, nacido el 17 de febrero de 1940 en Huentitán El Alto, a las afueras de Guadalajara, Jalisco, y del que nunca quiso hablar. Se trata del secuestro de su hijo Vicente junior el 13 de mayo de 1998 a los 33 años, cuando ya estaba casado y era padre de cuatro hijos. Era el primogénito que nació prematuro y sobrevivió de milagro, pues sus padres, muy pobres en ese momento, lo cuidaron en una caja de cartón que sirvió de incubadora. Cuando supo del secuestro, el Charro de Huentitán, el símbolo del macho mexicano, el patriarca de la dinastía más célebre de México, se rajó.
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“Las lágrimas se deslizaron por su rostro”, cuenta la autora. A pesar de la tragedia, Vicente padre siguió con sus giras durante los 121 días de secuestro, porque esa fue la exigencia de los captores. De lo contario, lo mataban. Pidieron hasta 10 millones de dólares, pero se transaron por 5 millones. A Vicente junior le cortaron dos dedos durante el cautiverio, lo que le generó estrés postraumático.
Aún no lo supera. Hasta el día de hoy sigue sospechando que su hermano Gerardo tuvo algo que ver con ese episodio, según la autora, “por el dinero y por maldad”. De hecho, por todas las entrevistas a miembros de la familia, Gerardo sería un psicópata, una persona sin empatía, capaz de las peores cosas.
El hijo calavera
Gerardo es el hijo menos público de Vicente y Cuquita, pero, según la biografía, es el personaje más oscuro del clan Fernández. Tiene una mala relación con sus hermanos, cuenta con nexos con el narcotráfico y es señalado como quien recibirá la fortuna que dejó Chente y que, de acuerdo con el portal Celebrity Net Worth, asciende a 25 millones de dólares.
Todo es producto de su carrera musical, sus películas y otros negocios, como la venta de trajes de charro, un tequila cuya botella edición limitada cuesta 100 dólares y la cría de caballos. Según Wornat, Gerardo no es artista ni forma parte de la farándula, sino que dedica su vida a los negocios y a los temas económicos de la familia. Es el más ambicioso.
“Para llegar a Vicente, tienes que hablar con Gerardo. Pero ten cuidado, porque Gerardo es peligroso”, le dijeron sus fuentes. Los cantantes y grupos cercanos a la familia le temen. En uno de los capítulos del libro, revela que internó a su hermano contra su voluntad en una clínica de rehabilitación para proteger la herencia de su padre.
También sugiere Wornat que Vicente padre y Gerardo fueron vinculados con lavado de activos por la DEA y la Policía de España durante su gira de despedida en 2016. Investigaban un desvío de 5 millones de dólares de dicha gira. Vicente padre se salió por la tangente al decir que no tenía que ver con eso, pues él no cobraba, pero, según el libro, Gerardo confió esto en Andrés Barco, “un personaje turbio y especialista en lavado de dinero a quien Gerardo llevó al rancho y quien fuera padrino de la hija de Vicente. Eso ensució la gira de despedida de Chente. Es muy difícil creer que un personaje de su talla vaya a cantar y no cobre”, dijo la autora al diario El País.
Para ella, Chente sabía, aunque se hizo el de la vista gorda. Su objetivo no es criticarlo, sino explicar que era un sujeto prisionero de su época. Los carteles necesitan vincularse con lo popular, con los cantantes, como lo hizo Pablo Escobar. Wornat recuerda que, en un libro escrito por el hijo de José Gonzalo Rodríguez Gacha, este asegura que Vicente Fernández y Juan Gabriel fueron a cantar en un cumpleaños en Colombia.
Cuentan sus fuentes que, durante el secuestro de Vicente junior, el cartel de Sinaloa, a través de Gerardo, les ofreció asesinar a todos los secuestradores, pero el padre se negó. También dice que Nacho Coronel, quien cayó abatido por el ejército en 2010 en Jalisco, era muy amigo de Gerardo y le compraba caballos. “¿Cómo Chente no podía saber esto?”, afirmó.
Una piedra en el camino
Otras grandes tragedias fueron los fallecimientos de dos grandes amigos en el lapso de una semana: Federico Méndez y Felipe Arriaga. El primero se suicidó y al otro lo mataron. También sufrió la muerte de su padre, que era alcohólico y tenía arranques de violencia con su madre. A pesar de todos esos infortunios, Vicente Fernández se propuso desde muy chico ser como su ídolo, Pedro Infante, y no solo lo logró a punta de golpear puertas, sino que lo superó. Con cara viril y con una seducción natural, supo explotar el concepto del macho latino. También sentía orgullo de su fama de mujeriego y conquistador.
Su esposa, María del Refugio Abarca, prototipo de la mujer mexicana de la época, sin voz ni voto, le aguantó todas las infidelidades. De todas se enteró y le causaron gran humillación. Aun así, después de la larga relación con la actriz Patricia Rivera, Cuquita lo recibió en casa y lo perdonó, todo con tal de sostener a su familia. La pareja se conoció cuando ambos eran muy jóvenes y pobres.
En la primera parte de la vida tuvieron que aguantar la miseria indescriptible. A ella le costó mucho tener hijos y perdió a cuatro en el camino. “Vivió con muchos dolores, y gran parte de los problemas de salud que tiene ahora son producto de los sufrimientos que tuvo con él”. Pero gracias a su vozarrón y su talento, la familia rompió el esquema de que quien nace pobre muere pobre.
Chente no tenía filtros y por eso sus declaraciones públicas ocasionalmente lo metieron en problemas. Como cuando dijo en 2019 que se había negado a un trasplante de hígado, porque temía que el órgano donado pudiera provenir de una persona gay o un drogadicto. También fue claro en manifestar que no soportaba a Juan Gabriel por ser homosexual y detestaba a un hombre que lloraba. Se atrevió a enfrentar al mismísimo José Alfredo Jiménez por una mujer, Alicia Juárez, última pareja del compositor mexicano. Lo de Juan Gabriel, Wornat lo achaca a su machismo, pero también a su espíritu competitivo.
Ante el libro, la familia Fernández acusó a Wornat de difamación, aunque ella asegura tener cómo probar lo que dice. Son secretos a voces que todos sabían, pero no se atrevían a contar. “Yo creo que a los ídolos hay que contarlos como seres humanos que son, con sus virtudes, claroscuros y tropiezos”.
A pesar de este recuento azaroso y de que la vida de este grande se apagó, nadie espera que su voz deje de sonar. Sus canciones ya son del mundo y todos las quieren como himnos. Como él mismo decía, “mientras no dejen de aplaudir, el Chente no dejará de cantar”.