Realeza
“Voy a mandar a alguien para que te mate”: así odiaba Lady Di a Camilla, quien ahora es la reina consorte de Inglaterra
Unos audios muy subidos de tono revelaron la traición del entonces príncipe hacía la princesa. Le dijo que quería ser un “tampón” que ella llevara puesto.
La infidelidad del ahora rey Carlos III con Camilla Parker fue el elemento que más hizo sufrir a Lady Di en su vida de princesa llena de dolores y desdichas. Pero quizás no hubo un episodio más escabroso que cuando se filtraron unos audios en los que dos tortolos se expresaban su pasión sin reservas. “No puedo soportar un domingo por la noche sin ti (…) No puedo comenzar la semana sin ti”, le decía Camilla y el ahora rey le respondía: “¿Y qué pasa conmigo? El problema es que te necesito toda la semana, todo el tiempo. ¡Dios mío! ¡Si pudiera vivir metido en tus pantalones sería mucho más fácil!”.
Y la conversación subía aún más de tono: “¿En qué te vas a convertir? ¿En unas bragas? Vaya, ¿así que te vas a convertir en unas bragas?”, respondió Camilla entre risas, a lo que Carlos agregó: “Dios no lo quiera; en un tampón. ¡Eso estaría bueno!”. En medio de esa conversación, varias veces se dijeron te amo.
Para esas épocas, Camilla Parker era la gran villana del cuento. “Voy a mandar a alguien para que te mate”. Así eran los mensajes que le dejaba Lady Di a Camilla, en medio de su siniestra disputa por Carlos y cuando el mundo estaba convencido de que ella era la “puta, rompe matrimonios y adúltera” (palabras de amigos de Camilla), culpable de la desdicha de la princesa.
Hoy, está sucediendo lo impensable entonces: la supuesta mala de la película está sentada en el trono donde todos querían ver a la fallecida Diana.
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El camino hasta aquí ha sido una novela sobre sexo y monarquía, que habría tenido un desarrollo quizá menos trágico de no ser porque Carlos no fue decidido hace 51 años, cuando se enamoró locamente de Camilla, tras ser presentados por su amiga Lucía Santacruz. Se conectaron al instante porque compartían el gusto por la caza.
Según la biógrafa Penny Junor, al príncipe lo cautivó que ella reía con ganas, y de las mismas tonterías que él, y que no lo trataba como al hijo de la reina, sino como a cualquier otro joven. Su tío favorito y mentor, lord Mountbatten, le había recomendado a Carlos que tuviera todas las amantes, pero que para casarse eligiera a una joven de la alta nobleza, virgen y dócil. Camilla no era nada de eso, pero el príncipe abrigaba la ilusión de que convencería a su familia de aceptarla. A todas estas, no le había revelado a Camilla lo ‘tragado’ que estaba de ella, quien, por su parte, lo usaba para darle celos a su novio, Andrew Parker Bowles.
Estaba ciega de amor por este rubio que era lo que se conocía como un deb’s delight, o delicia de las debutantes, por ser el más guapo y arrollador. Además, su familia tenía las mejores conexiones con la realeza, a tal punto que fue paje de la reina en su coronación y preferido de la reina madre. Empero, el fogoso Andrew le rompió mil veces el corazón a Camilla, pues se acostó con todas sus amigas. De otro lado, tenía un romance con la princesa Ana, hermana de Carlos. Aun así, seguía empeñada en casarse con él, de manera que es dudoso que le hubiera dado el ‘sí' al príncipe.
En últimas, Andrew y Camilla y fueron al altar en 1973, en una boda a la que asistieron la reina madre, Ana y otros parientes de la reina. Carlos no la olvidó, así que se hizo amigo de su esposo, no salía de su mansión medieval de Bolehyde Manor, y apadrinó a su hijo mayor, Tom.
Para 1978, harta de las infidelidades del marido, ella se hizo amante de Carlos. Parker Bowles estaba orgulloso de que su esposa fuera la querida del futuro rey. Cuando sus deberes con la corona lo obligaron a comprometerse con Lady Di, Carlos la presentó a los Parker Bowles y los cuatro hacían planes juntos.
En principio, Diana apreció la amistad de Camilla. Sin embargo, cuando él le confesó que habían sido amantes, hubo en ella un cambio brutal, se obsesionó para siempre con su rival y así arrancó el infierno por todos conocido.
Camilla, mediante la biógrafa Junor, se quejó de que jamás nadie ha querido su versión. Para ella, Diana se casó por interés, “le coqueteó al príncipe e hizo hasta lo imposible para ser lo que él quería que fuera”. Ella y Carlos también aprobaron que en el libro se dijera que Diana era “deshonesta, loca, paranoica y mala madre, porque no les ocultaba sus amantes a sus hijos, William y Harry”.
Camilla también lamenta el infierno que vivió tras la muerte de Diana, que la apodó ‘la Rottweiler’, cuando la saña pública se exacerbó y afectó su salud. Por eso, el día de su boda, en 2005, no quería levantarse, convencida de que la iban a abuchear. No fue así, pero no se vio exenta de gestos como el de la reina, quien solo estuvo en la recepción diez minutos.
Camilla Rosemary Shand nació el 17 de julio de 1947 en East Sussex, en el seno de una familia de clase alta, que se preciaba de que su bisabuela, Alice Keppel, había sido amante, de 1898 a 1910, de Eduardo VII, tatarabuelo de Carlos. Su padre, Bruce Shand, era un oficial del Royal Army, en tanto que su madre era hija del barón Ashcombe y la que aportó la fortuna.
Educada en su patria, en Suiza y en Francia, muy pronto tuvo claro que lo suyo era convertirse en una señora bien y de campo. Ahí donde se le ve, fue la debutante más apetecida, en pleno swinging de Londres. En 1989, al ver lo deprimido que Carlos estaba por su matrimonio con Diana, sus amigos, los Van Cutsem, hicieron que se volviera a ver con Camilla.
El entorno del príncipe afirma que fueron las infidelidades de la princesa las que lo devolvieron a sus brazos. Se ha dicho que en ella Carlos encontró lo que Diana no le dio, pero hay otra verdad y es que Camilla le brindó el amor y atención que la reina Isabel y su esposo Felipe, fríos y distantes, nunca le mostraron. Al contrario de él, Camilla creció querida y mimada, en especial por su padre, por cuya influencia se volvió una devoradora de libros. Tal es la clave de la salud emocional que ella le ha aportado al rey.
Tras la boda hace 17 años, Carlos contrató a un asesor de prensa, Mark Bolland, para mejorar la imagen de Camilla. Ella, astutamente, hizo amigos en la prensa, comenzando por los que más habían contribuido a su mala fama, como el Daily Mail. También se ayudó, dijo Bolland, no buscando protagonismo. En 2006, solo el 21 % de los británicos deseaban que fuera nombrada reina consorte. La semana pasada, a los dos días de la muerte de Isabel, 53 % pensaba que sería una buena reina.
El cambio se operó, asegura The Times, porque los súbditos empezaron a conocer a la verdadera Camilla. Si tuvo una estrategia, fue ser ella misma: una señora simpática, que saluda desde el ministro hasta el aseador, y el único miembro de la familia real que no se niega si le piden una selfi en la calle. “¿Por qué no?”, responde.
Quienes la conocen aseguran que es la mejor persona para tener en una crisis, porque anima a no exagerar las reacciones. Es tan calmada que no se atemorizaba con el fantasma que acechaba en su mansión. La que alguna vez fue considerada “la mujer más perezosa de Inglaterra”, se volvió una activista muy ocupada contra la violencia intrafamiliar y sexual. Eso le sumó puntos ante el público, lo mismo que su exitoso club de lectura.
Es en casa, no obstante, donde ha hecho su mejor labor, afirman los cronistas de realeza, pues se le atribuye “haber hecho de Carlos un ser semifuncional”. En otras palabras, él depende absolutamente de Camilla, la única con el poder de frenar sus frecuentes furias. Si ella no está, él no oculta su aburrimiento y molestia.
Asimismo, confía en su criterio para todo y compensa con su ayuda la ingenuidad que se le achaca al nuevo rey. Sus allegados afirman que está contenta de asumir su trabajo a los 75 años y con aceptación entre la gente, pero sabe también que los rescoldos de desprecio jamás se extinguirán.