GENTE
Yina Calderón: la obsesión por la (im)perfección
Esta es la historia de la influenciadora, DJ y empresaria colombiana que ha sembrado controversia por los numerosos e invasivos procedimientos con los que sueña ser una muñeca Barbie.
Cerca de medio millón de personas siguen las cuentas de Yina Calderón en redes sociales. Instagram le ha cerrado tres veces su perfil, pero ya abrió una cuarta página oficial, circunstancia que para esta mujer de treinta años apenas es una prueba de Dios que “coloca batallas fuertes a sus mejores guerreros”, según sus propias palabras.
Una de esas cuentas, que Yina maneja, expone a la perfección su personalidad; esa que ha formado desde que el país la conoció como una aspirante a actriz, hace nueve años, cuando su aspecto físico estaba lejos de ser el paradigma de la belleza de las protagonistas de telenovelas, y su vida personal y luchas internas eran un auténtico ‘culebrón’, como en América Latina suele llamarse a las tramas de las novelas.
Esa cuenta, que ya acumula 63.7000 seguidores desde su primera publicación, el pasado 27 de diciembre, se llama Yina Calderón Barbie (@yinaacalderonbarbie), perfil que arroja indicios de la obsesión de la influenciadora, DJ y empresaria colombiana por tener el cuerpo de la muñeca gringa, que desde hace más de 60 años se convirtió en el ícono —casi que inalcanzable— de la perfección del cuerpo de la mujer.
Allí, Yina ha subido 28 publicaciones, fotos o videos de todos sus procedimientos estéticos, única forma de lograr la transformación que pretende. Es difícil, incluso para los expertos investigadores de la Fiscalía que determinan mentes, personalidades y comportamientos, determinar el perfil de sus seguidores.
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Habrá quienes lo hacen motivados exclusivamente por el morbo, pues las fotos y la imagen de la influenciadora impactan, y a nadie dejan indiferente. Otros, a la luz de los miles de likes y comentarios, probablemente la sigan como si se tratara de un faro o un modelo de vida. En la era de la internet, las redes sociales y el matoneo que con frecuencia se ve en ellas y en la vida real, no falta quien tenga a Yina Calderón como su referente, con el riesgo de adquirir el valor para imitarla.
Fue en esa cuenta donde Yina publicó un selfi-video en el que le dio la cara al país desde la cama de una clínica en Bogotá, dando parte tras su más reciente cirugía estética, de la que aunque se practicó con la certeza de que sería exitosa, comprobó los riesgos que rondan los quirófanos cada vez que se practican procedimientos invasivos, como a los que se sometió esta opita, pero criada en Bogotá, para alcanzar el cuerpo de la Barbie.
Puede que el viacrucis que padeció la semana pasada también lo asuma como una prueba que Dios le puso en el camino, pero los dolores que seguramente sigue cargando en todo su cuerpo no la hicieron renunciar a su obsesión por la perfección que para muchos parece, al menos, enfermiza.
Cambio extremo
Yina Marcela Calderón Ome nació hace treinta años, el 12 de julio de 1991, en Oporapa, un pueblo de menos de 15.000 habitantes llamado el pesebre del departamento del Huila. Sus padres, Leonel Calderón y Merly Ome, se vieron en la necesidad de radicarse en Bogotá; en la capital, Yina se crio junto a sus hermanas Claudia, Juliana y Leonela.
Saltó a la fama en 2013, cuando siendo estudiante de Derecho en la Universidad Gran Colombia fue seleccionada para participar en la segunda temporada del reality Protagonistas de Nuestra Tele, versión con que el canal RCN revivió el concurso Protagonistas de novela, uno de los más sintonizados entre 2002 y 2004.
Yina ingresó a la Casa Estudio en buena parte ante el reclamo de televidentes y seguidores del programa que, tras el éxito de sus dos primeras temporadas (2010 y 2012) y en las que se convirtió en el más visto de la historia con una media de tres millones por capítulo, exigieron la presencia de participantes de la vida real y ajenos al mundo de la televisión, como era el espíritu inicial. El canal fue incluyente y vinculó dos outsiders. Yina, una de ellas.
Fue la más polémica entre los otros 15 participantes con los que compitió, a quienes señalaba de discriminarla por su aspecto físico. Su temperamento explosivo la llevó a enfrentarse con algunos de ellos, y el que sostuvo con Juver Bilvao (a la postre, ganador del reality) selló su suerte en la casa estudio. Le arrojó un cuchillo que, aunque no le causó heridas, mereció la tarjeta roja. Salió de la Casa Estudio por la puerta de atrás, pero prometió no quedar en el olvido.
Meses después reapareció, primero como emprendedora, dueña de una marca de fajas de yeso, luego como DJ de guaracha y música electrónica, y posteriormente siendo influenciadora con más de medio millón de seguidores, si se suman los que acumula en las cuentas personales y empresariales que administra.
Su paso por la pantalla chica fue traumático, por lo que muchos apuntan que definió su personalidad. Convivir con hombres y mujeres con cuerpos más atractivos y esbeltos pudo haber marcado la obsesión de Yina Calderón por lo que ella considera la perfección, el cuerpo de la Barbie, la famosa muñeca creada por Ruth Handler de la empresa de juguetes Mattel (Estados Unidos), y que desde 1959 se convirtió en el estereotipo de la belleza del cuerpo femenino.
Solo esto explica que una persona se someta al dolor de procedimientos invasivos y a la tortura de múltiples cirugías, la única fórmula para alcanzar una silueta ‘perfecta’.
Por eso, hoy Yina Calderón no es ni la sombra de lo que era hace tres lustros, cuando festejó sus quince años con chanclas en lugar de zapatillas, y con una fiesta humilde y sencilla, pues por aquellos días el palo no estaba para cucharas en su hogar.
Sobre las cirugías estéticas a las que se ha sometido hay tanto de mito como de realidad. Sufrió por los rellenos de biopolímeros en sus nalgas, se sometió a un implante de cadera, al retiro de sus costillas flotantes, a perfilación del rostro, rinoplastia, prótesis mamarias (primero grandes y luego más pequeñas) y hasta a un procedimiento para adquirir piel de porcelana.
Esta última semana de enero, en un video que publicó en sus redes sociales, Calderón explicó las razones para someterse a una cirugía tras otra. Quedar diferente, incluso utilizó la palabra “anormal”. Por eso aguanta el dolor en el quirófano e invierte millonarias sumas de dinero en el bisturí.
“No nos hablemos mierda, cuando uno se opera quiere ver el cambio, que digan ‘juepucha, qué cambio’, ‘mírela cómo está de marcada’. Yo quería algo que quedara anormal, no sé qué piensan ustedes, pero someterse a este dolor y la platica para que uno quede normal, yo sí quería, pero ha sido complejo”, dijo en una de sus publicaciones, cuando terminó internada en la clínica Shaio luego de sufrir complicaciones respiratorias tras la más reciente intervención estética a la que se sometió.
El impasse, con toda seguridad, no fue suficiente para persuadir a Yina de renunciar a su obsesión por la perfección de su cuerpo. Meses atrás, la DJ y empresaria de fajas informó su decisión de convertirse en “una muñeca de verdad”, para lo que tenía que someterse al menos a diez cirugías, incluidas la del retiro de las costillas flotantes y las inyecciones en las caderas, a las que precisamente se sometió el pasado fin de semana.
“Me hice esas cirugías porque uno es vanidoso y uno quiere verse mejor. La de los senos la necesitaba, tenía un seno más caído que el otro, y el abdomen yo quería quedar con cintura como de muñeca, y así sucesivamente”, explicó.
Las Barbies
Yina no es la primera mujer que sueña con ser la ‘Barbie humana’. En Colombia, la paisa Tatiana Murillo tuvo su cuarto de hora hace un par de años cuando salió en los programas de chismes luciendo las cirugías que la habían llevado a tener una figura semejante a la de la muñeca de la casa Mattel y que provocó el grito en el cielo de más de uno cuando le regaló a su hija, menor de edad, una cirugía de nariz.
Valeria Lukuyanova (Moldavia, 1992) ha sido la mujer en el mundo que mejor ha llevado el mote de la Barbie humana, quien desde 2012 se convirtió en un auténtico fenómeno de las redes sociales. Ha pasado la mayor parte de su vida perfeccionando su apariencia para verse sexi, como la famosa muñeca, por lo que ha llevado los estándares de belleza a niveles extremos.
Cirujanos de todo el mundo la han analizado y han señalado las partes de la cara y el cuerpo que en su criterio han sido alteradas, pero la modelo rusa, que siempre denigró del apodo que le impusieron, solo admitió haberse sometido a un implante de senos, a diferencia de Yina, quien habla sin tapujos de sus cirugías y las reivindica.
El trastorno
La ciencia encontró explicaciones a esta obsesión en la psiquiatría, pues en la lista de trastornos mentales se incluyó la dismorfofobia —trastorno dismórfico corporal—, definida como la percepción exagerada de un defecto físico imaginario, leve o incluso invisible a los demás.
Quienes padecen esta patología sufren la alteración del aspecto personal, que los puede conducir a realizarse numerosas cirugías estéticas sin quedar satisfechos, ante la inconformidad con la imagen reflejada en el espejo. Hombres y mujeres, principalmente en la etapa de la adolescencia, son las potenciales víctimas de este trastorno.
Es probable que Yina sea la colombiana que más se haya dejado enredar por las redes de este trastorno, o cómo explicar que sacrifique tanto dolor tras pasar horas en un quirófano solo por mejorar su imagen, aunque su transformación genere impacto y hasta rechazo entre quienes ven sus videos y fotografías.
“Dios coloca batallas fuertes a sus mejores guerreros —insiste Yina—, pero vamos con toda”. Al parecer, la obsesión de esta mujer de treinta años está lejos de llegar a su fin. O cerca, cirugía tras cirugía.