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Guerra aplazada

Mientras la comunidad internacional suspira aliviada ante la concesión iraquí, George W. Bush sigue preparándose para el conflicto.

23 de septiembre de 2002

"Son juegos tácticos". Fue lo único que atinó a decir Washington ante la inesperada decisión iraquí de aceptar la semana pasada el regreso a su país de inspectores de armas de destrucción masiva de la ONU. El presidente estadounidense, George W. Bush, estaba determinado a atacar Irak cuanto antes, para provocar un cambio de liderazgo en el segundo país con mayores reservas petrolíferas del mundo. Pero quizás ante las críticas que una acción unilateral produjo en el mundo, el presidente se apartó del parecer de los halcones de su gobierno y buscó el apoyo de la ONU. En un discurso que sonó a chantaje, Bush exhortó a la organización a que demostrara que no era un organismo superfluo, y que para ello usara todos los medios para contrarrestar la amenaza que supone el arsenal iraquí.

Aunque el chantaje tuvo efecto, no fue el que Estados Unidos esperaba. El lunes 16 de septiembre el viceprimer ministro iraquí, Tarik Aziz, dirigió una carta al secretario general de la ONU, Kofi Annan, en la que su país aceptaba el retorno incondicional de los inspectores internacionales para "acabar de una vez por todas con la impresión de que su país tiene un arsenal nuclear". La carta presentaba la decisión como un primer paso para cumplir con todas las disposiciones de la ONU y que ésta empezara a considerar un levantamiento de las sanciones económicas que pesan sobre Irak. Aziz también criticó la obsesión estadounidense de derrocar a Saddam Hussein y acusó a la potencia de buscar la guerra para colocar un gobierno títere que le permita controlar la explotación de petróleo.

Pero según Washington la verdad es que Saddam Hussein no ha hecho más que burlarse de las determinaciones de la ONU durante los últimos 10 años, y el anuncio de su voluntad de cooperación no es más que una patraña para seguir retrasando una inminente invasión hasta después del invierno boreal. Stephen Zunes, el editor de Oriente Medio para Foreign Policy in Focus, dice que es probable que la impresión de Washington de que Hussein está tratando de ganar tiempo sea cierta. Por eso Bush habría decidido presionar a la ONU para que emita una nueva resolución en la que se ordene el regreso de los inspectores en el mínimo de tiempo y se autorice el uso de la fuerza en caso de incumplimiento. Para Zunes "lo que Estados Unidos quiere es un cheque en blanco para invadir. Por eso espera una nueva resolución de la ONU tan exigente, que a Irak le sea imposible cumplirla a cabalidad"

Por eso, para varios analistas las inspecciones no son más que un pretexto para cumplir su antiguo propósito de derrocar a Hussein. "Bush Jr. ha dejado claro que lo que quiere es un cambio de régimen en Irak, lo que es claramente ilegal," dijo a SEMANA el profesor de derecho internacional Francis Boyle.

De hecho, la reacción de Washington ante el anuncio de Irak confirmaría tales hipótesis. Mientras países como Rusia aplaudían la decisión de Hussein y los 'buenos oficios' de la ONU que habrían salvado al mundo de una guerra al imponer la diplomacia al uso de la fuerza el gobierno del francés Jacques Chirac se sumaba al decir que ya no eran necesarias nuevas resoluciones del consejo de seguridad.

Pero Washington preparaba una nueva ofensiva. Así, el 18 de septiembre Bush y su secretario de Defensa, Donald H. Rumsfeld anunciaron que buscarían que el Congreso aprobara una resolución para usar la fuerza contra Irak, aunque la ONU no se decida a buscar nuevas resoluciones. Al cierre de esta edición no se conocía el contenido de dicha resolución ni el futuro que le esperaba. Sin embargo, dada la cohesión patriota que impera en el Senado estadounidense desde el 11 de septiembre, es casi seguro que Bush logrará la mayoría necesaria para cualquier empresa. Al mismo tiempo que ocurrían estos movimientos políticos, los desplazamientos de tropas a bases como la de la isla Diego García también seguían su curso. Mientras Hussein y Aziz lucían victoriosos y la paz salvada, en Washington el ambiente seguía siendo de guerra.

Si bien Estados Unidos no cedió ante el reciente anuncio iraquí, y los preparativos para una intervención unilateral siguen vigentes, la movida de Saddam Hussein complicó por ahora de una forma inesperada el esfuerzo estadounidense por conseguir apoyo internacional para su ofensiva. La revista británca The Economist decía con algo de sarcasmo que los consejeros más guerreristas de Bush deberían estar reprochándole su acercamiento a la ONU con un "te lo advertimos, si metes a la ONU en el asunto, Saddam te saldrá con uno de sus viejos trucos" Y en efecto, hasta que las inspecciones no fracasen y quede probada la supuesta mala fe de Hussein, Estados Unidos no tendrá ninguna justificación para intervenir unilateralmente. Como dijo a SEMANA el analista independiente John Quigley, "Esta oferta de Irak dificulta un ataque estadounidense. Es poco probable que Norteamérica inicie una invasión a gran escala de Irak de inmediato. Sólo si las inspecciones no funcionan, Estados Unidos podrá atacar tranquilamente".