Economía

Por si le interesa comprender lo que pasa en Europa

Cuando todo parecía que la Unión Europea veía la luz al final del túnel de la crisis económica con el paquete de medidas acordado en Bruselas la semana pasada, el anuncio de un referéndum en Grecia desató un terremoto político que podría incluso terminar con el primer ministro Yorgos Papandreu fuera del gobierno.

4 de noviembre de 2011
Reuters | Foto: Reuters

En el seno de la Unión Europea ya no se da por seguro que el euro es un club en el que se entra para no salir.

El primer ministro griego se tambalea y se vislumbra en el horizonte un gobierno de unidad, mientras los ciudadanos se quedaron sin referéndum al tiempo que le empiezan a ver las orejas al lobo de quedarse fuera de la UE.

El Banco Central Europeo, el que para muchos tiene el poder para arreglar la crisis, de momento sólo baja los tipos de interés.

Y el mundo observa preocupado una situación que a menudo genera muchos interrogantes y pocas respuestas.

BBC Mundo le cuenta qué dicen y cuál es la posición de los protagonistas de una crisis que podría terminar hiriendo de muerte al proyecto europeo y desencadenar consecuencias de alcance global.

La Unión Europea: se rompe el tabú

La Unión Europea parece haberse salido con la suya al evitar que el primer ministro griego llevara a referéndum el paquete de rescate de la Eurozona.

Ante el anuncio del referéndum por parte de Papandreu, no ocultaron su disgusto, y lo más importante, rompieron el tabú de la inquebrantabilidad de la zona euro, un club al que se entraba y del que no se salía.

O eso decían. Porque pese a haber dejado claro que no quieren que Atenas deje de formar parte del bloque, aseguran, tampoco están dispuestos a ser sus rehenes. "Cumpla las reglas de la Eurozona o váyase", dijo el presidente francés, Nicolas Sarkozy.

Eso fue un giro en lo que había sido su discurso y el de la canciller alemana, Angela Merkel, de que harían todo lo posible para mantener a Grecia dentro del euro.

Pero la presión sobre Grecia no se limitó a advertencias. Tanto Sarkozy como Merkel dejaron claro que la UE no desembolsaría los US$11.000 millones del último tramo del paquete de rescate ya aprobado.

La condición: que terminaran con la incertidumbre acerca de las nuevas medidsas aprobadas en octubre.

El gobierno griego: entre dos frentes

El primer ministro griego, Yorgos Papandreu, se juega su cargo en una moción de confianza parlamentaria el viernes por la noche en la que en principio cuenta con una ajustada mayoría absoluta.

La sesión llega en medio de un clima de enorme turbulencia política después de dar marcha atrás en seguir adelante con su idea de llevar a referéndum el paquete de rescate acordado en Bruselas.

El anuncio desató un terremoto político que puso en evidencia que ni siquiera en sus propias filas contaba el jefe de gobierno con los apoyos necesarios. Y su posición se tambalea hasta el punto de que está por verse si le cuesta el cargo.

Como apunta el editor para Europa de la BBC, Gavin Hewitt, la apuesta de Papandreu partía de su creencia de que la mayoría de los griegos no se arriesgarían a votar contra el paquete de rescate.

"Pero los acontecimientos lo superaron. Dentro de poco podríamos estar hablando del exprimer ministro", comenta Hewitt.

Además del anuncio de una diputada de que se pasaba a la oposición si el primer ministro mantenía su idea de referéndum, lo que le haría perder la mayoría absoluta, la voz cantante contra la consulta la llevó el ministro de Finanzas, Evangelios Venizelos.

Según el titular de la cartera de Economía griega, si Bruselas se niega a transferir el último tramo del paquete de rescate, Atenas no podrá pagar los salarios a los funcionarios a partir del 15 de diciembre.

El pueblo griego: las orejas del lobo

La celebración de la retirada definitiva de los planes de llevar adelante un referéndum, para muchos una locura en términos económicos, es también el fin de lo que otros vieron como el valiente gesto de darle la voz al pueblo.

Lo que criticaban los que ahora celebran la marcha atrás de Papandreu es que, metidos en una espiral de protesta cotidiana contra los planes de austeridad que consideran impuestos desde Europa y el Fondo Monetario Internacional, los griegos pudieran llegar a rechazar el nuevo paquete.

Pero el terremoto político que ha sacudido Grecia esta semana deja también un legado que, para Hewitt, es probablemente el más significativo: un cierto cambio de actitud en la población.

Es difícil de constatar de forma incontestable, pero sí parece que los griegos le han visto las orejas al lobo cuando ante la firmeza de Alemania y Francia se enfrentaron a la posiblidad de dejar no ya el euro sino la Unión Europea.

Frente a esa tesitura, la mayoría de los griegos no desería quedar fuera de Europa.

Así es que en las calles ya se puede ver un cierto cambio. No es que no sigan indignados y frustrados con los recortes, pero, como un editorial de un conocido diario dijo, "miraron al abismo y no les gustó lo que vieron".

El economista italiano Mario Draghi se estrenó al frente del Banco Central Europeo (BCE) con una rebaja del 0,25% de la tasa de interés oficial, que en la zona euro está ahora en el 1,25%.

Esa era una larga exigencia de numerosos economistas que no quiso escuchar el anterior gobernador del BCE, Jean Claude Trichet, más preocupado por un supuesto riesgo de inflación.

Sin embargo, lejos del recalentamiento de la economía asociado a una subida de precios, a lo que se enfrenta la Eurozona es a una recaída en la recesión.

A la hora de actuar, aseguran los analistas, el problema es que el BCE no es un banco central al uso. No en vano, es el emisor de una moneda de 17 países con economías tan diversas como la exportadora Alemania o la estancada España, que entre otras cosas tienen 17 políticas fiscales diferentes.

Un banco central griego o español probablemente devaluaría la moneda, algo que no está en el interés de Alemania. Un banco central al uso compraría deuda pública al gobierno, como hace la Fed en Estados Unidos, pero eso el BCE lo tiene prohíbido por el Tratado de Lisboa y Alemania no quiere oír hablar de ello, también, porque puede crear inflación.

Estados Unidos y China, las dos mayores economías del mundo, observan con preocupación los problemas de la Unión Europea, que si se cuenta en conjunto cuanta con un Producto Interno Bruto incluso mayor que el de ellos.

Obama en Cannes

Obama se reunió con los líderes de la Eurozona en Cannes.

En la cumbre del G-20, el presidente de EE.UU., Barack Obama, expresó su interés por la situación europea, hasta el punto que se unió a la cena de trabajo que celebraron los líderes de la zona euro.

En comparecencia conjunta con Sarkozy, Obama insistió en que su país "seguirá siendo un socio de los europeos de cara a resolver estos desafíos".

Pero no es a Washington a donde miran los europeos sino a Pekín. Bruselas quiere que China invierta en el Fondo Europeo de Estabilización Financiera (FEEF), una de las claves del rescate.

Pero desde Pekín no llegan muy buenas noticias. El economista jefe y vicepresidente del Banco Mundial, Justin Yifu Lin, cree que resolver la crisis es tarea de los propios europeos.

"Como dijo el presidente Hu Jintao, el problema es de los países europeos y la responsabilidad primera es de los europeos. China puede ayudar un poco, pero la responsablidad principal descansa en Europa".

Antes, el vicepresidente chino, Li Yong, había dicho que la intención de su país es trabajar con el Banco Mundial y el FMI para ayudar a Europa, lo que va en la línea de las reticiencias mostradas desde un principio a la idea de invertir directamente en el FEEF.

Otro observador cercano –literalmente– es el Reino Unido.

El gobierno británico se prepara incluso para lo peor, que colapse la moneda única de sus socios de la Unión Europea, a la que pertenece aunque mantiene la libra como divisa.

El ministro de Economía británico, George Osborne, reveló que su país cuenta con planes de contingencia para el caso de que se derrumbe la economía a la que van destinadas al menos el 40% de sus exportaciones.

Sin dar detalles de estos planes, Osborne dijo que los miembros de la Eurozona tienen que cumplir con sus deberes a la hora de salvar el euro.

"El resto del mundo, lo que incluye al Reino Unido pero también países como China y Japón, también tienen que asegurar la estabilidad del sistema económico internacional. Y eso incluye al FMI".

De hecho, afirman los analistas, lo que saldrá de la cumbre del G-20 es más FMI, que verá cómo los países más ricos y las economías emergentes apuestan a aumentar su capacidad de acción con más fondos.

El Banco Central Europeo

El economista italiano Mario Draghi se estrenó al frente del Banco Central Europeo (BCE) con una rebaja del 0,25% de la tasa de interés oficial, que en la zona euro está ahora en el 1,25%.

Esa era una larga exigencia de numerosos economistas que no quiso escuchar el anterior gobernador del BCE, Jean Claude Trichet, más preocupado por un supuesto riesgo de inflación.

Sin embargo, lejos del recalentamiento de la economía asociado a una subida de precios, a lo que se enfrenta la Eurozona es a una recaída en la recesión.

A la hora de actuar, aseguran los analistas, el problema es que el BCE no es un banco central al uso. No en vano, es el emisor de una moneda de 17 países con economías tan diversas como la exportadora Alemania o la estancada España, que entre otras cosas tienen 17 políticas fiscales diferentes.

Un banco central griego o español probablemente devaluaría la moneda, algo que no está en el interés de Alemania. Un banco central al uso compraría deuda pública al gobierno, como hace la Fed en Estados Unidos, pero eso el BCE lo tiene prohíbido por el Tratado de Lisboa y Alemania no quiere oír hablar de ello, también, porque puede crear inflación.

Los demás miran preocupados

Estados Unidos y China, las dos mayores economías del mundo, observan con preocupación los problemas de la Unión Europea, que si se cuenta en conjunto cuanta con un Producto Interno Bruto incluso mayor que el de ellos..

En la cumbre del G-20, el presidente de EE.UU., Barack Obama, expresó su interés por la situación europea, hasta el punto que se unió a la cena de trabajo que celebraron los líderes de la zona euro.

En comparecencia conjunta con Sarkozy, Obama insistió en que su país "seguirá siendo un socio de los europeos de cara a resolver estos desafíos".

Pero no es a Washington a donde miran los europeos sino a Pekín. Bruselas quiere que China invierta en el Fondo Europeo de Estabilización Financiera (FEEF), una de las claves del rescate.

Pero desde Pekín no llegan muy buenas noticias. El economista jefe y vicepresidente del Banco Mundial, Justin Yifu Lin, cree que resolver la crisis es tarea de los propios europeos.

"Como dijo el presidente Hu Jintao, el problema es de los países europeos y la responsabilidad primera es de los europeos. China puede ayudar un poco, pero la responsablidad principal descansa en Europa".

Antes, el vicepresidente chino, Li Yong, había dicho que la intención de su país es trabajar con el Banco Mundial y el FMI para ayudar a Europa, lo que va en la línea de las reticiencias mostradas desde un principio a la idea de invertir directamente en el FEEF.

Otro observador cercano –literalmente– es el Reino Unido.

El gobierno británico se prepara incluso para lo peor, que colapse la moneda única de sus socios de la Unión Europea, a la que pertenece aunque mantiene la libra como divisa.

El ministro de Economía británico, George Osborne, reveló que su país cuenta con planes de contingencia para el caso de que se derrumbe la economía a la que van destinadas al menos el 40% de sus exportaciones.

Sin dar detalles de estos planes, Osborne dijo que los miembros de la Eurozona tienen que cumplir con sus deberes a la hora de salvar el euro.

"El resto del mundo, lo que incluye al Reino Unido pero también países como China y Japón, también tienen que asegurar la estabilidad del sistema económico internacional. Y eso incluye al FMI".

De hecho, afirman los analistas, lo que saldrá de la cumbre del G-20 es más FMI, que verá cómo los países más ricos y las economías emergentes apuestan a aumentar su capacidad de acción con más fondos.