Salud

Así deben ser los cuidados después de un infarto cardiaco

Seguir una dieta saludable, tomarse los medicamentos de manera adecuada, bajar de peso, realizar ejercicio periódico y dejar de fumar son actividades definitivas para la reincorporación a la vida normal.

25 de septiembre de 2020
El acompañamiento de la familia después de un evento cardiovascular es fundamental.
El acompañamiento de la familia después de un evento cardiovascular es fundamental. | Foto: Getty Images

No se puede predecir con exactitud cuánto tardará una persona en reincorporarse a su vida normal después de un infarto, puesto que esto depende de la gravedad del evento, las condiciones previas del paciente y la extensión de la enfermedad. Sin embargo, sí se tiene certeza de que el cuidado después de este es definitivo para seguir adelante y lograr un buen pronóstico.

Tatiana Lucía Espinosa, internista y presidenta de la Asociación Colombiana de Medicina Interna, explica que un infarto es cuando el flujo de sangre no llega de manera adecuada al tejido cardiaco porque hay una obstrucción de las arterias, por lo tanto, se alteran la dinámica, la contracción y el funcionamiento del corazón.

Y, ¿qué tanto se afecta el corazón a causa de esto? Depende de la extensión del infarto y de lo rápido que reciba atención, ya que mientras más rápido se haga, más corazón pueden salvar los médicos. Unos pacientes se afectan más que otros con un infarto, pero el tratamiento después de sufrirlo es generalmente el mismo para todos.

Darío Echeverri, médico cardiólogo y director del Departamento de Cardiología de la Fundación Cardioinfantil de Bogotá, explica que los cuidados del paciente son fundamentales; entre ellos están, en primer lugar, una dieta saludable y balanceada destinada a bajar el consumo de harinas y azúcares (en lo posible máximo dos gramos de sal, de grasas saturadas de origen animal como mantequilla, hojaldres, la piel del pollo, mariscos, carnes gordas y vísceras). Debe ser una dieta rica en legumbres, verduras y granos, con un consumo de grasas poliinsaturadas y con una ingesta de 1,5 a 2 litros de agua al día. Además de incluir frutas frescas como fuentes de vitaminas, antioxidantes y fibra. Esta dieta ayuda también a controlar los factores de riesgo que llevan a la persona a tener el infarto, como pueden ser la diabetes, el colesterol alto, la obesidad y la hipertensión.

El otro cuidado fundamental es que el paciente sea juicioso con el consumo adecuado de los medicamentos formulados por el médico. Generalmente, quienes han tenido un infarto deben consumir, entre otros, medicamentos que disminuyan la formación de nuevos trombos, y más si hubo una intervención coronaria como un implante de stents o procedimientos de cirugía de corazón. El uso de estos medicamentos trata de garantizar que la arteria no se vuelva a tapar con trombos, estabilizar la enfermedad (aterosclerosis) y que el corazón consuma menos energía y oxígeno en su funcionamiento luego de un infarto, lo que permite que se recupere adecuadamente.

Otro cuidado fundamental es que estos pacientes deben estar en un programa de rehabilitación cardiaca, con el que se busca la reincorporación a una actividad física dirigida por especialistas. “El ejercicio se define de acuerdo con las condiciones del paciente, la severidad de la enfermedad y el compromiso que tuvo el infarto en el corazón. El ejercicio es parte fundamental del manejo cardiovascular”, explica el cardiólogo.

Agrega que las personas que han tenido un infarto necesitan continuar su vida con unos hábitos saludables, como reducir al máximo el consumo de alcohol, suspender totalmente el tabaquismo y tratar de reincorporarse a la vida social, familiar y laboral. Construir ambientes o entornos positivos en familia y en el trabajo.

“El seguimiento debe ser muy estricto, porque puede haber complicaciones tardías del infarto que deben ser detectadas a tiempo. Además, el médico debe hacer seguimiento de la enfermedad para estabilizarla y prevenir próximos eventos en el futuro”, afirma Echeverri.

Una atención integral

La doctora Espinosa explica que el paciente que ha tenido un infarto necesita una atención integral en la que el cardiólogo, el internista, el rehabilitador físico y, en muchos casos, un psicólogo o un siquiatra trabajen en equipo para ayudarlo a seguir adelante.

El acompañamiento emocional puede ser útil cuando la persona necesita dejar de fumar o dejar el alcohol y tiene dificultades para hacerlo por su cuenta, y a veces quien ha sufrido un infarto puede entrar en depresión por sentir que su vida ya no va a ser la misma de siempre, que tal vez no pueda volver a trabajar, a hacer deporte o viajar. Echeverri asegura que, en la mayoría de los casos, este estado emocional es transitorio y lo puede manejar fácilmente el paciente con una buena relación con sus médicos tratantes, quienes tienen el deber de explicarle que su situación es temporal.

Por otra parte, el papel de la familia es fundamental. Espinosa dice que esta puede ser un gran apoyo para el paciente en su ejercicio, en asegurar que se tome los medicamentos y en el nuevo estilo de vida que debe llevar. Por ejemplo, recomienda que la dieta del paciente sea la de toda la familia, pues esto contribuye a que sea más fácil seguirla y, además, genera un ambiente saludable para el resto de los miembros de la familia que también podrían estar en riesgo.

De acuerdo con la doctora, muchos pacientes que se han visto ante la posibilidad de la muerte por cuenta de un infarto siguen el tratamiento muy juiciosos durante los primeros tres o seis meses, pero luego lo abandonan y esto aumenta su riesgo de sufrir un segundo evento.

Varios estudios han demostrado que los programas de prevención y seguimiento luego de un infarto y la adherencia a los medicamentos es más alta en los pacientes que viven en países de ingresos altos, que en los de ingresos medios o bajos, como lo es Colombia, explica Echeverri.

En épocas de COVID-19

Uno de los problemas que se han presentado con la pandemia es que los pacientes han dejado de ir a sus consultas periódicas y de ir a urgencias por miedo al contagio, y esto ha hecho que quienes están sufriendo un infarto minimicen los síntomas y no pidan ayuda, y cuando lo hacen, la enfermedad está más avanzada, en condiciones más críticas y las posibilidades de éxito con la terapia son menores. La atención tardía aumenta la complejidad de los infartos, que incluso pueden ser más incapacitantes y mortales.

Por otra parte, a los pacientes que sufren síntomas leves por infección de covid-19 y tienen un compromiso inflamatorio sistémico que puede alterar las manifestaciones de una condición cardiaca previa y ‘disimular’ síntomas cardiovasculares de alerta, se les complica aún más la situación al coexistir las dos enfermedades.

Echeverri dice que muchos hospitales y clínicas han definido rutas de atención segura para los pacientes no COVID, de tal manera que ingresen a la consulta, reciban evaluaciones complementarias y un tratamiento oportuno y especializado por lugares diferentes a los de los pacientes sospechosos de haber contraído el virus, con lo cual la atención para quienes están sufriendo un infarto sea más segura.

Es importante que, en estos tiempos de pandemia, quienes han sufrido un infarto sigan con los controles médicos, asistan a la rehabilitación física y continúen con los medicamentos para cuidar su salud. Todas estas son las medidas que se deben tener en cuenta para controlar los factores de riesgo y evitar la repetición de un nuevo evento cardiovascular.