MEDIO AMBIENTE

Cerro Matoso convive en armonía con el entorno, según mediciones

Según el más reciente estudio de calidad de aire emitido por el DPN, en el sur de Córdoba esta calidad no solo es mucho mejor que la de las principales ciudades del país, sino que está por debajo del estándar máximo que regirá a partir de 2030.

12 de marzo de 2018
| Foto: comercial

El Departamento Nacional de Planeación (DNP) presentó su evaluación de la Política de Calidad del Aire en el país y reveló que el 76 por ciento de los 78 municipios con sistema de vigilancia alcanzan niveles perjudiciales para la salud. También evidenció que las principales fuentes de emisión de partículas que afectan la calidad del aire provienen del parque automotor que transita en el país, con un 70 por ciento, y de las industrias y complejos habitacionales, con un 30 por ciento.

La medición se centra en la Resolución 2254 del Ministerio de Ambiente y Desarrollo Sostenible, de noviembre 1 de 2017, que fija en nivel máximo permisible de concentración de contaminantes en 50 microgramos por metro cúbico (μg/m3) y ordena que, para 2030, la restricción debe estar por debajo de 30 µg/m3.

Pero hay zonas en el país que viven en armonía con el medio ambiente. “Al comparar los indicadores de orden nacional con la región del Alto San Jorge, en donde opera Cerro Matoso, y teniendo en cuenta los estudios de la Corporación Autónoma Regional de los Valles del Sinú y San Jorge (CVS) y la red de monitoreo de la empresa (avalada por las autoridades ambientales), la calidad del aire de la zona de los municipios de Montelíbano, San José de Uré y Puerto Libertador es mejor que en ciudades como Bogotá, Medellín o Cali”, señala el presidente de Cerro Matoso, Ricardo Gaviria.

“El promedio anual en Montelíbano es de 27 μg/m3, y en Puerto Libertador y San José de Uré es de 24 ug/m3, lo que pone a Cerro Matoso muy por debajo del permitido actual y, además, cumple la norma que entrará en vigencia en 2030. En el histórico de mediciones, la calidad del aire en la zona aledaña a la operación de Cerro Matoso muestra que en 2015 el promedio era de 32 ug/m3 y en 2016, época del Fenómeno del Niño, fue de 34 ug/m3”, agrega.

Tecnología de vanguardia

Entre 2013 y 2015, Cerro Matoso instaló el nuevo sistema de limpieza de gases para hornos eléctricos de las líneas de producción, como parte del convenio de Reconversión a Tecnologías Limpias suscrito con la CVS. “Los sistemas instalados por cada chimenea incluyen filtros de mangas Off Gas System, tecnología de vanguardia que reduce –aún más– las emisiones atmosféricas. Son equipos de alta eficiencia en limpieza de gases, con valores superiores al 95 por ciento de captura de material particulado, es decir, del polvo desprendido del proceso de fundición. Cerro Matoso es empresa pionera en Colombia en adaptar esta tecnología, cuya inversión representó cerca de 60 millones de dólares”, afirma el ejecutivo.

Como política de seguridad y excelencia, Cerro Matoso realiza monitoreos ambientales para poner bajo control emisiones de material particulado que se generan por la operación minera. “La compañía realiza la toma de muestras a través de empresas autorizadas, y en los últimos meses de 2017 se realizó un muestreo isocinético, procedimiento esencial para determinar la eficiencia en retención de partículas y garantizar la limpieza en las emisiones. Lo que hace el equipo es capturar, con equipos especializados, muestras que se están expulsando, para determinar el nivel de impacto en el aire y la efectividad de los filtros”, explica la líder ambiental, María Eugenia Quiroga Serrano.

Siembra de futuro

Como parte del programa de compensación forestal, Cerro Matoso realiza la reforestación de la mano de la comunidad. Anualmente se reforestan cerca de 12 hectáreas con árboles nativos como caracolí, roble y mango, y a la fecha la cantidad de bosques alrededor de la operación ha aumentado en un 187 por ciento.

El proceso incluye 22 familias pertenecientes al área de influencia, dedicadas a sembrar y comercializar árboles para reforestar. Aprendieron a recolectar las semillas, producir abonos orgánicos, recuperar bolsas plásticas para la siembra y generar viveros comunitarios que permiten producir plántulas. Estas actividades representan una fuente de ingresos para núcleos de parientes emprendedores vinculados durante diez años al proyecto.

Catalina Pinto es una de sus pioneras. “Hemos producido millones de hijos, porque eso son estos árboles, nuestros hijos, que ahora están sembrados a la orilla de las quebradas o en diferentes partes. Es una fuente de trabajo que nos permite salir adelante”, expresa. Por su parte, Beatriz Díaz narra que, gracias a la venta de los árboles, montó un restaurante que ahora es el que le da el sustento.

Las cerca de mil hectáreas de bosque reforestadas son hábitat de diferentes especies como aves, chigüiros, ñeques, reptiles y venados. Esta tarea se hace especialmente en las rondas de protección de fuentes de agua como las quebradas El Tigre y San Antonio y el río Uré.

Durante el proceso de consulta previa del proyecto La Esmeralda, tanto Cerro Matoso como las comunidades del área de influencia coincidieron en que la formación es clave para fortalecer a las familias a través de la creación de empresa. Así nació la organización Pisadas Zenú, una compañía de la comunidad involucrada en el plan estratégico de reforestación que contempla la siembra de 11.000 plántulas. Su accionista mayoritario es el cabildo indígena, y emplea a más de 70 personas.

“Hoy hablamos de una comunidad cada vez más capacitada. Lideramos el proceso de reforestación que hace parte del plan de compensación por el territorio que se está explotando”, explica Jorge Luis Cuteño Ramos, supervisor de Pisadas Zenú. “En cinco años, esta zona de 15 hectáreas aledaña a la mina será un frondoso bosque de árboles maderables y frutales y con la fauna propia de la zona. Estamos sembrando, entre otros, mango, roble, polvillo, guama, guásimo y campano”, agrega.

Un recurso valioso en la operación es el agua y en la mina existe un canal perimetral y embalses para recolectar y tratar aguas lluvias. De igual forma, el agua utilizada en el proceso industrial es tratada para su enfriamiento y posterior sedimentación en embalses. En la operación no se mezcla ningún tipo de químico, y el 95 por ciento del agua usada en la actividad se recicla, de modo que la cantidad captada del río Uré es solo el 10 por ciento de la permitida por la autoridad ambiental. En cuanto al vertimiento, en épocas de abundante lluvia las aguas pasan por un tratamiento de clarificación, al tiempo que Cerro Matoso realiza monitoreos de calidad del agua antes y después de la operación.

 

Educar para ayudar

Cerro Matoso ha logrado, en alianza con el SENA, que se suscite un interés notable en las comunidades para aprender sobre la gestión ambiental.

A la fecha se ha logrado capacitar un grupo de 30 personas residentes en el área de influencia de la operación como Técnicos en Manejo Ambiental y, al menos, 120 se han alistado en cursos relacionados con este tópico. En la última temporada, Cerro Matoso ha contratado a 20 auxiliares de monitoreo ambiental y 22 promotores de educación ambiental.

“Después de avanzar a tecnóloga, quiero estudiar Ingeniera Ambiental. Gracias a Cerro Matoso ha surgido el conocimiento de las comunidades para tener conciencia de proteger el medio ambiente”, dice Adriana Lucía Gómez Contreras, de la vereda Puerto Colombia. Y Ana Baltazar asegura que “las comunidades, a través del programa Proceda, ha logrado mejorar su calidad de vida. En Pueblo Flecha no había sentido de pertenencia, ahora se ha generado el trabajo”