Empresas que Construyen País
El efecto del Gobierno sobre la inversión social privada
Los gobiernos tienen la facultad de dar forma a las aspiraciones nacionales, e influir en las empresas. Una gran oportunidad para aprovechar su potencial catalizador de cambio y transformación social.
Un discípulo de Confucio cuestionó al maestro por su ausencia ante el nuevo rey: “Maestro, el soberano de Wei os aguarda para orquestar el gobierno. ¿Cuál es el primer paso?”. Confucio replicó: “La rectificación de los nombres es esencial (…) Si los nombres no son correctos, las palabras no encajarán en su significado y, si las palabras no expresan su sentido, los asuntos no se concretarán (…) Por ende, el rey debe asegurar que los nombres reflejen la realidad y que la realidad se ajuste a los hechos”. (Analectas XIII.3). Esta noción ancestral, de que los nombres dan forma a las palabras y estas a la realidad, revela un vínculo poderoso entre el gobierno y las empresas que trasciende las fronteras de lo público y lo privado.
El gobierno, en su esencia, opera a través de palabras. Mediante sus pronunciamientos puede inspirar y encaminar a la sociedad hacia objetivos compartidos. Esta influencia no se limita a los pasillos del poder, sino que fluye hasta las salas de juntas de las empresas privadas. Las empresas, en definitiva, son actores sociales inmersos en una trama de relaciones, servidores de mercados y dependientes de sus comunidades. Los gobiernos tienen la capacidad de asignar los anhelos nacionales, señalando el rumbo para todos, incluso aquellos que forman parte de las corporaciones.
La experiencia colombiana ejemplifica esta relación. Por ejemplo, la Constitución de 1991, un hito histórico, moldeó las operaciones del sector minero-energético que, para finales del siglo XX, habían avanzado más que la mayoría de los países en la implementación de estándares operativos acordes con un marco social garantista de derechos y promotor de la participación ciudadana. Como un torrente impetuoso, su impacto sigue fluyendo, abriendo caminos y generando olas de cambio, evidenciando cómo el gobierno puede desencadenar transformaciones que trascienden sus términos.
Desde su concepción en 2018, el Índice de Inversión Social Privada (IISP) nos presenta una sinfonía que resuena con los acordes de las palabras gubernamentales. Durante la presidencia de Juan Manuel Santos, en medio de negociaciones con las Farc, las principales empresas de Colombia dirigieron sus inversiones sociales hacia el desarrollo rural y la paz. Con la llegada de Iván Duque, la economía naranja cobró protagonismo, inspirando un giro hacia la investigación, educación y cultura. La pandemia en 2020 alteró la partitura, encaminando la inversión hacia la salud. Para 2021 estaba claro que las prioridades de la inversión social privada (como del país) sería la reactivación económica. La última edición del IISP muestra también que con la llegada del Gobierno del presidente Gustavo Petro, las inversiones ambientales se han enfocado en temas asociados a la reducción de gases efecto invernadero y la mitigación del cambio climático. Así, las palabras del Gobierno, como un director de orquesta, guían la melodía de la inversión privada.
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En este fascinante juego de influencias, el Gobierno puede, con sus palabras, proponer que se dirijan las inversiones corporativas hacia intereses nacionales. Cada presidente modifica la partitura y las empresas responden, ajustando su compás al ritmo gubernamental.
En conclusión, el poder del Gobierno sobre la inversión privada para el desarrollo es un vínculo que va más allá de la superficie. Como maestros de las palabras, los gobiernos tienen la facultad de dar forma a las aspiraciones nacionales, influyendo incluso en las empresas sin importar qué tan privados sean sus propietarios. En esta interacción dinámica, el Gobierno tiene el poder de nombrar los grandes objetivos a los que se pueda unir el potencial catalizador de cambio y transformación social y económica de las empresas. Sin duda, una gran oportunidad.
*Director de JA&A.
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