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La descarbonización es una tarea de todos: los principales avances de Colombia para ser carbono neutro
Más allá de sembrar árboles urge un cambio de mentalidad que permita más que compensar, reducir las emisiones de CO2 al ambiente.
La preocupación por el cambio climático ha impulsado iniciativas para compensar las emisiones de carbono, entre ellas, la siembra de árboles, una de las más populares. Sin embargo, este esfuerzo ya no es suficiente. En realidad, ni siquiera es lógico. ¿Por qué? Lo primero que hay que entender es la relación entre deforestación y huella de carbono. La deforestación ha desempeñado un papel clave en el aumento de las emisiones de carbono a nivel global, pues los bosques actúan como sumideros naturales de carbono, capturando y almacenando grandes cantidades de CO2, y al talarlos se libera ese carbono almacenado. Pero además, su uso posterior para otras actividades contribuye al calentamiento global.
“Con la deforestación estamos eliminando la capacidad del bosque para regular el clima. Además, liberamos el carbono que estaba almacenado en el suelo y en la biomasa. Deforestar es perder en múltiples sentidos en la lucha contra el cambio climático”, explicó Melissa Abud, especialista en Adaptación al Cambio Climático de WWF Colombia.
La preocupación que genera esta realidad y la emisión descontrolada de CO2 generaron un cambio de paradigma: transformar las compensaciones, que se limitaban a la reposición numérica de árboles talados, hacia un proceso mucho más integral. Hoy, no solo se busca restablecer sembrando, sino proteger la biodiversidad, los recursos naturales y avanzar en la descarbonización de los procesos productivos y humanos.
Jonathan David Sánchez Rippe, especialista sectorial y corporativo en cambio climático y biodiversidad de WWF Colombia, aboga por una jerarquía en la mitigación, donde los esfuerzos se centren en descarbonizar, es decir, reducir directamente las emisiones de gases de efecto invernadero, abordando la fuente del problema en lugar de depender de la capacidad limitada de la tierra para absorber las emisiones.
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Sánchez Rippe enfatizó en la importancia de abordar las emisiones desde la raíz, adoptando prácticas más sostenibles y eficientes, incluso, en la vida diaria. Por ejemplo, en vez de sembrar un árbol, una persona debería cambiar su estilo de vida sustituyendo la estufa, el calentador a gas o el carro a gasolina por aparatos eléctricos, lo cual tendría un mayor impacto en su huella de carbono. “Es un cambio de mentalidad”, aseguró Sánchez Rippe, “donde las compensaciones no se utilicen como un simple alivio de conciencia, sino como una medida residual después de haber agotado todas las opciones para reducir las emisiones”. A escala industrial esto debería pasar también en sectores intensivos en carbono como la generación de energía y la agricultura.
Grandes avances
Reconocer la interconexión entre la salud ambiental, social y económica se vuelve entonces un imperativo. Las empresas que adoptan este enfoque crean ciclos virtuosos en lugar de viciosos. Lo que implica no solo reducir las emisiones de carbono desde la elección de materias primas hasta el diseño de productos y la gestión de residuos, sino también revitalizar suelos, conservar la biodiversidad y empoderar a las comunidades locales.
Este desafío ha llevado a varias industrias, entre ellas la cementera (responsable del 7 por ciento de las emisiones de CO2 a nivel global), a replantearse su impacto. Ana María Duque Correa, directora Ambiental de Argos Colombia, advirtió que si bien la compensación es necesaria en ciertos casos, el enfoque principal debe ser la mitigación de emisiones.
“Somos conscientes de nuestra responsabilidad en las emisiones de CO2. Para producir cemento utilizamos caliza, la trituramos y la sometemos a altas temperaturas. Este proceso emite CO2. La compensación, aunque necesaria en algunos casos, es el último paso. Nos enfocamos en prevenir y mitigar. Además, exploramos soluciones basadas en la naturaleza y procesos físicoquímicos para capturar y almacenar el CO2, contribuyendo a la economía circular”, precisó Duque Correa.
El proceso de fabricación de cemento, conocido por ser intensivo en carbono, ha llevado a Argos a explorar nuevas fuentes de materias primas. Actualmente están buscando alternativas a la caliza, optando por arcillas que les han permitido reducir sus emisiones asociadas al proceso de descarbonatación por calcinación de la caliza. La empresa también está explorando otras formas de disminuir el consumo de combustibles fósiles (que representan un 40 por ciento de emisiones en sus procesos), implementando combustibles alternativos, derivados de residuos sólidos en lugar de enviarlos a rellenos sanitarios. Esta práctica, conocida como co-procesamiento, puede reducir emisiones de CO2 generadas por la descomposición en vertederos. “Cada tonelada de residuos sólidos urbanos que utilizamos como combustible alternativo evita la emisión de 2,5 toneladas de CO2 equivalente”, resaltó Duque Correa.
La meta para 2030 es alcanzar un 33 por ciento de sustitución de combustibles fósiles por alternativos. Unas cifras que todavía son modestas en comparación con las metas y los resultados de algunas compañías en Europa.
Trabajo por los ecosistemas
Otras prácticas que generan beneficios tangibles para el medioambiente es la restauración de ecosistemas degradados, la protección de áreas críticas para la biodiversidad y el impulso de iniciativas que promueven la resiliencia de los ecosistemas frente a los cambios climáticos. ISA, actor clave de la industria energética (responsable del 30 por ciento de las emisiones de CO2 que se generan en el mundo), se enfocó en la mitigación y adaptación. Por ello sus esfuerzos se han concentrado en impulsar programas en las comunidades donde opera, promoviendo alternativas de diseño que eviten o minimicen el impacto en ecosistemas estratégicos y áreas de valor para la biodiversidad.
Con la puesta en marcha de su Programa Conexión Jaguar, también contribuye a la conservación, restauración y mitigación del cambio climático. Gracias a esta iniciativa, se preservaron más de 828.000 hectáreas de bosques en distintos ecosistemas de la región donde opera, con un potencial de reducción de emisiones de más de 7 millones de toneladas de CO2 equivalente, según ISA. Adicionalmente, el programa ha captado en cámaras trampa cerca de 200 especies, lo cual permite documentarlas y garantizar que permanezcan en un hábitat seguro.
En el caso de Corficolombiana, sus inversiones abarcan cinco sectores estratégicos de la economía, y una estrategia para abordar el cambio climático y fomentar la transición hacia una economía baja en carbono. Para ello proyecta inversiones de un 8,1 por ciento en proyectos de energías renovables, 9,5 por ciento en la conversión a combustibles limpios y 3,9 por ciento para iniciativas de eficiencia energética.
Paula Durán Fernández, vicepresidenta de la Dirección de Estrategia y Sostenibilidad de Corficolombiana, reconoció la importancia de medir de manera precisa la huella de carbono de todas sus filiales para luego implementar estas estrategias. “El ejercicio ha permitido generar impactos tangibles en cada una de nuestras inversiones”, puntualizó.
Durán Fernández también destacó los esfuerzos de Promigas para implementar programas de detección y corrección de fugas, y un piloto de hidrógeno verde, que consistió en inyectar hidrógeno a la red de gas natural. De hecho, durante el año pasado, Corficolombiana garantizó la protección de más de 1.000 especies de fauna y flora, a través de iniciativas que incluyeron programas de sensibilización comunitaria, facilitando la movilidad de especies por las carreteras, y acciones concretas para la protección de la biodiversidad.
El desafío ahora es cuantificar estas acciones de conservación en términos de compensación. “Es nuestro gran reto”, reconoció Durán Fernández. Por eso la empresa busca asociar estas actividades a proyectos que generen bonos de biodiversidad, aportando no solo a la conservación sino también a la compensación efectiva de la huella de carbono.
Gobiernos, organizaciones y sociedad civil
¿Cuál es el papel de la sociedad civil y los gobiernos para mitigar el cambio climático? Sánchez Rippe aseguró que el papel de los gobiernos para la promoción de prácticas sostenibles y la lucha contra la tala ilegal es vital, pues son áreas claves. En el caso de Colombia, su sugerencia para enfrentar estos desafíos es desarticular redes ilegales y abordar las causas subyacentes de la deforestación, encontrando un equilibrio entre la conservación y las necesidades de las comunidades locales. Por el lado de la sociedad, las empresas deben vincularse a marcos de transparencia como la iniciativa de Objetivos Basados en la Ciencia (SBTi, por su sigla en inglés), que es el estándar por defecto del sector privado para establecer metas ambiciosas de descarbonización. Además, las organizaciones y la sociedad civil tienen un papel no solo en demandar acciones climáticas ambiciosas, sino en participar y crear iniciativas sostenibles y liderar prácticas responsables.
Melissa Abud, especialista en Adaptación al Cambio Climático de WWF, reconoció también la trascendencia de proyectos como Manglares para la Comunidad y el Clima, una iniciativa liderada por WWF Colombia, en colaboración con México y Estados Unidos, que trabaja con comunidades locales en el Pacífico colombiano, departamento de Nariño, para la compensación de la huella de carbono, la preservación de ecosistemas vitales y darles herramientas que les permitan ser más resilientes.
Abud destacó que los manglares, al capturar gases de efecto invernadero, cumplen un papel crucial en la mitigación del cambio climático. Además, actúan como barreras naturales ante tormentas y huracanes, regulan inundaciones y proporcionan hábitats esenciales para diversas especies, incluyendo aquellas que son tan importantes para la economía de la región como la piangua.
La especialista reflexionó sobre la vulnerabilidad de Colombia ante los riesgos climáticos e invitó a autoridades, entidades y la sociedad en general a impulsar su abordaje por medio de instrumentos como los planes integrales de gestión del cambio climático a nivel departamental y municipal. “Evidenciamos la necesidad de abordar los territorios de manera integral, comprendiendo los impactos, las amenazas y los riesgos asociados al cambio climático. La compensación y la captura de gases de efecto invernadero son pasos, pero no son suficientes y tampoco son el fin”, concluyó Abud.