Mujer rural
Mujer rural, sembrando paz y desarrollo sostenible
En Colombia miles de mujeres trabajan silenciosamente en el campo para contribuir al progreso del país, mientras luchan contra la desigualdad y la falta de oportunidades. Este 15 de octubre el mundo celebra el Día Internacional de la Mujer Rural, una oportunidad para reconocer esta labor.
Es difícil imaginar la magnitud y la importancia del trabajo que miles de mujeres realizan en los campos y las regiones más apartadas de nuestro país. Como heroínas anónimas, ellas contribuyen directamente a la seguridad alimentaria, a la transformación social, a la protección del medio ambiente, a la transmisión de valores culturales y al cierre de la brecha de género.
Ese el caso de Evadil Lobón Mosquera y Aida Uribe, un par de mujeres con historias diferentes, que están separadas por cientos de kilómetros y que probablemente no conocen el trabajo que la otra realiza. Sin embargo, a ellas las une un liderazgo notable en la implementación de varios proyectos productivos destinados al mejoramiento sostenible y durable de la calidad de vida de las mujeres del campo colombiano.
Mientras Evadil trabaja desde Opogodó, un apartado corregimiento del municipio de Condoto en el Chocó, Aida lo hace desde el resguardo indígena de San José de Macarieros, en Tame, Arauca. Ambas forman parte de una iniciativa del Programa Mundial de Alimentos (WFP), organización de la ONU recientemente galardonada con el Premio Nobel de Paz, que, entre los casi medio millón de beneficiarios que actualmente asiste por mes en Colombia, busca aportar al empoderamiento de la mujer rural como una fórmula para alcanzar la paz y combatir el hambre.
Evadil Lobón tiene 41 años y es madre cabeza de hogar con 4 hijos. Aunque es oriunda de Condoto, tuvo que vivir 14 años en Cali y trabajar en restaurantes y casas de familia hacia donde se desplazó debido a la violencia que afectaba su tierra natal. Durante mucho tiempo se dedicó a la minería, una actividad muy recurrente en este municipio y que ha dejado daños irreparables en los ríos de la región por culpa del mercurio y otras sustancias usadas para extraer el oro. Sin contar con la deforestación que causa en las orillas de los ríos.
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Actualmente, Evadil hace parte de un grupo de 50 mujeres de Condoto que trabajan en sus parcelas cultivando tomate, pepino, cilantro paisa, sandía, lechuga, plantas medicinales y otros productos que utilizan para su consumo o para vender a la comunidad. “Con este proyecto nos han ayudado mucho a fortalecernos, a tener más conocimiento sobre la tierra y a empoderarnos más como mujeres rurales”, asegura Evadil.
Ella y sus compañeras están muy contentas con el proyecto porque además de poder garantizar seguridad alimentaria y la posibilidad de comercializar sus cosechas, también ponen su grano de arena para preservar los ríos y evitar que sigan contaminándose. Actualmente buscan ampliar sus horizontes e incursionar en la comercialización a una mayor escala así como en la transformación innovadora de sus productos, por lo que están trabajando en la creación de una cooperativa. “Nosotras somos unas mujeres empoderadas y guerreras de la mano con el campo, salimos adelante y hacemos todo lo que se nos da la oportunidad”, dice Evadil.
Por otra parte, Aida Uribe es lideresa del pueblo indígena macaguán en el resguardo de San José de Macarieros. Actualmente, la etnia cuenta con ocho resguardos y tres asentamientos irregulares producto de los desplazamientos y sufren de muchos problemas a causa de esta situación. Según Daniel Tegria, presidente de la Asociación de Capitanías Tradicionales de Arauca, una de las causas de este problema es la llegada de grupos armados ilegales, quienes los han obligado a desplazarse y a limitar sus costumbres, pues los macaguán son un pueblo seminómada que vive de la pesca y la caza.
La inestabilidad en la seguridad alimentaria, los macaguán sufren de otros problemas gracias a sus cambios forzados de vida y costumbres ansenstrales. Aida asegura que también tienen carencias de vivienda, agua potable, energía y educación.
Pero ella no se ha quedado solo en las quejas. Se ha empoderado y se echó al hombro el reto de sacar adelante la iniciativa del Programa Mundial de Alimentos y la Universidad Nacional, que beneficia a 76 familias y 330 personas con el cultivo de plátano, caña, maíz y el funcionamiento de un galpón. Este proyecto ha sido un bálsamo para el resguardo y para la etnia, pues ha mejorado ostensiblemente la seguridad alimentaria de estas comunidades. Su energía y optimismo es ejemplo para otras mujeres a quienes alienta a impulsar y dirigir el progreso de su comunidad. “Yo les digo a las demás que deben seguir adelante, que no podemos dejar acabar (los cultivos) y que debemos seguir cosechando y criando las aves para el consumo de todos”, dice Aida.
Según el más reciente informe sobre el estado de la seguridad alimentaria y la nutrición en el mundo (SOFI 2020), si los gobiernos implementan políticas públicas para incentivar el trabajo de la mujer rural, sería posible alimentar a 150 millones de personas más en el mundo. Pero para que ello suceda se necesita mejorar la calidad de vida de ellas y empoderarlas. Por su parte, Adriana Peñaranda, monitora de campo del Programa Mundial de Alimentos, asegura que en territorios como el araucano “es poca la visibilidad del trabajo que hacen las mujeres rurales en el día a día, pese a que aportan al desarrollo del departamento y desde sus resguardos o territorios construyen país”. En ese sentido, el Programa Mundial de Alimentos continúa trabajando para cerrar esa brecha en Colombia apoyando e implementando iniciativas similares y brindando nuevas oportunidades a miles de mujeres hoy fortalecidas y empoderadas en Antioquia, Arauca, Caquetá, Cauca, Chocó, Córdoba, La Guajira, Nariño, Norte de Santander y Valle del Cauca gracias al apoyo del WFP.
Pese a la pandemia, que aseguran les ha traído una mayor carga en los trabajos de cuidado y un aumento en los índices de discriminación, ellas siguen siendo un eje fundamental de la sociedad. Por eso, la ONU ha hecho un llamado este año para que en el Día Internacional de la Mujer Rural se les reconozca su rol fundamental en este sector de la sociedad “construyendo la resiliencia de las mujeres rurales a raíz de la Covid-19”.