ARTE

Y también sé pintar

No solo la Gioconda es real y deseada. Leonardo opinaba: “Si el poeta dice que puede avivar el amor —que es el objetivo central de toda especie animal— el pintor tiene el poder de hacerlo también y en un grado aún mayor, pues puede situar ante el amante el retrato del amado, de modo tan real que incluso quiera besarlo y hablarle”.

26 de febrero de 2020

En 1483 Leonardo “da Vinci” le dirige una carta al Duque Ludovico Sforza con el fin de obtener el mecenazgo del “moro de Milán”. El vasallo publicita así sus atributos: sé construir puentes militares y bombas para achicar el agua de las trincheras; sé destruir cualquier posición firme así esté fundada en roca; sé construir el cañón más largo; sé hacer túneles que pasan inadvertidos para el enemigo; sé construir carros, catapultas, morteros artillados y bellos cañones; en tiempos de paz sé de arquitectura y puedo construir palacios y llevar agua de un lugar a otro. Y, al final de la carta, con el conocimiento de que Sforza quiere una escultura ecuestre de su padre, se extiende en sus servicios como escultor y añade, por último, uno más a sus talentos, el de pintor: “y también sé hacer cualquier cosa que pueda ser hecha en pintura, sea lo que sea, sea quien sea”. 

La escultura del caballo quedó en bocetos, anotaciones técnicas y un modelo de siete metros de arcilla que, con los años, al parecer, terminó usado de blanco por los arqueros de una milicia invasora. Pero Leonardo cumplió con su encargo de pintor cortesano y retrató a las dos amantes más bellas de Sforza: Cecilia Gallerani (La dama del armiño) y Lucrezia Crivelli (La bella ferroniere).

La película Leonardo: su obra se concentra solo en las obras que Leonardo pintó, y ese es el principal atributo del documental, su seguimiento para ofrecer las pinturas de frente, de cerca, casi a la mano, sin activar la alarma del museo, lejos del ansioso tropel turístico de cazadores de imágenes digitales.

Estamos solos ante el detalle y, por brevísimos momentos, gozamos de la misma fortuna de Luke Sizon, uno de los especialistas entrevistados: “He tenido la suerte de ver la Gioconda sin el marco, y con una luz que penetraba su actual barniz, que es muy marrón, para revelar un rango de colores que es absolutamente increíble. No solo posee la gravedad, la atemporalidad, el eterno femenino del que habla la gente, sino una especie de inmediatez, la sensación de una personalidad real”. 

No solo la Gioconda es real y deseada. Leonardo opinaba: “Si el poeta dice que puede avivar el amor —que es el objetivo central de toda especie animal— el pintor tiene el poder de hacerlo también y en un grado aún mayor, pues puede situar ante el amante el retrato del amado, de modo tan real que incluso quiera besarlo y hablarle”. Más que la mirada de la Gioconda, el verdadero misterio es Leonardo, su mirada sobre el poder de la mirada como centro del mundo. Y un misterio sigue siendo su pintura Salvator Mundi, el Cristo que tiene el precio record en subasta de US450 millones. Esta obra, la “Mona Lisa masculina”, para algunos de los pocos que han logrado estudiarla a fondo, tiene poco y mucho de Leonardo o del trabajo colectivo de su taller. 

El “Leonardo de la posverdad”, lo llama Ben Lewis en su libro El último Leonardo: artista inagotable. El arte es “cosa mentale”, opinaba, desde su infinita imaginación.

Por: Lucas Ospina*

*Profesor, Universidad de los Andes.