Tienen la palabra
Dos generaciones de ambientalistas
Semana Sostenible habla con dos íconos del mundo ambiental que cubren dos generaciones diferentes: Margarita Marino, pionera del país en este campo, y Adriana Soto, actual viceministra de Medio Ambiente.
SEMANA SOSTENIBLE: Cuéntenos, ¿Cómo empieza su carrera con el medio ambiente?
Margarita Marino de Botero: Entré al Inderena en 1974, hace casi 40 años, por invitación del profesor Julio Carrizosa, maestro del pensamiento ambiental contemporáneo en Colombia, a trabajar en la elaboración del Código de Recursos Naturales, el mayor aporte teórico del tema en el país. De todo el
mundo felicitaban a Colombia por su trabajo pionero, la tarea de recoger todos los elementos que confluyen en la política ambiental y concebirlos como una legislación unificada.
S.S: Pero ¿qué fue lo que le movió la fibra de lo ambiental?
M.M.: Creo que no hay un momento especial de inspiración. Eso se lo dejamos a los artistas, a los poetas. Creo que la vida es una serie de oportunidades, de casualidades, de circunstancias y azar que te van impresionando, orientando, y descubres de pronto que este es tu sitio, tu vocación, tu tarea en el mundo.
Adriana Soto: Para mí la línea es muy clara. Es mi papá, Álvaro Soto Holguín, antropólogo. Cuando descubrió Ciudad Perdida recuerdo que ya se hablaba de sostenibilidad: decía que el sistema de ciudades en la Sierra Nevada de Santa Marta había tenido un número importante de personas viviendo en la zona de una manera sostenible, en armonía con la naturaleza.
Son cosas que aprendí en mi niñez y con ellas crecí. Mi papá trabajó con
Margarita, era su director de Parques Nacionales y todo el elemento de la conservación y el uso sostenible de alguna manera empezó a entrelazarse en mi vida. Viví como estudiante la Cumbre de la Tierra del 92. Ya se empezaba a vislumbrar el desequilibrio en la ecuación de la capacidad de carga
del planeta al estar usando recursos naturales a una tasa mayor a la que estos se podían renovar. Todo esto le dio contexto a lo que sería mi carrera.
Entré a trabajar en la división de política ambiental del Departamento de Planeación Nacional cuando se estaba definiendo tal vez uno de los productos más importantes de la Cumbre de la Tierra de 1992 para el país y que hacía eco a la Constitución del 91. Era la Ley 99 de 1993, mediante la cual se creó el Ministerio del Medio Ambiente. Así empezó mi carrera.
S.S.: ¿Cómo era la política ambiental de ese entonces?
M.M.: En 1983 el presidente Betancur me nombró directora del Inderena. Reunimos el Concejo Colombiano dePoblación, un asunto realmente importante que siempre ha estado presente
en los temas ambientales. Nos concentramos en la defensa de Parques Nacionales, que continúa siendo la “idea fuerza” de la conservación, en las relaciones intergubernamentales y la descentralización porque ya se veía venir lo que terminó siendo el proceso de descentralización colombiana y mi orgullo personal: La Campaña Verde.
Sacamos 800.000 cartillas en El Tiempo y El Espectador y fuimos de municipio en municipio defendiendo los recursos naturales. En el año 83 empezaba la discusión de Urrá y nuestra oposición
a la fumigación en parques. Nosotros éramos una generación que quería salvar el mundo, una generación decidida y entusiasta, no sé qué logramos, pero queríamos intentarlo.
S.S.: ¿Hoy día cuáles son los temas prioritarios?
A.S.: Muchos de los problemas ambientales que eran aparentemente remotos en 1992 durante la Cumbre de Río, como el cambio climático, la desaparición de las especies, la desertificación
y la degradación de tierras son ya una realidad y plantean serios obstáculos para el alcance de la prosperidad o incluso la supervivencia de la población mundial, si no actuamos.
Veinte años después de la primera cumbre de la tierra en Río de Janeiro, Colombia está proponiendo al mundo unos Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS) que se basan en el triángulo agua-bosques-seguridad alimentaria, donde cada vértice se complementa: bosques y suelos en buenas condiciones regulan el agua en calidad y cantidad, condición necesaria para garantizar la seguridad alimentaria.
Otros ODS se derivan de lo anterior, como el de ciudades sostenibles.
En las próximas décadas buena parte de la población mundial, incluida la colombiana, vivirá en centros urbanos. La competitividad de las ciudades estará determinada en buena parte por su acceso al agua y a los alimentos.
M.M.: Uno de los temas que creo fundamentales para el Ministerio del Medio Ambiente es oír a la ciencia, a los investigadores; hay que ver en qué momento está la ciencia y popularizarla
para que esté en manos de mucha gente. En el año 84 creamos el primer instituto de investigación, el embrión de lo que hoy es el Instituto Humboldt.
La investigación es una fuerza enorme de lo ambiental. Si no se acude a la investigación y a la ciencia, se cometen errores enormes cuando se toman decisiones de política pública.
S.S.: ¿Son sostenibles nuestras locomotoras?
M.M.: La mayoría están mal enfocadas, la única que veo bien es la de agricultura, porque se centra en la restitución y la restauración de tierras, el concepto de equidad y desarrollo rural. Nadie puede creer en la minería sostenible, hay minería responsable, que es otro cuento.
A.S.: Los bosques, la oferta de agua y de suelos a menudo no se visibilizan en los motores de desarrollo de la economía. El capital natural es la locomotora que impulsa los vagones del desarrollo y debería por lo tanto tener un peso adecuado en las decisiones de planeación económica y del desarrollo de los países.
El gobierno nacional está en el proceso de valorar e incorporar los bienes y servicios de ecosistemas
estratégicos en su sistema de cuentas nacionales. Esto va a servir para una toma de decisiones más acertada en materia de desarrollo económico, sin saldos en rojo en la cuenta.
S.S.: ¿Por qué Colombia llega a Rio + 20 con una posición de liderazgo?
A.S.: No se puede entender el presente sin tomar en cuenta el pasado, y al hacerlo se puede planear un mejor futuro. Esto es válido incluso en la esfera pública porque tendemos a inventar la rueda. Hay que retomar aquello que se hizo bien, decantar lo malo, ajustarlo y proyectarlo hacia el futuro. Esta es una de las razones por las cuales Colombia llega con una posición de liderazgo, porque ha sabido retomar las lecciones aprendidas de sus procesos nacionalesy de negociación multilateral de años, identificar los vacíos que hay en el contexto internacional para esta cumbre e identificar las oportunidades para liderar.
Colombia lleva a Río propuestas concretas como los objetivos de desarrollo sostenible y casos exitosos que evidencian que su adopción no es solamente factible, sino también rentable ambiental, social y económicamente.
S.S: ¿desarrollo y medio ambiente: eso es posible?
M.M.: De eso se trata el desarrollo sostenible. Es una propuesta que ha resultado ser extremadamente fecunda y que ha generado y fortalecido varias corrientes de pensamiento, muchas de ellas antagónicas. Unas, cada vez menos viables, en donde el ambiente, los recursos naturales se deben supeditar a los intereses económicos de corto plazo; otras, más sensatas, proponen que las más respetuosa con su herencia natural; adaptarse a la oferta ambiental, a los límites planetarios y así asegurar el bienestar humano y la sostenibilidad del planeta.
Sin embargo, el mundo ni siquiera está de acuerdo en lo que significa adoptar una política de desarrollo sostenible. Creo que debemos alcanzar un concepto de civilización ecológica ambientalmente responsable, que aprenda a no destruir la base natural de la cual vivimos y vivirán nuevas generaciones.
S.S.: ¿Qué podemos esperar de Rio?
A.S.: Yo creo que Rio+20 es fundamental, se espera que asistan cerca de 55.000 personas. Es la oportunidad para renovar el compromiso político al más alto nivel sobre qué hacer frentea los retos ambientales que enfrenta el mundo. La propuesta colombiana de tener unos objetivos de desarrollo
sostenible con metas concretas podría llegar a ser uno de los resultados más importantes de esta reunión. Nuestra Cancillería ha jugado un gran papel en este sentido y ha logrado que muchos países se sumen a este proceso. Nuestros hijos no pueden esperar a que haya un Rio +30 o +40. El planeta
no aguantaría.
M.M.: Yo no creo que resulte en nada novedoso, si no se hacen cambios radicales en las políticas, sobre todo en la económica. Sin embargo, tengo la esperanza de que algo se logre. Esta es una generación muy pragmática que tiene la ventaja de estar más ilustrada y tener más conciencia sobre el tema.
Colombia es un país con extraordinarias riquezas naturales que siempre ha sido líder en los temas de ecología y medio ambiente y se ha esforzado en proponer soluciones; de hecho, hemos sido invitados
a participar en los más notables informes sobre cómo abordar el tema de la sostenibilidad global, pero aún estamos lejos de practicar la sostenibilidad.
S.S.:¿Qué es la economía verde?
A.S: Son procesos productivos rentables menos vulnerables al cambio climático, que generan bajas emisiones de carbono, beneficios ambientales y sociales. Es la herramienta para lograr los objetivos de desarrollo sostenible.
Un ejemplo de esto son los sistemas silvopastoriles. Una de las principales causas de deforestación, de degradación de suelos y por lo tanto de pérdida de regulación hídrica en el país es la ganadería extensiva, con menos de una cabeza de ganado por hectárea. Pero no significa decir no a la ganadería, ya que es un factor importante para la economía colombiana.
S.S.:Entonces ¿hay que repensar la ganadería?
A.S: Claro. Los sistemas silvopastoriles plantean la posibilidad de ser más eficientes, generar mayor empleo y reducir los riesgos ambientales y la pérdida de bienes y servicios ecosistémicos que presenta la ganadería tradicional, al proponer un esquema que logra combinar un área menor con más ganado y procesos de restauración de suelos y reforestación que generan más empleo, mayores productividad e ingresos, menores emisiones de carbono, una mejor adaptación del sector al
cambio climático y mejores indicadores ambientales.
El caso de los sistemas silvopastoriles colombianos, que fue reconocido recientemente por el Banco
Mundial como alternativa para el crecimiento verde del sector agropecuario a nivel internacional, lo llevaremos a Rio+20 para demostrar que la sostenibilidad se puede aterrizar, que existe la posibilidad de que un negocio genere rentabilidad, bienestar social y ambiental.
S.S.: Finalmente, ¿Cuál es el mundo que queremos?
M.M.: La felicidad, las libertades, los derechos humanos son el sueño o la meta de todos. La riqueza material no lo es todo. Más importante es la riqueza ambiental. Necesitamos soluciones para superar la inequidad social que congreguen a toda la sociedad. Un mundo donde las personas respeten y estudien estos y otros temas que atañen al desarrollo humano, donde haya tolerancia a las diferentes ideas, sin miedo a los conflictos. La humanidad ha salido adelante resolviendo conflictos.
La preocupación no es el conflicto, sino cómo resolverlo. Los ambientalistas no creamos el conflicto, lo evidenciamos y ofrecemos alternativas para “un futuro común y sostenible”.
A.S.: Un mundo donde los líderes hayan resuelto actuar a tiempo y decididamente para enfrentar los retos ambientales de hoy.