
OPINIÓN
Hacia una revolución territorial en La Loma, Cesar
Colombia requiere de una verdadera revolución territorial capaz de comprender el territorio en todas sus dimensiones y complejidades. Una revolución que tiene en cuenta lo que la naturaleza, siendo determinante del desarrollo económico, dice por sí misma. Lo mínimo que podríamos hacer es contar con ella.
El pasado 9 de junio, el corregimiento de La Loma, Cesar, fue noticia por ser escenario de un ataque de abejas supuestamente “entrenadas” contra el expresidente Álvaro Uribe, cuando se disponía a intervenir en un acto político. También, hace cinco años, fue tema central de una columna periodística de Alfredo Molano, en la que registra el denominado ‘Sueño negro’ del Cesar.
¿Por qué hablar este pequeño lugar, desconocido para muchos colombianos? La Loma es un ejemplo de los territorios construidos de arriba hacia abajo, donde el enfoque territorial refleja y legitima decisiones históricas de quienes ostentan el poder económico y político, impuestas aún en contra de la voluntad de sus habitantes.
Esta región del país no siempre fue el epicentro de explotación minera. Gran parte de su tierra pertenece a pocas familias, por eso los propietarios definieron las actividades económicas para el desarrollo y modificaron las costumbres y los oficios de los habitantes de la zona. Un cambio como este interfirió en su cultura e identidad, transmitida entre varias generaciones: la apropiación de su entorno, modificada por decisión de otros.
Inicialmente los paseros, u oriundos de El Paso, municipio al que pertenece La Loma, vivieron del pancoger, luego actores ajenos a su cultura y voluntad establecieron que el camino a seguir era la siembra de algodón.
Esta actividad, que terminó en los ochenta por la caída de los precios, obligó a que los campesinos trabajaran en cultivos de palma africana, actividad que no requiere mucha mano de obra. En los noventa llegaron las multinacionales mineras, y publicitaron su presencia como “una oportunidad única para el Cesar”, como lo tituló el diario El Pilón en 2010.
En términos de desarrollo, el cambio no fue positivo porque el corregimiento no recibió beneficios proporcionales a estas bonanzas de extracción y monocultivo. ¿Qué tan auténtica es la apropiación del entorno en una comunidad que no tiene autonomía real frente a las decisiones que se toman en su territorio?
Hoy, sus pobladores deben resignarse a relatar historias sobre lo que alguna vez fue una llanura y que ahora es montaña, producto de los materiales estériles de la minería. O relacionarse con el nuevo río Calenturitas, al que le cambiaron el cauce.
El enfoque territorial es una metodología de participación, elemento clave de los agonizantes acuerdos de paz, que pretende romper esa imposición ortodoxa de visualizar y solucionar problemas sin tener en cuenta el territorio con toda su complejidad.
Además, considera la biodiversidad, las comunidades, las personas y las relaciones que dan origen a la cultura y formas de vida. Es la manera de identificar y solucionar conflictos, e impulsar el desarrollo.
Colombia requiere de una verdadera revolución territorial, capaz de comprender el territorio en todas sus dimensiones y complejidades. Una revolución que tenga en cuenta lo que la naturaleza, siendo determinante del desarrollo económico, dice por sí misma. Lo mínimo que podríamos hacer es contar con ella. También considerar los pasivos ambientales, la capacidad de explotación de los recursos naturales, los daños ambientales y reconocer los límites de la biodiversidad.
Esta revolución debe tener en cuenta la historia de ocupación y apropiación de la tierra para entender las relaciones de poder entre actores, y mediar en los posibles conflictos e injusticias presentes. El desarrollo económico de La Loma, como de cualquier municipio en Colombia, debe incorporar las percepciones de la gente para cerrar los procesos participativos. Solo así territorios como este podrán alcanzar desarrollo sostenible sin que a los pueblos les cueste la autonomía, el aprovechamiento de recursos endémicos y la identidad.
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POR VIVIANA MONCALEANO | @VivianMoncalean
Investigadora y documentalista del Instituto Latinoamericano para una Sociedad y un Derecho Alternativos, ILSA.
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