MEDIOAMBIENTE
El 78% de la cuenca del río Magdalena presenta erosión crítica
La deforestación, ganadería, agricultura, extracción pesquera y hasta la producción de energía hidráulica son algunas de las presiones que enfrentan sus ecosistemas acuáticos.
La cuenca del río Magdalena, el principal afluente de Colombia, es el corazón del desarrollo socioeconómico del país. Esa superficie de más de 250 000 km² es hogar de prácticamente el 77% de la población, produce el 86% del Producto Interno Bruto del país y el 50% de la pesca de agua dulce. Sin embargo, es también la cuenca que mayor nivel de amenazas y presiones enfrenta actualmente. La deforestación, el desecamiento de sus ciénagas y la contaminación, son solo algunas de ellas.
Para Carlos Lasso, coordinador de Biología de la Conservación y Uso de la Biodiversidad del Instituto Alexander Von Humboldt, el Magdalena es un río muy noble. “Pese a que desde los años 50 o 60 le estamos extrayendo recursos pesqueros y que sufre fenómenos antropogénicos de contaminación, alteración, tala, quema, deforestación, el río sigue resistiendo y produciendo”, explica.
Sin embargo, nadie sabe hasta cuándo aguante. De acuerdo con el Instituto Humboldt, actividades como las que nombra Lasso, han ocasionado que el 78% de la cuenca del río Magdalena presente erosión crítica y que, además, se haya presentado una reducción del volumen pesquero del 62,5% en los últimos 40 años.
El estado de salud de la cuenca también tiene mucho que ver con las actuales inundaciones que vive el país. Al ser la cuenca más deforestada del país, según Lasso, se han transformado zonas que ya no tienen la capacidad de captar y procesar el agua que antes era atenuada por los bosques. “Cuando tienes la cuenca desnuda ocurren desastres. Esas son las consecuencias que hemos visto ahora”, lamenta.
Ante la necesidad de prestarle atención a la salud de la cuenca del río Magdalena, investigadores del Instituto Humboldt y la Fundación Natura propusieron un modelo socioecológico que servirá a las autoridades para hacer un monitoreo a los ecosistemas acuáticos que la componen. Esta propuesta espera orientar la toma de decisiones y forma parte del Reporte de Estado y Tendencias de la Biodiversidad Continental de Colombia, conocido como Reporte BIO.
Un modelo ambicioso
Durante más de 10 meses, las biólogas Angélica Batista y Margarita María Roa, dos de las investigadoras de la propuesta Monitoreo de Ecosistemas Acuáticos, del reporte BIO 2019, trabajaron en la recopilación de la información existente que podría dar luces sobre el estado de salud de la macrocuenca del Magdalena. Recorrieron el río desde el departamento del Huila, donde nace, hasta su desembocadura en el mar Caribe. Hicieron entrevistas y encuestas a las autoridades y a la población con el objetivo de definir cuáles son los ecosistemas acuáticos clave que se deben proteger y cuáles son los conflictos socioambientales que se presentan en cada uno de ellos.
Angélica Batista cuenta que construyeron un inventario de actores e, incluso, recopilaron todas las iniciativas de monitoreo que se han implementado en esta región. Construyeron un mapa de trabajo, con 18 indicadores, para que los tomadores de decisiones analicen el impacto de cada acción realizada en la cuenca del Magdalena.
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“Se deben abordar los problemas de la macrocuenca de manera integral. No solamente en términos de biodiversidad, o económicos, porque todos los problemas están ligados. Las acciones que se han tomado de manera independiente no han resultado como se esperaba, porque precisamente son ruedas sueltas tratando de arreglar un problema o una situación que no responde a un solo elemento”, explica María Margarita Roa.
Batista la complementa, asegurando que los indicios muestran que la cuenca “requiere atención prioritaria”. En la investigación confirmaron que la presencia de metales en los ecosistemas acuáticos supera los niveles máximos permitidos por la norma colombiana, identificaron que el área de los humedales se ha reducido en un 24 % y que hay una erosión crítica que supera el 78%.
“La erosión hace que el nivel del agua del río Magdalena y de sus afluentes sea distinto. Eso causa que en una temporada invernal como esta, se rebose el agua debido a la ausencia de unos buenos amortiguadores —como son las ciénagas— y a un nivel de cuencas muy sedimentado”, manifiesta Batista, y agrega que la situación actual no requiere solamente de infraestructura, sino también de entender que la deforestación, por ejemplo, tiene mucho que ver. “Esto no es de seguir canalizando y poniendo obras de encauzamiento. Hay que pensar de forma más integral: los sedimentos no aparecen de la nada”, reitera.
Carlos Lasso piensa lo mismo. Él considera que la principal amenaza a la que se enfrenta la cuenca del Magdalena es la deforestación, pues las franjas de bosques que rodean al río son las que garantizan que todo el proceso del ciclo de agua esté en equilibrio. Cuando se rompe esa armonía es cuando aparecen los desastres, sobre todo si se tiene en cuenta a las poblaciones que terminan construyendo casas al lado de los afluentes.
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Lo anterior se ha hecho evidente con el actual fenómeno de La Niña, que ha aumentado, entre otros, los niveles de los ríos Magdalena y Cauca. Ante el riesgo de crecidas y posibles inundaciones, el Instituto de Hidrología, Meteorología y Estudios Ambientales (Ideam) ha pedido tomar medidas para proteger a las poblaciones que se podrían ver afectadas. En el caso específico del río Magdalena, el Ideam emitió hace pocos días una alerta en las cuencas bajas y medias, pues los niveles están llegando a sus cotas críticas y se están generando inundaciones que afectan a varias poblaciones ribereñas.
“Nosotros estamos viviendo en contra del río, no con el río. Por eso hay tantos pueblos inundados y tanta gente pasando hambre”, comenta la bióloga y docente Luz Fernanda Jiménez, de la Universidad de Antioquia, quien agrega que, al poner diques y desecar las zonas inundables, el río no tiene hacia dónde crecer cuando se presentan las temporadas de lluvias. “No hemos logrado entender el ciclo del río y seguimos insistiendo en controlarlo. ¿Cuál es el mejor lugar para vivir? Fuera del lugar donde viva el río”, resalta.
Recurso pesquero: el indicador de que algo está mal
Otro de los datos que lograron confirmar Angélica Batista y Margarita María Roa, junto con los demás investigadores, es que el recurso pesquero en el Magdalena se ha reducido en un 62,5 % en los últimos 40 años. Sin duda, esa fue otra cifra que alertó sobre la necesidad de prestar atención a la salud de la cuenca. “Si haces un daño abajo en una ciénaga, sencillamente no habrá subienda de peces para desovar [puesta de huevos]. Todas las interacciones de los ecosistemas acuáticos, que se comportan como un súper organismo, están interconectadas”, explica Batista.
Pese a que la cuenca se relaciona directamente con la producción del 86% del PIB del país, Batista cree que Colombia podría estar mejor si contara con más organización alrededor del río, con un buen plan de ordenamiento pesquero y con pescadores empoderados: “estamos perdiendo económica y socialmente, pues tenemos poblaciones que se están empobreciendo en las riberas de los ríos”.
La cuenca del Magdalena cuenta, según el último censo del Instituto Humboldt, con 233 especies de peces, de las cuales el 76 % son endémicas. “Eso no lo encuentras en otro lugar del país”, asegura Luz Fernanda Jiménez. Según la bióloga, actualmente solo hay una décima parte de los peces que se reportaban hace 30 años.
La docente explica que las especies que migran, como el bocachico, se mueven entre diferentes ecosistemas. Viajan por las ciénagas —consideradas las zonas de crianza de los peces—, los caños de conexión, utilizan los ríos tributarios para el desove y luego vuelven a los cauces principales, que sirven como zonas de tránsito. “Como todos los ecosistemas tienen diversos conflictos debido a la actividad humana, se reducen cada vez más las condiciones apropiadas para que los peces puedan cumplir una función en los ecosistemas”, asegura.
Entre las principales afectaciones a los peces de la cuenca del Magdalena están las modificaciones que se le han hecho al cauce del río, así como los conflictos de las ciénagas con la agricultura, la ganadería y hasta los proyectos hidroeléctricos. “No es solamente la extracción pesquera, también influye el desecamiento de las ciénagas, la alteración de la calidad del agua y las hidroeléctricas que limitan la conectividad para peces migratorios”, anota Roa.
En esto último coinciden Jiménez y Batista, quienes explican que los embalses que generan energía también interrumpen los cauces por donde migran las especies y cambian el pulso del caudal. De acuerdo con el Reporte BIO 2019, la cuenca del Magdalena produce el 75 % de la energía hidráulica del país.
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“Estamos cambiando rutas de migración y desove. […] Ese cambio en las condiciones de los ecosistemas acuáticos repercute en que se renueven las poblaciones de peces, por eso es que cada vez hay menos. Todo obedece a malas prácticas”, dice Jiménez, y aprovecha para contar que, junto al investigador Carlos Lasso, se encuentran trabajando en un libro que publicará al final de este año, donde se detalla el estado de salud de los peces de la cuenca del Magdalena.
Los expertos consultados por Mongabay Latam reconocen que la cuenca se podría recuperar fácilmente, el problema es que para lograrlo es necesario quitar las presiones a las que está expuesta. “La funcionalidad de la cuenca está super desaprovechada por el estado en el que la tenemos. Podría darnos más servicios ecosistémicos si no estuviera tan afectada”, puntualiza Batista.
El modelo que detallar el reporte BIO 2019 está listo para ser utilizado. Ahora depende de todos los colombianos —complementan las investigadoras Batista y Roa— entender que cada decisión en la cuenca del Magdalena repercutirá en la vida de las comunidades. Jiménez tampoco lo duda: “El río Magdalena no se controla. Tenemos que aprender a vivir con él, no contra él”.
Este artículo fue tomado en su versión original de: https://es.mongabay.com/2020/11/rio-magdalena-colombia-peligro-erosion-inundaciones/