Acumen, el fondo que preside Jacqueline Novogratz, llegó a Colombia para quedarse. Liderado en el país por Virgilio Barco Isakson, tiene la tarea de buscar emprendimientos extraordinarios que acaben con la pobreza. Novogratz le dijo a Semana Sostenible que en Colombia existe un gran espíritu emprendedor en los lugares donde se vivirá con más fuerza el posconflicto.
Semana Sostenible: Empecemos por el principio. Después de ser banquera ¿Cómo terminó de directora de Acumen, fondo que busca capital para invertir en emprendimientos que ayuden a superar la pobreza?
Jacqueline Novogratz: Vengo de una familia de inmigrantes sin dinero, pero con un sentido enorme de la posibilidad, la familia y la importancia de la integridad humana. Esos valores me fueron inculcados y más adelante, cuando entré al mundo de los bancos–de los que amo la estructura y rigurosidad– me enseñaron a ver el valor de invertir en las capacidades de alguien y verlo crecer. Cuando me metí de lleno en ese mundo y terminé en Brasil, aunque amaba las herramientas financieras, tuve claro que en ese momento– cuando los países de Latinoamérica pasaban por una crisis debido a sus deudas– los pobres iban a ser dejados de lado. Sin embargo, veía una enorme energía en las favelas y sabía que a pesar de eso las personas que vivían allí no se atrevían a entrar en los bancos. Por eso sentí que tenía que haber una manera de extender esos instrumentos bancarios a todas las personas, sobre todo a los más pobres.
S.S.: ¿Y logró expandir el alcance de las herramientas financieras?
J.N.: Después de mi visita a Brasil terminé en Ruanda y fundé un banco de micro finanzas, Duterimbere que significa seguir adelante con entusiasmo en keniano, y entendí que el mundo se puede cambiar con un grupo pequeño de personas.
S.S.: Explique esto un poco más
J.N.: Entendí que se podían tomar las herramientas financieras y ayudar a los más pobres a resolver sus propios problemas. Por eso abrí una pastelería como negocio con 20 mujeres. Esta pastelería antes era conocida como "la pastelería de las prostitutas" porque estas mujeres ejercían ese trabajo. Lo que nadie veía es que eran 20 madres cabeza de familia con un objetivo: salir adelante con una panadería que recibía un dinero de filantropía que solo alcanzaba a cubrir lo básico. Yo les ofrecí un negocio en el que podían participar. Hay una diferencia entre que yo te ofrezca un regalo y te pregunte si te gusta— es muy difícil que digas que no– y que te ofrezca algo y te pregunte qué precio pagarías por eso.
S.S.: ¿Fue esta experiencia la que la inspiró a fundar Acumen, su fondo de inversión de capital paciente?
J.N.: Creé Acumen pensando en mi pasado, sí. Sin embargo, al crear este fondo vi que en el área de la filantropía es donde más riesgos hay que resolver y donde menos riesgos se toman. Si lo pensamos bien, queremos sentirnos seguros. Por eso invertimos en la Universidad, por ejemplo, pero cuando llega el momento de hacer apuestas grandes no queremos hacerlo por miedo a parecer poco inteligentes. Si pudiéramos ver que muchas personas adquieren su dinero al tomar grandes riesgos y al ser financieramente rigurosos, veríamos que hay maneras de construir compañías que estén al servicio de los pobres justo en aquellos temas donde el mercado, los gobiernos y la cooperación internacional les han fallado.
S.S.: ¿Cuáles son esas problemáticas que ni los gobiernos, los mercados o la cooperación han podido resolver?
J.N.: son las necesidades básicas como acceso al agua, energía, a un hogar digno, etc. Llevo 14 años trabajando en pos de solucionar estas problemáticas en Acumen donde hemos invertido más de 90 millones de dólares en compañías en África, el sudeste Asiático y en Latinoamérica. Con esta inversión hemos logrado que más de 125 millones de personas tengan acceso a estos servicios y logre superar la pobreza.
S.S.: ¿Qué tipo de inversión permite alcanzar estas cifras tan impresionantes?
J.N.: Lo que nos ha permitido llegar a tantas personas es la inversión del capital paciente. Esta inversión implica que exista una amplia tolerancia ante el riesgo y unas expectativas de rentabilidad menores a aquellas del mercado, pero de gran impacto social. Es una perspectiva a largo plazo que les permita a estos empresarios tener el tiempo necesario para experimentar y usar el mercado como el mejor dispositivo de negocio para conocer sus límites y posibilidades.
S.S.: ¿Cómo manejar la inversión de capital paciente para disminuir el riesgo?
J.N.: En Acumen hemos invertido capital paciente entre 8 y 10 años en emprendedores rigurosos que están determinados a construir servicios que ayuden a los pobres. Trabajamos con ellos durante los años y el dinero que vuelve a Acumen lo invertimos en los pobres y medimos nuestro impacto no solo en términos del retorno financiero, sino de cómo estamos cambiando vidas en materia de si las personas tienen mejores ingresos que les permitan tener acceso a luz, a servicios de salud, etc.
S.S.: ¿Por qué esto es posible ahora y no antes?
J.N: no creo que fuera posible antes, hace 14-15 años, por la manera en que miramos los sistemas financieros y por nuestras ideologías. Antes imperaba la lógica de Nike del "Just Do it" (Solo hazlo); haz que las cosas pasen, no me digas cómo. Eso cambió y ahora el eslogan es: ¿Cómo estamos haciendo que las cosas pasen? ¿Estamos construyendo sistemas que reconozcan la cadena de valor?
S.S.: El sector social está creciendo. Sin embargo vemos que los ricos son más ricos y los pobres más pobres. ¿Cómo cerramos esa brecha?
J.N.: Las personas pueden hacer mucho dinero al recurrir al capital de riesgo para crear una app que nos diga dónde está el mejor restaurante o el mejor café latte, pero lo que necesitamos es que esas mismas mentes pasen se transformen y se pregunten qué se necesita para llevarle agua potable a las 1.5 millones de personas que no la tienen. Qué se necesita para llevarle saneamiento básico a los 2.5 millones de personas que no tienen inodoros, etc. Y que encuentren las respuestas y aprendan a invertir capital paciente en hacerlas realidad.
S.S.: ¿Qué es lo que más le ha impactado de Colombia?
J.N: La gente. Hay un gran talento. El reto está en encontrar esos emprendedores, invertir en ellos, proveerles las herramientas tecnológicas necesarias para que crezcan.
S.S.: En Colombia hay gran voluntad para invertir en el posconflicto del sector privado, pero al momento de ejecutar muchos se corren. ¿Cómo hacer para que se involucren?
J.N.: Es por esto que se necesita inversión que provenga de la filantropía. Hay que ver potencial donde el mundo ve desasosiego. En todos mis viajes a lugares en posconflicto veo en Colombia ética de trabajo y espíritu emprendedor. En medio de la enorme adversidad es en coyunturas tan complejas que hay que apoyar al pequeño empresario con capital de riesgo que permita que florezcan. Es aquí donde la filantropía es clave.
S.S.: ¿Cómo acabar con el miedo de invertir en lugares en donde el conflicto armado sigue latente?
J.N.: La esperanza es lo único que acaba con el miedo. Es ante esto que tenemos que preguntarnos si somos capaces de generar el cambio y de entender que si no somos nosotros quienes actuemos nadie lo va a hacer.