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Maestros del engaño: Once animales colombianos expertos en camuflaje
Algunas especies desarrollaron la habilidad de esconderse como una estrategia biológica para engañar a sus presas o despistar a sus posibles depredadores. El Instituto Humboldt revela algunos maestros del engaño en la biodiversidad colombiana.
Uno de los comportamientos más fascinantes de algunas especies del reino animal es su capacidad para camuflarse. Los colores de sus cuerpos, el parecido con la hojarasca y las texturas similares a las de los troncos y hojas de los árboles, les permiten esconderse para sorprender a las presas o confundir a los verdugos.
Andrés Acosta, investigador de la subdirección de investigaciones del Instituto Humboldt, afirma que las especies tienen sus propios comportamientos, un resultado de procesos evolutivos únicos. “Cuando hablamos de especies no sólo hacemos referencia al nombre científico sino a toda la historia biológica que hay detrás de cada una de ellas”.
Para el experto, el comportamiento de las especies es uno de los aspectos de su historia, “dado que se adaptan a las condiciones dadas y en la lucha por la supervivencia desarrollan estrategias cada vez más complejas dependiendo de su hábitat o dieta".
El Instituto Humboldt elaboró la lista de 11 animales en Colombia expertos en camuflarse. Fotos: autores varios.
Algunas especies tienen la capacidad de desarrollar patrones de coloración que les permiten ocultarse de otros organismos y volverse parte del entorno natural. A este proceso se le conoce como cripsis, que incluye estrategias de camuflaje, nocturnalidad y vida subterránea. Además, la cripsis puede ser visual, olfativa o auditiva.
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Según Acosta, las especies imitan las características del ambiente que las rodea, ya sea en color o textura como hojas, troncos y piedras para ocultarse de posibles depredadores o para acercarse a sus presas. “Tal es el caso de los lagartos, serpientes, cocodrilos, peces de mar e insectos”.
Otro de los mecanismos evolutivos de ocultación es el aposematismo. Las especies no sólo se esfuerzan por esconderse sino por hacerse notar a través de colores vivos y muy llamativos. “Las expertas en esta estrategia son las ranas venenosas que, al ser identificadas, alejan a posibles depredadores. La llamativa apariencia es un escudo y cualquiera que se las coma moriría. Algunas ranas no venenosas han logrado simular la apariencia de sus semejantes venenosas para evitar ser cazadas”, asegura el experto.
El gecko es uno de los animales expertos en camuflarse para sorprender a sus presas. Foto: Instituto Humboldt.
El camuflaje se conoce como mimetismo. Es la habilidad que tienen ciertos seres vivos para parecerse a otros organismos y así sacar ventaja. “Tal es el caso del pavo real, que cuando se expande aparecen manchas oculares, aparentando ser otra especie mucho más grande”, dice Acosta.
Cuando los ecosistemas son impactados o alterados, esto pone en riesgo la supervivencia de estas especies, dado que dependen de la interacción de sus hábitats. Fenómenos como la deforestación, la degradación del suelo o el cambio climático afectan de manera directa las dinámicas de comportamiento de las especies.
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“En Colombia corremos el riesgo de que muchas especies desaparezcan antes de que logremos identificarlas. Es una carrera contra el tiempo. Por eso el llamado es a conservar nuestros ecosistemas y hacer un adecuado uso de nuestros recursos naturales, si queremos seguir presenciando las maravillas de la inteligencia de la naturaleza”, concluyó Acosta.
A través de sus redes sociales, el Instituto Humboldt reveló 11 animales maestros del engaño. “Nuestra biodiversidad no deja de sorprendernos. Diseñamos un divertido pasatiempo llamado 1, 2, 3 por…los maestros del engaño, un juego a través del cual el ciudadano pudo sumergirse en uno de los ecosistemas y asumir el rol de detective”, informó el instituto.
La rana venenosa (Dendrobates truncatus) hace uso de sus colores para camuflarse en la vegetación. Foto: Federico Pardo.
1. Bienparado
Ave también conocida como mirapalcielo y urutaú que habita en bosques, sabanas, manglares, ríos y áreas abiertas. Durante 33 días empolla un único huevo blanco, un polluelo que vive durante 49 días en la misma rama de sus padres, pegadito a ellos aprendiendo sobre la quietud y el mimetismo que lo ayudará a sobrevivir de grande, siempre mirando hacia el cielo.
Estas aves miran al horizonte y escogen un árbol que perdió una rama o un poste de cerca que se asemeje al tono de sus plumas, con colores blanco grisáceo o marrones oscuros. Vuelan hasta allí y se posan quietos hasta que llega la noche.
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El mirapalcielo o urutaú tiene el mismo color que las cortezas de varios árboles. Fotos: Augur y David Monroy (iNaturalist) publicadas por el Instituto Humboldt.
Poseen una delgada rendija sobre el párpado superior que les permite ver aún cuando tienen los ojos cerrados. De este modo están siempre alerta sin perder su postura firme. Para la cena prefieren un banquete de polillas, escarabajos o mantis.
“En las noches le cantan a la luna llena. Como una buena banda sonora de un cuento fantasmagórico, silban melancólicamente un ruido de puu, puu, puu, que para algunos habitantes del campo suena como ay, ay, ma-ma. Seguro a muchas personas le ha causado terror, pero no hay por qué, estos amigos nocturnos sólo aman controlar las poblaciones de insectos”, anota el Humboldt.
2. Gecko
Esta lagartija habita tanto en los bosques como en espacios donde pueda trepar fácilmente, como paredes, ventanas y techos. Los geckos dilatan la pupila hasta 300 veces, y cuando se sienten amenazados pueden desprender su cola y regenerarla en pocos meses.
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“Las hembras de algunas especies pueden reproducirse sin copular con el macho. Los ojos de los geckos son fascinantes, ya que cambian de acuerdo con la cantidad de luz que reciben; dilata y contrae la pupila muy a su conveniencia. También puede discriminar algunos colores a la luz de la luna”, afirma el Humboldt.
Los geckos dilatan la pupila hasta 300 veces. Fotos: Instituto Humboldt.
Estudios demuestran que los conos de los geckos son 350 veces más sensibles al color en comparación con los presentes en el ojo humano. A estas habilidades se suma su capacidad para camuflarse, utilizando sus escamas de tonos marrón y gris para permanecer ocultos de las aves u otros depredadores.
Sus patas pueden adherirse y desplazarse por superficies o texturas lisas, mientras se alimenta de insectos. Los geckos no son venenosos, pero algunas especies están catalogadas ya como invasoras en Colombia.
3. Insecto hoja
Hace parte de la familia Tettigoniidae y habita en las zonas húmedas de sotobosque. También se le conoce como grillo volador o saltamontes nocturno. “Hace parte de las 6.570 especies diseñadas para camuflarse y escaparse a lo largo del día de los ojos de sus depredadores”, mencionó el Humboldt.
El insecto hoja también puede tomar la forma de falsos hongos. Fotos: Andrew Crawford publicada por el Instituto Humboldt.
Este insecto hace lo que sea para no terminar como alimento de los monos, roedores, murciélagos, aves u otros insectos. Estos pequeños animales nocturnos de seis patas son en su mayoría fitofagos, pero también los hay carnívoros. Son bastante sonoros y hacen parte del paisaje bioacústico de diferentes lugares del mundo.
El tal su grado de perfección para camuflarse que algunos no sólo imitan las hojas sino de falsos hongos. “Los más raros llegan a imitar avispas”, afirma la entidad.
4. Búho currucucú o mochuelo
El camuflaje de sus plumaje, con patrones y colores, le ayudan a mezclarse entre las ramas de los árboles. Estos búhos son maestros del sigilo, el acecho y la paciencia.
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Combinado con su excepcional visión, gracias a unos ojos de gran tamaño, este cazador nocturno espera pacientemente el momento adecuado para tomar su presa.
Este búho puede camuflarse entre las copas de los árboles. Fotos: Instituto Humboldt.
“El gran tamaño de sus alas le permite volar con pocos aleteos lentos, planeando a muy baja velocidad si así lo requiere. En su plumaje tiene adaptaciones particulares en los bordes de las plumas, que terminan en pequeños filamentos con textura de terciopelo que le ayudan a reducir el ruido del aire al pasar”, dice el Humboldt.
Según el instituto, por décadas estas adaptaciones han fascinado a los investigadores, tanto así que han servido como insumos para aplicaciones biométricas que han mejorado los aviones, drones e incluso ventiladores.
5. Rana platanera
Está presente en casi todos los ecosistemas, desde los bosques húmedos hasta las zonas urbanas de las tierras bajas de todo el país, excepto en la Amazonia.
Su canto es uno de los más reconocidos por las personas que habitan en el campo, donde se le encuentra muy activa en las noches durante las estaciones lluviosas. Hace parte del grupo de ranas gladiadoras que poseen una espina en uno de sus dedos que los machos utilizan para pelear entre ellos por reinar en el territorio.
La rana platanera tiene la capacidad de adaptarse a ambientes áridos, desérticos y fuertemente transformados. Fotos: Instituto Humboldt.
“Sus ojos verde limón son la clave sencilla para que los investigadores las identifiquen de otras especies similares, pues como sus parientes tiene gránulos asociados a las células de la piel que le permite cambiar su color dependiendo de la temperatura. A su vez, estos cambios de coloración, generalmente un blanco muy pálido y pasando a marrón con más o menos manchas, le permiten adaptarse a su ambiente y esconderse de los depredadores entre la vegetación”, indica el Humboldt.
Pone miles de huevos en huevos al lado de charcas, ya que sus renacuajos se desarrollan en aguas quietas. Su capacidad para adaptarse a ambientes áridos, desérticos y fuertemente transformados, hacen que esa sea una de las especies de rana más comunes en Colombia.
6. Mariposas
Los lepidópteros abarcan mariposas diurnas y nocturnas, estas últimas representan 90 por ciento de la diversidad de especies. Las diurnas son en su mayoría de colores vivos y posan las alas cerradas y hacia arriba. Por su parte, las nocturnas presentan colores más sombríos, posan con las alas abiertas o dispuestas hacia atrás, junto al cuerpo.
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La mariposa ojos de búho o lechuza habita desde el nivel del mar hasta los 2.500 metros de altura. Es imposible evitar mirarlas porque algunas son lo bastante grandes, alcanzando incluso los dos centímetros.
Mariposas como la ojo de lechuza es una experta en camuflarse entre la vegetación. Fotos: Instituto Humboldt.
Una forma de defensa contra sus depredadores está en el reverso de sus alas. Los grandes círculos que le adoran y que se asemejan a los ojos de una lechuza, son una de sus herramientas más poderosas.
“Las mariposas diurnas resaltan por su color. Hay dos tipos de coloración: una que surge de los pigmentos con colores bien definidos y otra donde los colores cambian con la luz. Esto se debe a la microestructura de las escamas que le permite descomponer la luz blanca en los colores del arcoiris, algo muy parecido a lo que vemos en las marcas del aceite en el pavimento húmedo”, anota el Humboldt.
7. Tinamú o gallineta
Los huevos de este maestro del camuflaje son llamativos y con diversidad de colores; pueden ser rosados, verdes o azules. Aunque es experto en mimetizarse entre la vegetación, esta ave cuenta con un punto débil: como sus vasos sanguíneos son bastante estrechos y sus pulmones y corazón pequeños, cuando llega el momento de huir se cansa rápidamente.
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“Aunque pueden volar, los tinamúes son aves con hábitos más bien terrestres y se les considera una especie críptica por su difícil registro. Como sus plumajes son oscuros, variando entre los tonos café, amarillo, gris con barrados, estriados o motoeados, al combinarse con la oscuridad del bosque surge una receta maestra que le facilita perderse entre las ramas y hojarasca; allí se mueve silenciosamente buscando rayas e insectos”, precisa el instituto.
Los huevos coloridos de los tinamúes son otra de sus principales características. Fotos: Instituto Humboldt.
Esta ave se puede encontrar entre los cero a los 5.000 metros sobre el nivel del mar, aunque su mayor diversidad está en las tierras bajas. “Lo triste es que este maestro del camuflaje está bastante amenazado por la deforestación y cacería”, anota el Humboldt.
8. Gallina ciega
También se le conoce como guardacaminos o chotacabras. Su lugar favorito es el suelo, en especial caminos, potreros, matorrales y bosques de toda Colombia.
Paradójicamente, los ojos de la gallina ciega son los responsables de que pueda ser identificada. “Cuando recibe la luz directa de una linterna o un vehículo, sus ojos brillan con un fuerte color naranja-rojo. Esto se debe a un tejido que actúa como un retroreflector al interior del ojo y ayuda a que su visión nocturna sea mucho más nítida. Su nombre de gallina ciega no le hace justicia”, dice el Humboldt.
Esta gallina es identificada por el reflejo de alguna luz en sus ojos. Fotos: Instituto Humboldt.
Su comportamiento y coloración críptica les ayuda a no ser detectadas. En realidad hay dos grupos de gallinas ciegas: los chotacabras, con alas más grandes, y guardacaminos, de alas más cortas y cola más larga.
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Esta familia se caracteriza por presentar unas plumas modificadas a los lados del pico, llamadas cerdas rictales que parecen bigotes. La mayoría de estas especies no construye nidos y pone sus huevos directamente en el suelo. Por eso, una de sus amenazas son los perros y gatos ferales. Se alimentan de insectos rastreros y voladores, casi siempre al atardecer.
9. Insecto palo
Habita en bosques, pastizales y cultivos. Cuenta con varios alias, como María Palitos, palotes o phasmidos. De este insecto se han registrado fósiles que datan de hace 126 millones de años y tiene una familia grande, con más de 3.000 especies conocidas en todo el mundo.
“Estos insectos pueden alcanzar tamaños de hasta 55 centímetros y parecen brotes de plantas. Su aspecto es similar al de la ramas con diferentes características como espinas, líquenes, musgos, hongos e incluso heces de aves", indica el Humboldt.
De este insecto se han registrado fósiles que datan de hace 126 millones de años. Fotos: Instituto Humboldt.
Su mecanismo de defensa va mucho más allá del camuflaje. Algunas especies pueden producir sustancias fétidas o parecidas al gas lacrimógeno. Si su camuflaje es descubierto, se hacen los muertos.
“Otros activan sus alas súbitamente y si se trata de un individuo en proceso de muda, con toda tranquilidad desprenden sus patas para poder escapar, parte que luego regeneran”, anota el Humboldt.
10. Mantis religiosa
Permanece en las hojas y cortezas de los árboles y arbustos. Son insectos emparentados con las cucarachas que pueden girar su cabeza 180 grados y tienen una visión y reflejos excelentes. Se alimentan exclusivamente de presas vivas que acechan haciendo uso de su capacidad para camuflarse.
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“Su ataque es rápido y certero, lo que le permite a especies más grandes alimentarse de insectos, reptiles y hasta aves pequeñas. Las mantis también son conocidas por su comportamiento de canibalismo sexual: después de aparearse, las hembras intentan atrapar al macho para alimentarse”, advierte el instituto.
Las mantis hembras se comen a los machos luego de aparearse. Fotos: Instituto Humboldt.
Se caracteriza por tener el primer par de patas modificadas de modo que pueden ser usadas para atacar e inmovilizar a la presa. Aunque son intimidantes y algo agresivas, las mantis son inofensivas para el ser humano. No tienen ningún tipo de veneno ni fuerza para afectar la piel del hombre.
“Es uno de los insectos más traficados para su uso como mascotas, a pesar de que la vida promedio de las especies más grandes es de tan sólo un año. Algunas son de color verde como as hojas, otras simulan la correza de u arbol y otras son especialistas en captirar insectos polinizadores, por lo que se camfluan usando los colores de las flores”.
11. Trepatroncos
Abunda en los troncos llenos de bichos. Esta ave posee una modificación en las plumas de la cola que termina en forma de espina endurecida, la cual le permite anclarse un poco mejor a los troncos. Básicamente carga su propio asiento y equipo de escalada.
“Algunas especies son seguidoras de los grupos de hormigas, lo que lleva a la creencia de que se alimentan de ellas. Sin embargo, en realidad el trepatroncos es un ladronzuelo que está listo para robar algunos de los insectos más grandes que las hormigas cazan y alborotan a su paso”, dice el Humboldt.
Los trepatroncos no buscan camuflarse, ya que transitan frencuentemente por los troncos sin miedo a los depredadores. Fotos: Instituto Humboldt.
Aunque anteriormente se les consideraba una sola familia, los trepatroncos hacen parte de la familia Furnarridae, junto con otras especies que no necesariamente tienen ese comportamiento.
El nombre del grupo Dendrocolaptinae significa pájaro que picotea los árboles. Aunque su estrategia no es el camuflaje propiamente dicho, sus colores rojos y café parduzcos, sumado a texturas moteadas, los hace difíciles de ver. Pero su comportamiento de caminar verticalmente por los troncos de los árboles en busca de insectos, los delata rápidamente.
“Se diferencian de los carpinteros precisamente por su coloración y porque estos en realidad no tienen la capacidad de golpear y perforar la madera”, indica el Instituto.