GRUPO RÍO BOGOTÁ
Museo del Salto de Tequendama vuelve a abrir sus puertas
La emblemática casona, construida hace más de 90 años, puede ser visitada todos los fines de semana. Los turistas deben pagar su entrada virtualmente, cumplir con los protocolos de bioseguridad y llevar audífonos para escuchar las charlas.
* Este es un contenido periodístico de la Alianza Grupo Río Bogotá: un proyecto social y ambiental de la Fundación Coca-Cola, el Banco de Bogotá del Grupo Aval, el consorcio PTAR Salitre y la Fundación SEMANA para posicionar en la agenda nacional la importancia y potencial de la cuenca del río Bogotá y sensibilizar a los ciudadanos en torno a la recuperación y cuidado del río más importante de la sabana.
En 1994, María Victoria Blanco y Carlos Cuervo, una pareja de esposos graduados como veterinarios de la Universidad Nacional, decidieron radicarse del todo en la vereda San Francisco del municipio de Soacha para consolidar un proyecto de conservación ambiental y producción agrícola.
Estos bogotanos compraron un predio de 14 hectáreas para construir la Granja El Porvenir, una iniciativa que buscaba reverdecer con árboles nativos las zonas del bosque alto andino afectadas por la ganadería y poner en marcha varias huertas con la ayuda de 12 familias campesinas del sector.
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Sin embargo, una antigua casona ubicada en el Salto de Tequendama, una formación rocosa con más de 70 millones de años, les robaba horas de sueño. La emblemática construcción, la única que presencia la caída del río Bogotá por una cascada de 157 metros altura, estaba a punto de venirse abajo por el olvido de los colombianos.
Una casona de la arquitectura francesa fue el sitio más turístico del país durante el siglo XX. Foto: Nicolás Acevedo Ortiz.
La pareja realizó una profunda investigación sobre el pasado de la edificación. “A comienzos del siglo XX, el presidente Pedro Nel Ospina ordenó la construcción de la Estación del Ferrocarril del Sur, una casona de 1.470 metros cuadrados con cinco pisos que serviría como hotel”, recuerda Blanco.
El Refugio del Salto fue construido entre 1923 y 1927. Su fachada era de color amarillo ocre y en el interior había salones de baile, un bar, un restaurante, 12 habitaciones y un altillo exclusivo para el presidente Ospina. La casona también contaba con figuras muiscas en sus paredes, como el rostro de la diosa Bachué y la serpiente ancestral en la que se convirtió.
“Pero su verdadero nombre era el Castillo de Bochica, un ermitaño de larga cabellera y barba plateadas que salvó a los muiscas de una inundación provocada por su esposa Huitaca. Cuenta la leyenda que Bochica la convirtió en lechuza por el daño causado a los indígenas, y con una vara dorada rompió un montículo rocoso que tenía represadas las aguas, una explosión que le dio vida al Salto de Tequendama”, dice la veterinaria.
Cuenta la leyenda que el Salto de Tequendama fue creado pr Bochica, un hombre que salvó a los muiscas de las inundaciones. Foto: Nicolás Acevedo Ortiz.
El hotel fue el sitio más turístico del país hasta mediados de 1940, época en la que recibía visitas de los cachacos, hombres de camisa, chaleco y corbata, acompañados por sus elegantes esposas. En las noches todos danzaban en los salones de música francesa y en el día se fotografiaban con la caída del río Bogotá a sus espaldas.
En 1950, el enigmático hotel llegó a su fin para convertirse en restaurante. Pero debido a los olores fétidos que emanaba el río Bogotá por los impactos de la población de la capital del país, el lugar fue cerrado definitivamente en la década de los 80.
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“El sitio insignia de la aristocracia colombiana quedó totalmente abandonado. La manigua cubrió toda la fachada y las tejas empezaron a caer. El agua ingresaba por cualquier espacio y hasta las bromelias crecieron en el tejado. Entre los 80 y 90, varias personas intentaron prenderle fuego a la casona debido a los falsos cuentos de espantos y fantasmas”, expresó Blanco.
La casona funcionó como hotel y restaurante durante el siglo XX. Luego quedó condenado al olvido. Foto: Nicolás Acevedo Ortiz.
El museo
Los veterinarios no se quedaron de brazos cruzados ante el evidente deterioro del Castillo de Bochica. En 2007 crearon la Fundación Granja Ecológica el Porvenir, una entidad sin ánimo de lucro que les permitió sacar un crédito para restaurar el antiguo hotel de la aristocracia y constituir una reserva natural en las 40 hectáreas de la granja.
“Empezamos a negociar con los propietarios del predio y en 2011 lo compramos, una deuda que aún está vigente. La Unión Europea, con apoyo de la Agencia Francesa de Desarrollo y la Embajada de Francia, nos dieron 300.000 euros para llevar a cabo la restauración”, informó María Victoria.
Con ese dinero, Blanco y Cuervo reconstruyeron el lobby del hotel, la sala de música, los balcones, las habitaciones, el piso de ajedrez y la fachada. “En el techo fueron instaladas más de 14.000 tejas y el ingeniero Luis Aycardi y la arquitecta Claudia Hernández, aportaron su trabajo sin cobrar un solo peso”.
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Con el apoyo del Gobierno de Francia, Blanco y Cuervo restauraron el antiguo hotel para conformar un museo. Foto: Nicolás Acevedo Ortiz.
Pero los esposos no querían volver al pasado, es decir revivir el hotel o el restaurante. Su objetivo era consolidar un sitio que rescatara la historia del lugar, por lo cual convirtieron la casona en la la Casa Museo Tequendama, que abrió sus puertas en 2016.
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“En su interior hay fotografías de la época del hotel, cajas fuertes, una réplica de la Virgen Negra del Tuso y varias exposiciones de arte e historia, una de ellas sobre el río Bogotá. En los últimos seis años, más de 85.000 personas han visitado el museo, que en 2018 fue declarado como un bien de interés cultural nacional”, anota Cuervo.
Los veterinarios también han reverdecido la zona del Tequendama con especies nativas. Foto: Nicolás Acevedo Ortiz.
Sobrevivir en la cuarentena
El 16 de marzo de este año, la Casa Museo Tequendama tuvo que cerrar sus puertas al público por la cuarentena obligatoria del coronavirus, una medida que dejó a Blanco y Cuervo sin recursos para continuar con los proyectos de investigación, conservación y cultura.
Cada mes, la fundación requiere de mínimo 10,6 millones de pesos para cubrir los gastos básicos y conservar los empleos de los trabajadores del museo y la reserva natural. La falta de recursos llevó a sus dueños a pedir donaciones de los colombianos y crear una campaña de adopción de árboles nativos para recaudar fondos.
“Es la primera vez que nos enfrentamos a una crisis económica como esta, por lo cual acudimos al apoyo de la ciudadanía. La campaña llamada el Bosque de la Cuarentena busca que los colombianos adopten 1.800 árboles nativos, cada uno con un costo de 65.000 pesos y de especies como roble, pino romerón, cedro, sangregado, papayuelo y sauco”, dijo María Victoria.
La fundación Granja El Porvenir ha sobrevivido a través de la adopción de árboles nativos. Foto: Nicolás Acevedo Ortiz.
Durante la cuarentena fueron adoptados cerca de 300 árboles nativos, los cuales fueron sembrados en varias zonas de la reserva El Porvenir y áreas boscosas aledañas al Salto de Tequendama. “La ciudadanía tuvo una gran acogida con esta estrategia, la cual seguirá porque buscamos llenar los parches del bosque y consolidar corredores biológicos en la zona. La campaña y las donaciones nos permitieron sobrevivir durante el confinamiento”, precisó Blanco.
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Según María Victoria, muchas de las personas que adoptaron árboles nativos lo hicieron para rendirle un homenaje a algún familiar fallecido. “Muchos árboles fueron sembrados en memoria de los seres queridos que ya partieron de este mundo. Esto demuestra que la gente está cada vez más activa para participar en jornadas ambientales con un sentido social y emocional, una reflexión de la relación del humano con el planeta”.
La meta de la fundación es reverdecer la zona que fue afectada por las actividades agropecuarias. Foto: Nicolás Acevedo Ortiz.
La nueva vida
Luego de más de seis meses de permanecer cerrados por la emergencia sanitaria, la Casa Museo Tequendama y la reserva El Porvenir volvieron a recibir visitantes desde el pasado 3 de octubre, cumpliendo con todos los protocolos de bioseguridad exigidos por el Gobierno nacional.
Las visitas, que por ahora se realizarán sólo los fines de semana, deben ser programadas previamente a través de la página de la fundación (http://www.casamuseotequendama.org/entradas.html). Cada entrada al museo tiene un valor de 10.000 pesos, pago que es recibido de forma virtual.
Cada recorrido en la Casa Museo Tequendama ahora dura aproximadamente 45 minutos y tiene un aforo de máximo 10 personas por área del museo, quienes deben respetar el distanciamiento social de dos metros.
La Casa Museo Tequendama vuelve a abrir sus puertas después de más de seis meses. Foto: Nicolás Acevedo Ortiz.
“En los dos fines de semana que hemos abierto, la ciudadanía ha demostrado un mayor interés por visitar la Casa Museo Tequendama, ya que en la reserva natural quieren estar mucho más tiempo y por ahora no está permitido. La reapertura de la Granja El Porvenir será más gradual”, precisó Blanco.
Para la reapertura del museo, Blanco y Cuervo participaron en una convocatoria del Ministerio de Cultura para adecuar los espacios del sitio a la nueva normalidad y el autocuidado. “Nosotros no podíamos asumir los costos debido a la crisis económica de la pandemia. Menos mal salimos favorecidos con la convocatoria y pudimos hacer los cambios”.
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Además de la señalización, instalación de geles antibacteriales por todo el museo y el desarrollo de plataformas virtuales para recibir los pagos, esta pareja de veterinarios tuvieron que cambiar la forma en la que se hacen las charlas sobre la sobredosis histórica del antiguo hotel y el Salto de Tequendama.
Los turistas pueden visitar el museo reservando el día de la visita y cancelando el precio de la entrada de forma virtual. Foto: Nicolás Acevedo Ortiz.
“Antes, nuestros 12 trabajadores, que son campesinos de la vereda, daban las charlas a todos los visitantes en cada una de las áreas de manera presencial. Ahora el recorrido es audioguiado, es decir que los turistas lo escuchan a través de sus celulares descargando los códigos QR que hay en todas las zonas del museo, por lo cual les recomendamos llevar audífonos”, dijo Blanco.
Sin embargo, los guías campesinos siguen trabajando en el museo. “Hay uno en cada una de las zonas de la casa, quienes atienden algunas dudas de los turistas pero sin interactuar tanto antes. El diálogo es mucho más restringido. Todo este desarrollo tecnológico fue muy nuevo para todos, por lo cual nos estamos adaptando”.
Antes del ingreso al museo, todos los visitantes deben llenar una encuesta sobre sintomatología, antecedentes y edad. El uso de tapabocas es obligatorio, al igual que la desinfección de manos antes y después de los recorridos.
La casona fue construida hace más de 90 años para poner en marcha un hotel. Foto: Nicolás Acevedo Ortiz.
“Se recomienda evitar tocar los pasamanos, las barras de agarre, el celular y rostro. En caso de tos o estornudo, debe cubrirse la boca con el ángulo interno del codo o con un pañuelo desechable, nunca con la mano. No se permitirá el ingreso de personas que presenten síntomas de gripa ni cuadros de fiebre mayor o igual a 38 grados centígrados”, anotó Blanco.
En los dos fines de semana que lleva abierto el museo, la ciudadanía ha respondido de una buena manera. “Estamos contentos por el comportamiento de la gente. Todos salieron contentos y cumplieron con los protocolos. Un médico epidemiólogo que nos visitó nos felicitó por la organización de la reapertura”.
Paso a paso
Las personas que quieran empaparse con la historia del Salto de Tequendama, lo primero que deben hacer es ingresar a la página web de la fundación para leer los protocolos de bioseguridad, escoger el día de la visita y hacer el pago a través de la plataforma PayU.
El día de la visita deberán mostrar la reserva digital, llenar una encuesta y dejarse tomar la temperatura. Según Blanco, los turistas tienen que cumplir con los dos metros de distanciamiento en el momento de hacer la fila.
María Victoria Blanco lleva dos décadas luchando por conservar la memoria histórica del Salto de Tequendama. Foto: Nicolás Acevedo Ortiz.
“Aunque la primera opción es la reserva virtual, también recibimos a los turistas que llegan directamente al museo dependiendo de la cantidad de personas que tengamos agendadas. Pueden hacer sus pagos virtuales a través de sus celulares el mismo día de la visita. El dinero en efectivo es la última opción”.
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Antes de ingresar, los ciudadanos deben tener puesto el tapabocas y desinfectarse las manos en una zona adaptada para dicha actividad. Luego, a través de la descarga de un código QR, escucharán las recomendaciones generales que hacen parte de los protocolos de bioseguridad.
Una de las exigencias del Gobierno es no superar el 30 por ciento del aforo total del lugar, por lo cual en cada área del museo sólo está permitido un máximo 10 personas con distanciamiento social.
La tecnología ahora es protagonista en los recorridos por la Casa Museo. Foto: Nicolás Acevedo Ortiz.
“En cada zona estará uno de nuestros trabajadores, que atenderán las dudas puntuales. El museo tiene tres tipos de código QR, un trabajo que fue donado por un ingeniero: sobre la historia de la casa, la museografía e información adicional. Todos están numerados para que el turista sepa el orden y conserve el hilo conductor”.
Los nuevos recorridos son al ritmo de los visitantes. “Nadie está obligado a descargar todos los códigos para escuchar las charlas. Hemos recibido parejas que llegan con un parlante, pero lo más recomendable es llevar audífonos propios para no incomodar a los demás y contar con un plan de datos activo, ya que no podemos darles cobertura a todos; el Salto de Tequendama es un cañón”, anota Blanco.
Las selfies con la caída del río Bogotá en los balcones del museo están permitidas. “Esa es una de las actividades que más le gusta a la gente, aunque los que han venido en estos dos de semana realizan el recorrido completo. Hay un nuevo comportamiento ciudadano después de la pandemia”.
La fachada del museo cuenta con figuras de los dioses muiscas. Foto: Nicolás Acevedo Ortiz.
Sigue la crisis
La crisis económica ocasionada por la cuarentena no desaparecerá de un momento a otro. Aunque la ciudadanía ha respondido satisfactoriamente con la reapertura del museo, el dinero aún no es suficiente para cubrir todos los gastos.
“Por eso seguiremos con nuestra campaña del Bosque de la Cuarentena, que busca llegar a la adopción de 1.800 árboles nativos para reverdecer el Salto de Tequendama, y seguimos recibiendo donaciones de los ciudadanos”, expresó Blanco.
El río Bogotá se oxigena un poco en la caída del Salto de Tequendama. Foto: Nicolás Acevedo Ortiz.
Para adoptar alguno de los árboles nativos, la ciudadanía puede ingresar a la página de la fundación en el link del Bosque de la Cuarentena: http://www.casamuseotequendama.org/bosque-cuarentena.html.
Sumado a esto, María Victoria le hace un llamado a los colombianos para que adquieran las diferentes publicaciones sobre la historia del lugar, su biodiversidad y las cartillas educativas que han sido elaboradas en las últimas dos décadas, como los inventarios de mamíferos de la reserva, la biografía del Salto de Tequendama y la verdadera historia del Castillo de Bochica.
“Por ejemplo, los colegios pueden comprar las cartillas para sensibilizar a los estudiantes sobre este mágico lugar que no puede volver a ese olvido al que estuvo sometido durante mucho tiempo. El Salto de Tequendama hace parte de la historia del país, un sitio que fue visitado por Gonzalo Jiménez de Quesada, José Celestino Mutis, Alexander von Humboldt y la virreina María de la Paz Enrile”.