Balance de gobierno

“Nuestra apuesta es por el territorio”: Carmen Vásquez, ministra de Cultura

Hablamos con la ministra sobre el enfoque que le ha dado a la cartera, su visión de la economía naranja y su proyecto de un Bicentenario que haga visibles otras voces.

Felipe Sánchez Villarreal*
24 de julio de 2019
Carmen Inés Vásquez, ministra de Cultura. Foto: Karen Salamanca.

Este artículo forma parte de la edición 165 de ARCADIA. Haga clic aquí para leer todo el contenido de la revista.

Cuando a usted la nombraron ministra, la hija de Petronio Álvarez, Juana Francisca Álvarez, dijo que confiaba en usted porque seguía siendo “una niña de puerto”. ¿Ha definido su arraigo a Buenaventura su ruta de gobierno?

Sí. Yo puedo estar en cualquier lugar, pero Buenaventura siempre está en mi corazón y en mi mente. Eso tiene que ver con la forma en que fui criada: con arraigo al territorio y a la cultura. Cuando estaba pequeña, en Buenaventura había dos teatros y, porque no había muchas cosas que hacer, para mí era una emoción ir a cine los domingos o verme una de las películas de Bruce Lee, las únicas que circulaban por mi barrio. También me acuerdo de que me afectaba mucho cuando cerraban los teatros. De ahí viene quizá que yo valore tanto el cine que se produce en la comunidad y su capacidad de hacer que la gente se involucre, que cuente sus historias.

Cuando estuvo en el Ministerio del Interior, usted mantuvo un diálogo con líderes territoriales. ¿Cómo ha incorporado esa experiencia al sector cultural?

El enfoque territorial ha tenido un rol principal en mi gestión, no solo por mi experiencia en el Ministerio del Interior, sino también porque soy una mujer de territorio. Encontré un equipo interesado en las regiones, y eso hizo fácil concentrarnos en ese enfoque para estos cuatro años: cultura y territorio. Hay que reconocer que tenemos un país multicultural y pluriétnico, inmensamente rico en cultura, diverso en cada una de sus regiones. Mi interés es llegar a los territorios, reconocer sus particularidades y realidades, y construir junto con la ciudadanía. Quiero que surja un diálogo muy franco con las comunidades, con los gestores y los actores. Y eso es lo que hemos hecho este año: acercarnos a las comunidades y leer los territorios con ellas.

¿Cómo se ha dado ese diálogo y cuáles son las necesidades más urgentes que le han manifestado los gestores culturales en las regiones?

Hemos logrado reunirnos con más de veintidós mil personas en el país, incluidos los representantes de las instituciones culturales y de los consejos de cultura. Ese diálogo nos sirvió de insumo para el Plan Nacional de Desarrollo (pnd) y nos permitió trazar dos grandes líneas. Una tiene que ver con nuestro objetivo de generar condiciones para garantizar el acceso a la cultura en los territorios, porque la cultura es un derecho. La segunda consiste en salvaguardar nuestro patrimonio cultural, material e inmaterial. Con los gestores culturales también hemos conversado sobre la necesidad de que la cultura y la creatividad se conviertan en herramientas para cerrar brechas sociales y en bienes y servicios que desarrollen procesos sostenibles para las comunidades. Estoy convencida de que con la economía naranja estamos condenados al éxito.

Muchos de esos procesos se han dado por liderazgos de gestores culturales e iniciativas comunitarias privadas en los territorios. ¿Cómo entra el Estado a dialogar allí?

Ese diálogo ya se está dando. El Consejo Nacional de Economía Naranja integra siete ministerios y otras entidades que nos retroalimentan permanentemente. Por ejemplo, la idea es que el Dane nos pueda ir mostrando qué está pasando con los emprendedores en los territorios: en qué nivel de emprendimiento están, cuál es su vocación, qué están haciendo, para, así mismo, decidir cuál es el apoyo y acompañamiento que requieren.


Carmen Inés Vásquez cumple un año al frente del Ministerio de Cultura el 7 de agosto de 2019. Foto: Karen Salamanca

Algunos han dudado de la efectividad de ese acompañamiento estatal. Sonó mucho un comentario de la líder Francia Márquez, cuando a usted la nombraron ministra, en el que ella cuestionaba su manera de proceder, desde el Ministerio del Interior, con la marcha de mujeres negras del Cauca.

Es importante recordar que ahora, en nuestros acercamientos a los territorios, siempre vamos acompañados de los Planes Especiales de Salvaguardia, que las mismas comunidades construyen; además ellas mismas nos ayudan a hacerles seguimiento. Más allá de lo que dijo, yo le tengo todo el reconocimiento a Francia por su trabajo y la labor que hace por las comunidades. De hecho, la acompañé cuando ganó el premio como líder defensora ambiental. Fue algo muy merecido y lo celebré mucho. Y, al igual que el gobierno, manifesté mi preocupación y rechazo cuando hace poco sufrió un atentado. Ella es una líder que hay que reconocer y me siento muy orgullosa de ella.

Este año hubo un episodio muy sonado: el fuerte discurso de Rubén Mendoza en la inauguración del Ficci. ¿Cómo recibió las críticas?

La crítica es importante porque nos ayuda a construir, y así la recibimos. Pero pienso que el diálogo debe ser otro; hay otras maneras de expresarse. Nuestra respuesta es llegar a los territorios, dialogar con la gente y contar en qué estamos. Vamos a seguir reuniéndonos con el Consejo Nacional de Cultura, comunicando con las herramientas que tenemos, como nuestra página web, que está cargada de información de estímulos, concertación, economía naranja.

Uno de los desafíos del gobierno, y del Ministerio de Cultura, ha sido precisamente ese: la comunicación con los ciudadanos. ¿Ha habido dificultades para contarle a la gente lo que están haciendo?

Justo por esa razón yo estoy dos días a la semana en el territorio, y lo que hemos escuchado es que sigue habiendo muchas expectativas. Todavía falta bastante para satisfacerlas, no podemos decir que no. Pero también hemos visto a la gente agradecida por el simple hecho de que por lo menos llegamos hasta allá. Hace unos meses, cuando estuve en Santa María la Antigua del Darién, me dijeron que era la primera vez que recibían a una ministra, y así me ha pasado en muchos municipios. Además estuvimos en el Catatumbo. Otra cosa que la gente del sector reconoce es lo que logramos aprobar en el pnd. Este primer año hemos trabajado muy duro para crear herramientas y condiciones que generen acceso a la cultura, y herramientas para que la economía naranja salga adelante.

En el sector muchas personas aún no entienden a qué se refiere exactamente el gobierno con “economía naranja”. Si tuviera que ponerlo en pocas palabras, para ciudadanos y gestores en las regiones, ¿qué les diría?

Una definición es que la economía naranja es una política sincera que tiene como objetivo poner a la cultura, la creatividad, el patrimonio material e inmaterial y la diversidad de la expresión simbólica en el centro de la agenda social y económica de nuestro país. El Festival de Música del Pacífico Petronio Álvarez es un muy buen ejemplo.

¿Por qué?

En los territorios ha sido más fácil dar una explicación. Pero cuando uno pone ejemplos como el Petronio, que representa con tanta claridad lo que buscamos, la gente dice: “Ah, yo hace rato estoy haciendo economía naranja”. En el territorio hay arraigo, pero también gente que emprende: en gastronomía, en la elaboración de bebidas tradicionales, en diseño de moda afro, en artesanías. Digo que el Petronio es un buen ejemplo porque muestra que es posible preservar, conservar tradiciones, y al mismo tiempo permitir que esas tradiciones se conviertan en industrias creativas y culturales que generen empleo e ingresos y, además, mejoren la calidad de vida de las personas. La Alcaldía de Cali invierte alrededor de cuatro mil millones de pesos en el Petronio, y en los días que se desarrolla el festival se generan casi cincuenta mil millones. Eso es economía naranja.

¿Qué les dice, sin embargo, a quienes todavía cuestionan que se vea a la cultura desde un enfoque comercial? ¿Podría ese enfoque llegar a desplazar al Programa Nacional de Estímulos o a limitar el apoyo solo a emprendimientos como Rappi?

Justo eso no es economía naranja. No es, como se ha querido dejar en el aire, una política para las grandes plataformas, para los ricos y las empresas rentables. Tampoco es una política que pretenda invisibilizar la riqueza de nuestra vida cultural, ni los grupos étnicos y sus manifestaciones culturales. Esta estrategia busca lo contrario: responder a un anhelo del sector cultural de hace muchísimos años. No vamos a cerrar ningún programa de estímulos, ni el de concertación. Al contrario, este año los fortalecimos. En el primer semestre, el Programa Nacional de Estímulos se incrementó en un 67 % y entregó más de veintitrés mil millones de pesos, que son más recursos que el año anterior. A esto se suma que las líneas de trabajo ahora tienen ese enfoque territorial y poblacional que queremos. El Programa Nacional de Concertación Cultural, que acaba de abrirse y va a hasta el 26 de septiembre, ofrece sesenta mil millones de pesos, en unas líneas que le apuntan a nuestro enfoque territorial. Queremos que los recursos se queden en los territorios.

Su año al frente del ministerio coincide con la conmemoración del bicentenario y con la reflexión de que hemos sido incapaces de integrar a los diversos procesos comunitarios en nuestro relato de nación y, por ende, en nuestra identidad. ¿Tienen algún plan desde el ministerio para pluralizar ese relato?

De la conmemoración del bicentenario a mí me emociona, por un lado, tener la oportunidad de recordar lo que hicieron nuestros próceres por fundar una república. Por otro lado, es un momento importante para visibilizar la participación de la mujer, de las comunidades indígenas, de los afros en nuestro proceso histórico. Acabamos de llevar una escultura de Matilde Anaray a Socha, Boyacá. Esta niña, en un gesto de solidaridad que debemos recordar todos, donó sus ropas al ejército que, bajando del páramo de Pisba, venía sediento, hambriento y casi desnudo. El resto de la población imitó el gesto. Esos son los procesos que queremos hacer visibles.

Uno de los resultados de esa relación entre poder de unos e invisibilización de otros ha sido una historia colombiana de hombres blancos. Como una ministra arraigada a su herencia afro y, además, mujer, ¿le ha costado ser una mujer negra en espacios de gobierno?

No ha sido fácil, pero cada tropiezo me ha hecho más fuerte. Los que venimos adelante tenemos que abrir el camino para los que vienen atrás. He tratado de olvidar los tropiezos. Recordarlos sería darles demasiada importancia. Pasó, lo superé, aprendí y sigo adelante. Y eso que me siguen pasando; aún aquí, estando en un espacio que llaman “de poder”, me siguen pasando cosas. Pero sigo firme.

Ahora que cumple un año en el cargo, ¿qué espera haber logrado cuando acabe su gestión?

Que Colombia sea un referente en materia de emprendimiento, industrias creativas y culturales, y que la cultura se convierta en la esencia de nuestro país, que se transforma desde los territorios.

*Sánchez es profesional en Estudios Literarios y editor digital de ARCADIA.