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“Pensarse en la historia es importante, siempre lo ha sido”: Ana Roda

Una conversación con Ana Roda, actual directora de la Red de Bibliotecas del Banco de la República y figura indiscutible de la promoción de la lectura en Colombia, sobre libros de historia, doscientos años de hechos de paz y las bibliotecas en el siglo XXI.

Andrés Páramo Izquierdo*
24 de julio de 2019
Ana Roda. Foto: Pilar Mejía/SEMANA.

Este contenido surge de una alianza entre ARCADIA y el Banco de la República

Cualquiera que les haya puesto atención a las políticas de fomento de lectura, o a la integración de redes de bibliotecas públicas en Colombia, ha visto más de una vez el nombre de Ana Roda. Para los que no: Roda, graduada de Filosofía y Letras, ha estado al frente de investigaciones sobre hábitos de lectura y de políticas públicas para su impulso –como la Ley 1379 de Bibliotecas Públicas que lideró–; también ha pasado por la gerencia de Literatura y Bibliotecas de la Secretaría de Cultura de Bogotá y por la dirección de la Biblioteca Nacional. Dicho de forma breve: Ana Roda ha dedicado una vida a entender cómo, dónde y por qué las personas leen.

Hoy Roda trabaja en una oficina del centro de Bogotá, en el segundo piso de la Biblioteca Luis Ángel Arango (BLAA), en donde, desde principios de 2019, se desempeña como directora de la Red de Bibliotecas del Banco de la República. Su designación coincide con el año en que Colombia celebra el bicentenario de su independencia. Con doscientos años redondos de por medio, el Banco de la República, en un intento por conmemorar la historia, ha hecho publicaciones, eventos, conferencias e investigaciones; además, ha puesto a circular por el país, en diversas plataformas, productos al respecto. Sobre esto, y algunas otras cosas, Ana Roda, a veces apoyada en una que otra intervención del historiador Efraín Sánchez Cabra –a la cabeza de las seis publicaciones del banco sobre los hechos de la independencia–, dijo lo que sigue.

Con motivo del centenario, el gobierno quiso hacer una compilación de ese joven país de un siglo de edad y encargó una versión oficial de la historia. ¿Eso cómo se ve hoy?

Roda: Primero Efraín.

Sánchez Cabra: Eso se hizo en 1910. Hubo un concurso para hacer una obra de historia, que se convirtió luego en el libro de texto de los colegios. Era una visión bastante tradicional de la historia, con héroes, presidentes y todas esas cosas. Es muy informativo en varios aspectos, y creo que es una cosa que vale la pena leer. Pero me parece que hoy sería imposible hacer una historia de esas; desde un solo punto de vista. La historia se ha profesionalizado.

Pero siguen saliendo libros de historia general. De hecho, están de moda…

Sánchez Cabra: Algunos historiadores todavía lo hacen, como Jorge Orlando Melo con Historia mínima de Colombia, pero ese fue un ensayo para dar una visión general, una cosa pedagógica. Los historiadores, sin embargo, ya no trabajan desde esa perspectiva. Trabajan sobre temas específicos que provienen de cantidades de disciplinas. Hacen historias regionales; la historia de las mentalidades. Hacer una historia unificada no sería posible. Sobre todo porque la historia es más que todo un debate.

Roda: Creo que la riqueza de los libros que se están publicando [en el banco] evidencia eso. Hay diferentes miradas, versiones, aproximaciones a la historia de los doscientos años de independencia.

Entiendo la necesidad de comprender los ciclos de la humanidad mediante años redondos y comprendo por qué conmemorar doscientos de independencia. Pero ¿de qué le sirve a la gente?

Roda: Es una ocasión para reflexionar; para invitar a las personas a mirar las diferentes aproximaciones que hay; para que entiendan que la independencia no fue un proceso único y simple, sino uno que se prolongó, que tuvo diversidades, así como actores distintos, impactos en diferentes grupos sociales y formas dispares de realizarse en las distintas regiones del país. Pensarse en la historia es importante, siempre lo ha sido.

¿Y esa percepción que usted menciona la tienen los usuarios de la BLAA?

Roda: Diría que sí. A donde yo he asistido, aquí en la Luis Ángel Arango, he visto siempre un grupo nutrido de personas, además muy variadas. Pero también he de decir que lo que he visto en las regiones es impresionante. El banco tiene veintinueve centros culturales, y en cada uno hay una programación variada, con historiadores e intelectuales locales que están pensando en lo que pasó en cada región. No habría programación continua sin interés.

Ya que habla de la importancia de reflexionar sobre la historia, ¿cuál es su reflexión sobre estos doscientos años?

Roda: Me ha interesado entender, por ejemplo, que la independencia no significó lo mismo para todos, que no tuvo impacto en todas las poblaciones: esa es una cosa que realmente no nos habíamos cuestionado. Por ejemplo, los esclavos no se liberaron en ese momento; pasaron muchas décadas para ello. ¿Qué pasó con la población indígena, la que sobrevivió a la conquista y a la colonia? Fue incorporándose dentro de esta estructura del país que hay hoy y buscando cómo participar en él. Que hubo esclavos que participaron en las gestas de independencia es algo de lo que yo tampoco tenía idea. La independencia no fueron solamente los héroes de los que estamos acostumbrados a oír. Pero una de las cosas que más me han impresionado es la línea de tiempo de hechos de paz.

¿A qué se refiere?

Roda: Nosotros los colombianos estamos acostumbrados a un país que está siempre pensándose violento, que está siempre pensándose en guerra; que está cada día, y lo estamos sintiendo ahorita, sintiéndose más polarizado. De golpe, esta línea de doscientos años de construcción, vista desde los hechos de paz –o sea desde cómo distintas comunidades a lo largo de la historia han buscado solución a sus conflictos, no por medios violentos, sino pacíficos–, es sorprendente. Esa línea es un trabajo que se hizo aquí, que realmente impresiona, y yo creo que a ese tipo de reflexiones deberíamos darles más espacio y más cabida y más divulgación en este país. Quizás precisamente porque estamos acostumbrados a mirar solo los hechos de guerra. Y hoy estamos viendo las dificultades hacer la paz. Este proceso de conmemoración de un hecho histórico, cuando se toma en serio, y cuando se analiza lo que está haciendo, sirve para reflexionar.

Usted tiene una larga trayectoria en el fomento de la lectura y la ampliación de redes de bibliotecas públicas. ¿Es distinta la Colombia del principio de su carrera a la de hoy?

Roda: Creo que sí. A diferencia de países como Argentina, nosotros esperamos mucho tiempo para iniciar un plan de bibliotecas. Hubo intentos de pensar el país culturalmente, por ejemplo en la República Liberal, pero eso se borró con la Violencia. En los años cincuenta se crearon la BLAA y la Biblioteca Piloto de Medellín; sin embargo, realmente un plan, continuo, un verdadero plan, solo se llevó a cabo con el Plan de Lectura y Bibliotecas. Ahí aparecen muchas más bibliotecas en Bogotá, en Medellín y, además, una red por Colombia. Ese plan dio un sustento sólido.

Y, bueno, la lectura es un campo complicado. ¿Quién puede decir qué está pasando aquí en lectura? Uno habla con padres de familia y ellos dicen que un hijo sí lee y otro no y otro a veces. Uno piensa que lo mismo debe pasar con el deporte, con la música, con tantas otras cosas. Yo creo que hay un progreso –los niños leen sagas, por ejemplo–, pero lo importante es tener una política pública de bibliotecas. En este país, las bibliotecas están concentradas en cuatro ciudades, y los colegios acabaron con el tema de los libros de texto. Entonces, si no hay una red de bibliotecas públicas, ya me dirán ustedes en qué se sustenta una política de lectura.

¿Cuál es el rol de las bibliotecas de cara a este nuevo siglo?

Roda: Sigue siendo, de alguna manera, el mismo que ha sido siempre. Lo que pasa es que se hace de formas distintas: es poner en contacto a los ciudadanos con el conocimiento. Los ciudadanos, los que sean; el conocimiento, venga de donde provenga. Y se trata de entender que puede estar en libros, sí, pero también en bases de datos, en redes de conocimiento, en otras personas. Antes, el rol de una biblioteca era satisfacer la necesidad de sociedades muy lectoras. Así eran las bibliotecas europeas de finales del siglo XIX y principios del XX. La gente sabía qué iba a hacer a una biblioteca. En sociedades menos lectoras como la nuestra, debe haber un trabajo mediado: cómo se presentan los libros, qué espacios de encuentro hay, qué conocimientos se pueden transmitir. La biblioteca hoy, y mucho más en nuestros países, tiene una misión formadora.

*Nuestro entrevistador fue editor de opinión del diario El Espectador y director de contenidos de la oficina de VICE en Colombia