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Los 'Nicollages' desconocidos del escritor Nicolás Suescún, por Lucas Ospina

Nicolás Suescún (Bogotá, 1937-2017) es una figura de culto como escritor, traductor, poeta, librero, crítico, periodista y diseñador gráfico. A partir de su libro más famoso, 'Los cuadernos de N', una ‘antinovela’ reeditada por Planeta, la Tadeo organizó una exposición para mostrar la faceta quizás menos conocida del escritor: la de dibujante y artista del 'collage'.

Lucas Ospina*
27 de marzo de 2019
'Sin título'. Nicolás Suescún (años ochenta y noventa). Dibujo, rapidógrafo y 'collage' sobre papel

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Después de visitar una exposición de dibujos dibujados por escritores franceses del siglo XIX, Italo Calvino escribió: “La pluma corre por la hoja, se detiene, vacila, distraída o nerviosamente deposita en el margen un perfil, un monigote, un garabato, o bien se aplica a la elaboración de un friso, de un sombreado, de un laberinto geométrico. El impulso de la energía gráfica se encuentra a cada momento frente a una alternativa: continuar evocando los propios fantasmas a través del uniforme goteo alfabético, o bien seguirlos en la inmediatez visual de un rápido esbozo”. Aunque cualquiera pensaría que el paso de la escritura al dibujo es apenas natural, Calvino anota: “Pintores que escriben siempre los ha habido, pero rara vez escritores que dibujen”. Por estos días, el anuncio de una exposición monográfica suma una nueva excepción a la regla: Nicolás Suescún –el escritor, poeta, librero y traductor que murió hace dos años en Bogotá– también dibujaba. Suescún describió así el impulso que lo llevó a hacer, en 1970, una serie de obras a sus 33 años en Alemania: “En Berlín no pude casi escribir. Me puse a hacer dibujos y unos collages violentos con recortes de revistas y de libros pornográficos. Allí hice la primera exposición de ‘nicollages’ (la segunda fue en Bogotá, en la Galería Belarca). Yo siempre había dibujado, pero allá lo hice con más ahínco. La literatura para mí ha sido un modo de expresarme, yo he sido muy tímido, introvertido. Y cuando no he escrito, hacía dibujos o collages. No aprendí a pintar, pero tenía una voluntad y un sentido gráfico (todavía hago algunas cosas de diseño gráfico). Siempre he ido mucho a los museos de las ciudades donde he vivido; en Nueva York, por ejemplo, pasaba horas enteras en el Museo Metropolitano y en la galería Frick”.

Sin título. Nicolás Suescún (años ochenta y noventa). Dibujo, rapidógrafo y collage sobre papel

Para Suescún, el dibujo y el collage, y el acto de escribir, son un continuo, un oasis visual para las épocas de sequía verbal, una parada más en su escala por galerías y museos, por libros y revistas (The New Yorker, por ejemplo, sus viñetas y los dibujos de Saul Steinberg).

Suescún le robaba tiempo a su cotidianidad: en la papelería de una librería en bancarrota, en el puesto de trabajo de una biblioteca solemne, en la sala de redacción de una revista de actualidad, el escritor –armado de cuadernos de planas, tijeras, esferos, lápices, colores y pegante– dispuso de un arsenal de recortes, de figuras silueteadas de dibujos, para enmarcar composiciones repentistas en el espacio negro de una modesta cartulina. Suescún aceptó el desafío de encontrar sus dibujos de escritor, de jugar con ellos en serio, como juega todo niño, y lo hizo por fuera de los hábitos pictóricos de la burguesía espiritual literaria y del horizonte del ‘buengustismo’ académico.

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Sin título. Nicolás Suescún (años ochenta y noventa). Dibujo, rapidógrafo y collage sobre papel

Hernando Valencia Goelkel, amigo de Suescún en la “universidad” de la Librería Buchholz, donde hicieron su “doctorado” en la revista Eco, escribió sobre los encolamientos de su compañero: “En ellos quedan en sarcástica desnudez los prejuicios más entrañables de la conducta colombiana, desde el patriotismo hasta la beatería religiosa: son caricaturas de alto vuelo, son la burla erigida en arte, son el reordenamiento de un mundo descompuesto ante el rigor de una inteligencia traviesa y descontenta, y ante la pericia de unas hábiles, agudas tijeras. Este aspecto de la creatividad de Suescún podrán apreciarlo los lectores de su nuevo libro, Los cuadernos de N, ilustrado por él con encolamientos (creo que ese es el término en castellano) de dibujos”.

El artista Kurt Schwitters, sobreviviente a las guerras mundiales, describió así la necesidad de hacer collage: “Todo se había derrumbado y con los fragmentos había que hacer cosas nuevas. El collage era como la imagen de la revolución dentro de mí, no como era, sino como ha debido ser”. Suescún, tal vez, respondió de igual manera a un país donde cada vez hay menos rumba, y la vida se construye con el derrumbe del derrumbe del derrumbe.

Sin título. Nicolás Suescún (años ochenta y noventa). Dibujo, rapidógrafo sobre papel

*Artista y crítico. Profesor de la Universidad de los Andes