Iniciativa institucional
Mi voz, mi historia
El programa ‘Mujeres narran sus territorios’, del Ministerio de Cultura, impulsa la creación de contenidos culturales en pueblos étnicos y grupos poblacionales a través de miradas femeninas. Presentamos a tres escritoras destacadas del capítulo afro.
aleyda Estupiñán (Cali, 1961) necesitó sentarse a escribir para digerir el efecto devastador que había tenido en ella la muerte de su madre cuando solo era una niña de doce años. Una cosa es saberlo. Otra es entenderlo. “Una tía se encargó de mí, pero el vacío era muy grande. Me perdí tantos abrazos, tanto amor”, dice.
Dayana Zapata Flórez (Raspadura, Chocó, 1990) todavía se siente incómoda cuando la llaman poeta. Y eso que desde niña juega con versos. Tal vez esa facilidad para la oralidad y para la escritura le vienen de línea paterna. Su papá, recuerda ella, le contaba historias declamadas. Y no hace mucho tiempo descubrió que su abuelo escribía poemas y hacía música. Con una sola palabra, dice, construía una historia.
Dora Berdugo (Cartagena, 1970) es abogada, escritora y docente, poeta, una autora reconocida que asume el poder sanador de la literatura. El ejercicio de escribir, asegura, permite soltar y expresar un sentir. No importa la técnica, no importa si se hace de manera profesional o como afición. “Lo que cuenta es que te sirva para algo. Así escribas solo un poema”.
Tres mujeres, tres miradas, tres voces. Lo que une a Estupiñán, Zapata y Berdugo es la necesidad de encontrar en la escritura una plataforma de poder, de visibilización, de sanación, de cambio e incluso de salvación. Todas forman parte de ‘Mujeres narran su territorio’, una iniciativa del Ministerio de Cultura que arrancó en 2019. La idea es promover la equidad de género e impulsar la creación de contenidos culturales en pueblos étnicos y grupos poblaciones a través de plumas femeninas. El proyecto está liderado por la Dirección de Poblaciones y arrancó con un piloto que se llevó a cabo en Buenaventura. Unas treinta y siete alumnas, algunas de ellas lideresas sociales y comunitarias, recibieron formación en narrativas mediáticas, escritura creativa y edición comunitaria, entre otras. Lo hicieron bajo la guía de tutoras como la periodista Mabel Lara, la editora, docente e investigadora Margarita Valencia o la reconocida escritora Pilar Quintana, entre otras.
Fue en esos talleres en los que Aleyda Estupiñán sintió que empezaba a descubrirse. “Yo enseño ética, religión y ciencias sociales, y siempre he estado en contacto con la literatura, pero no me había puesto a escribir en serio. Me di cuenta de que escribía historias que tenían que ver con mi vida y quiero seguir haciéndolo. De hecho, pienso que más mujeres de los territorios deberían narrar para sanar. Y para avanzar. Porque muchas no conocen su pasado y no entienden lo que ha forjado el carácter de sus madres y sus abuelas”, dice.
El programa ‘Mujeres narran su territorio’ se extendió más allá de la comunidad afro y este año comenzó a incluir a indígenas, campesinas, roms (gitanas), diversas y con discapacidad. Y no solo mediante la escritura, sino también la música, la danza, la pintura, el teatro, la cocina tradicional y la artesanía. “Estos contenidos conectan a las comunidades y a las mujeres con su derecho a acceder, incluir y promover su cultura en diferentes formatos. Al ampliar el programa, buscamos que todas las mujeres del país sean escuchadas aquí y en el resto del mundo”, ha dicho la ministra Carmen Inés Vásquez.
A continuación, ARCADIA presenta algunas de las obras de Aleyda Estupiñán, Dayana Zapata y Dora Berdugo.
Aleyda Estupiñán
Cali, 1961. Profesora de ética, religión y ciencias sociales.
El río que abraza el mar (fragmento)
El río ruge con majestuosidad. Sabe que es el último pueblo por recorrer en su agitada y cantarina vida. A medida que avanza ve casas, árboles y grandes piedras. Con salpicaduras les da un saludo con el sabor agridulce de quien no va a regresar; mientras, vienen a su mente hermosos recuerdos de su caudalosa vida entre caídas, riscos y bancos de peces multicolores.
El río empieza su narración: nací en la altura. Mi madre, una montaña impresionante a la cual de cuando en vez la acarician las nubes y recibe la visita de aves majestuosas que, en su regazo amoroso, depositan a sus crías, convencidas de que las cuidará con mucho celo.
Mi abuela, una cascada majestuosa. Con voces que transmiten sentimientos, según el ánimo de quien la escucha. De ella heredé mi pasión por cantar. Mi padre, un abundante lecho cristalino, que en sus profundidades alberga metales dorados y plateados que enriquecen los alrededores, mientras en sus aguas transparentes se bañan hombres y mujeres que lo visitan.
El río extasiado lanza un oleaje como suspiro, que golpea fuertemente las orillas de su cauce. Y prosigue su relato:
A medida que adelanto en mi ruta, recuerdo cuán feliz he sido al sentir que cada niño, adulto, hombre y mujer que se ha sumergido en mis aguas ha disfrutado de mi frescura y por qué no decirlo, ja, ja, ja, uno que otro susto que les ha aguado más de una fiesta. Acelero mi bajada. Estoy en la ruta más empinada de mi camino. Me precipito y empieza a rugir fuertemente mi caudal, voy a cumplir mi destino. A lo lejos se divisa impresionante pero bello. Se cumplirá lo que esperé desde que broté en las entrañas de la alta montaña; y que predijo mi abuela: ¡niño, algún día será! Para aquello para lo que mi padre siempre me preparó: ¡te harás fuerte e importante! Decía. Y yo, en mi alegría por existir y disfrutar siempre vi lejano y rogaba al cielo no se cumpliera. Dejar ser de yo, jamás. Pensaba.
Dayana Zapata Flórez
Raspadura, Chocó, 1990. Docente, tallerista. Actualmente termina la Maestría en Escritura Creativa en el Instituto Caro y Cuervo.
Uno es su tierra
Uno es su tierra.
Yo soy Miguel A. Caicedo con su Bogotana.
Yo soy la batea con que mi madre trabaja,
las Estrellas Negras de Arnoldo Palacios.
Yo soy una negra con los pies descalzos.
Uno es su tierra.
Yo soy el tambor que retumba en el bunde,
yo soy esos cuentos que hablan del endunde.
Soy las bellas aguas del río San Juan,
yo soy las historias que hablan del mohán.
Uno es su tierra.
Yo soy el madroño, el caimito y la guamay también la sangre de todas mis hermanas.
Soy trozo de pan con aguapanela
y tengo los resabios de mis dos abuelas.
Uno es su tierra.
Yo soy los juegos lindos que tuve en la infancia:
yeimi, arrancayuca ¿jugarán en Francia?
Soy la voz de selva de Zully Murillo,
la sonrisa de mi padre, su encanto, su brillo.
Uno es su tierra.
Yo soy clarinete y platillos que animan la danza;
soy el boga que de remar nunca se cansa.
La albahaca, el cilantro, el poleo y la yerbabuena.
Yo soy la chirimía que en mi alma suena.
Uno es su tierra.
Yo soy lágrimas de niños a orillas del río,
¡y quiero hacer todos sus dolores míos!
Yo soy la esperanza que les da sonrisas
y que luego huye, bien llena de prisa.
Uno es su tierra.
Yo soy las poncheras de bocachico al borde del Atrato,
cañas dulces que en canoa trae el tío Renato.
Soy la siempre viva, la santamaría y el llantén,
el rico arroz con queso que huele en la sartén.
Uno es su tierra…Y yo, yo soy Raspadura, Quibdó, Chocó, Colombia.
Dora Berdugo
Cartagena, 1970. Poeta, abogada, especialista en comunicación y desarrollo.
Revés
Hay en ti
una falsa dulzura
una mezquindad sin límites
y una capacidad infinita de ocultar tu maldad
Te aproximas con sigilo
dices lo justo y sonríes
piensas que puedes atraparme
y quedarás preso en tu propia trampa
No acudiré en tu auxilio
no soy ingenua no me asustas
Solo quiero asegurarme
Acierto
La prudencia impone distancia
sueños vocaciones comunes y lugares
apuntan a mirarnos de frente
Es preciso dejar de evitarnos y empezar a vivir
Con la paz de quien
no tiene culpas
Habitantes de calle
Te hablo de la calle
no del lugar donde tú transitas
sino de esta
en la que yo habito
donde tú como los otros
No existes
Límites
Vengo del Sahara
y la presencia del sol
aún marca mi piel
Sin embargo
quiero reír
frente a él
pero la vanidad no me deja
El sol y la risa
agrietan mi rostro
Miedos
No te aterres
ni sientas asco
al ver sangre derramada
en el pavimento de las calles ella es solo un líquido rojizo
que circula por tu cuerpo
y aún te pertenece
Pero asústate atérrate corre huye…
Si aún puedes
asústate atérrate corre huye
si aquel que causa las heridas
No ha encontrado nuevas víctimas