Homenaje y evocación a un santo

¡Que viva la fiesta, que viva Quibdó!

Fe, devoción y goce pagano se mezclan en la tradicional celebración de San Pacho, declarada Patrimonio Cultural Inmaterial de la Humanidad por la Unesco. 


Douglas Cujar Cañadas
14 de diciembre de 2020
Durante las Fiestas de San Pacho se toma, se baila, se canta, se abraza, se goza y se venera a san Francisco de Asís con fervor.

Quibdó es un territorio de raíces culturales profundas, donde se mezclan la alegría y la hermandad. Tal vez allí está la clave de la devoción por san Francisco de Asís, un santo blanco, traído de Europa, que se convirtió en el faro y la guía divina de este pueblo negro. Veneración que impusieron los doctrineros y que los descendientes de africanos hicieron propia, forjando su resistencia y etnización, es decir, su condición de grupo étnico con una cultura propia y diferenciable.

Son varias las leyendas alrededor del origen, hace más de trescientos años, de las Fiestas de San Pacho, que se anuncian el 3 de septiembre, pero se concentran entre el 20 de ese mes y el 4 de octubre. La antropóloga Nina S. de Friedemann señalaba la posibilidad histórica, según el también antropólogo Jaime Arocha, de que los yorubas traídos de África y esclavizados en el Chocó hubieran escondido a su oricha Orula en la figura de san Francisco de Asís, una recursiva fórmula para escapar de la persecución de la Iglesia católica.

Ya en los albores del siglo xx, en tiempos de carnavales, la élite gobernante cede el dominio de la tradición religiosa al pueblo negro, que recrea los cultos españoles con sus ritos y músicas, albergando desde lo festivo manifestaciones culturales que mantienen viva la tradición.

El festejo se soporta en la colectividad: son las organizaciones barriales las que suman. Se financian actividades integradoras, como los bailes peseteros; lúdicas, como vacalocas, cabezones y disfraces; se diversifican los escenarios, como el río Atrato con la balsada, que lleva al santo navegante junto con polvoreros y chirimías a la custodia de los curas, quienes se unen al fervor creando cánticos y letanías, preparando la banda musical y componiendo los gozos al santo patrón.

El paso de las comparsas, al ritmo de las danzas de abozaos y maquerules, invita al rebulú, puro frenesí en el que se atiza el fuego corporal y se funden las almas de los danzantes en un solo golpe de tambor.

El 4 de octubre los eventos religiosos traen los gozos en la aurora proclamando el día del santo. En la procesión mayor todo el pueblo es arrastrado por la fe bajo los acordes de la banda de músicos. En la catedral ocurre el reencuentro con la imagen de san Francisco. El santo se engalana con sus mejores joyas, y los feligreses se unen en oración entonando el cántico del cura Medrano. Después, recorren las calles de los barrios, que exhiben a la entrada sus arcos triunfales, unas representaciones artísticas para saludar el paso de la procesión. Al final, una muchedumbre canta el coro del himno monográfico de San Pacho: ¡Que viva la fiesta, que viva Quibdó!

En el año 2012, la Unesco declaró esta sentida celebración como Patrimonio Cultural Inmaterial de la Humanidad, un merecido reconocimiento a un acontecimiento cultural de la diáspora africana, ya legendario, que ha conseguido hacer convivir lo religioso y lo pagano. La esperanza es que San Pacho sea cada vez más grande. Y que siga siendo patrimonio de todos. Nota: este año las Fiestas de San Pacho se llevaron a cabo entre el 19 de septiembre y el 4 de octubre de manera virtual.

*Cujar Cañadas es arquitecto, historiador e investigador

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