LA PELÍCULA DEL MES CINE COLOMBIA-ARCADIA
Georg Elser: el héroe sin suerte
La más reciente película del director Oliver Hirschbiegel, 13 minutos, se enfrenta una vez más con los fantasmas de un pasado que arrastra Alemania casi que indefectiblemente. La película se estrena este 17 de marzo en las salas de Cine Colombia del país.
Cincuenta y cinco millones de muertos merecen que la Segunda Guerra Mundial a la sombra de Hitler continúe recordándose en el cine; que su memoria permanezca a través de la historia según los directores interesados en revisar los motivos del caos. Alemania, como protagonista de la tragedia, tiene una obligación moral con las víctimas. Con los héroes que se enfrentaron en las entrañas del monstruo al ascenso del Partido Nacionalsocialista durante la década grotesca que vio crecer el horror desde mediados de los años treinta hasta mediados de los años cuarenta.
Oliver Hirschbiegel, aprovechando el testimonio que descubren las imágenes y su espejismo, cuando el interés del espectador se aleja de la ficción para conocer “una historia basada en hechos reales”, dialoga con el presente para evitar que el público de sus películas —El experimento (2001), La caída (2004), 13 minutos (2015)— se acobarde situándose en la comodidad del olvido.
Como Dennis Gansel, enseñando en Napola: la élite de Hitler (2004) el estado de confusión de los muchachos manipulados por la tiranía militar de los nazis; Marc Rothemund, recordando en Sophie Scholl: los últimos días (2005) a los estudiantes de la Rosa Blanca, el movimiento con el que Sophie y sus compañeros se opusieron al régimen de Hitler a principios de los años cuarenta, o Chanoch Ze’evi, el documentalista judío que entrevista en Los hijos de Hitler (2011) a los descendientes de Amon Göth, Heinrich Himmler, Hans Frank, Hermann Göring y Rudolf Hoess —y logra un momento dramático cuando Rainer Hoess, nieto del “carnicero de Auschwitz”, dialoga con un grupo de jóvenes judíos en el campo de concentración que visita, guiado por el descendiente de una familia que sobrevivió al Holocausto—, también Hirschbiegel enfrenta el lugar común y lo matiza con una visión que explica el legado del exterminio del hombre en contra del hombre.
La polémica incendió al público cuando se exhibió La caída. Una pregunta frecuente exigió una respuesta ética: ¿alguien tan siniestro como Hitler merecía un tratamiento que lo revelara como un ser humano digno de compasión? No era del todo imposible que Hitler se equivocara y tuviera rasgos amables con sus simpatizantes. Tampoco que la película le recordara al espectador lo increíblemente macabro que puede ser el hecho de que un asesino acaricie la cabeza de un niño. Bruno Ganz como Hitler transformó la perspectiva mostrando a un criminal en su intimidad familiar. Un hombre acorralado en sus diez últimos días por las consecuencias de su culto a la muerte y por la barbarie de una existencia que nunca debió ser.
Lo comprendió Georg Elser, el héroe sin suerte de 13 minutos, cuando atestiguó en su pueblo natal, Hermaringen, las contradicciones de Alemania y el abuso del poder en manos de los adictos a Hitler. Los guionistas, Fred y Léonie-Claire Breinersdorfer, recrearon en la dimensión parroquial los traumatismos del país; la solitaria y esperanzada aventura del músico y carpintero que fue Elser, ilusionado con evitar el abismo al que estaba condenándose Alemania durante los años treinta.
La película se inicia con gemidos de dolor. Escuchamos a un hombre quejarse. El primer plano nos muestra a Christian Friedel como Elser, sosteniendo una linterna en la boca mientras esconde la bomba que sueña con explotar cuando Hitler celebre en 1939 el aniversario del golpe de Estado que intentó el 8 de noviembre de 1923 en una cervecería de Múnich, la Bürgerbräukeller, legendaria por su maldición nazi y por el fracaso de Elser.
Trece minutos que habrían salvado millones de vidas. Trece minutos que se prolongaron desde 1939 hasta la muerte de Hitler, en 1945. Trece minutos antes de los que se retiró la plana mayor del Estado nazi sin enterarse del atentado hasta que tuvieron noticias de la explosión. Trece minutos filmados en 113 minutos para narrar de una forma clásica la biografía de Elser, describir sus nociones pacifistas, su relación con los miembros del Partido Comunista que se defendían en Hermaringen de sus adversarios políticos, la arrogancia vengativa de los provincianos esgrimiendo su poder para humillar al resto del pueblo, el arrepentimiento de un militar extrañamente consciente de la miseria alemana. Trece minutos en los que se honra el coraje solitario de un héroe que hizo de un mecanismo de relojería su arma política.
La crudeza que define los relatos sobre el mundo nazi no está ausente de esta película. Cuando se trata de la vida y su placidez en la juventud de Elser, festejando el amor y la música, la banda sonora es suave —a pesar de algunos encuentros brutales con el esposo de su amante—. Cuando aparecen los nazis, el tono es metálico, estruendoso e irritante. El alemán se transforma en un idioma que parece ladrado en labios de la Gestapo. Las torturas mortifican. El espectador tal vez suponga que la fórmula de la crueldad se reitera. Aunque también es posible concluir que se renueva con otra pieza del rompecabezas ensamblada por el cine para continuar revisando el pasado. Una revisión aún más necesaria cuando la edición crítica de Mi lucha, lanzada en enero por el Instituto de Historia Contemporánea de Múnich, se convirtió en un best seller instantáneo tan pronto como salió al mercado. Otra evidencia que revela de qué manera los demonios nunca se esfumarán y seguirán siendo incómodos.
Otra mirada al pasado
Phoenix, del realizador Christian Petzold, se ocupa de una expiación distinta a la de 13 minutos. Esta vez, la testigo elegida para dar cuenta de la ominosa realidad de la posguerra, es Nelly, una cantante judía que al final de la guerra regresa a Berlín para buscar a Johnny, su marido. Pero Nelly se ha reconstruido el rostro y esa condición de anonimato le permitirá descubrir cuáles fueron las verdaderas causas de su entrega a los nazis. Petzold, fue el director de Barbara, que también se vio en las salas colombianas, y uno de los realizadores que más ha insistido, en la Alemania contemporánea, en enfrentar las heridas del pasado.
Estreno: 14 de abril de 2016.