De izquierda a derecha: Carlos Valencia, Gloria y Miguel Martínez, integrantes de ChocQuibTown

2009

De donde vengo yo, ChocQuibTown

Iván Benavides
24 de enero de 2014

 

 

El mapa cultural de nuestro tiempo ha venido cambiando de manera dramática en los últimos años debido al impacto de las tic y a los cambios demográficos generados, en parte, por grandes migraciones. Desde los años noventa en Latinoamérica hemos asistimos a la emergencia de nuevas músicas urbanas, con las cuales los jóvenes abren espacios para sus narrativas performáticas y proponen nuevas estéticas y formas de producción, apropiación y consumo cultural. El acceso a las tecnologías de grabación y la sustitución de mercados por redes, permite que con un beat y una historia que contar, un joven de la periferia que tenga un buen flow, con pocos recursos pueda crear su propia música y la ponga a circular por las redes sociales.

A comienzos del siglo xxi unos jóvenes chocoanos se proponen hacer rap mezclado con ritmos del Pacífico. Quieren contar otra historia, no la de las urbes sino la de los ríos. De Condoto y Quibdó salen para Cali y de ahí a Bogotá para tratar de abrirse camino. El loop electrónico se encuentra con facilidad con las estructuras circulares de la música afro, y la oralidad desatada de sus pueblos halla una salida natural en el rap. El rito electrónico se resignifica a través de su experiencia personal e histórica. La mezcla irresistible de hip hop, R&B y música del Pacífico logra eco no solo en su tierra, sino que se difunde viralmente a través de redes y logra audiencias en todo el país y también a nivel internacional. Su canción “Somos Pacífico” se convierte en un nuevo himno regional y en el 2011 ganan el Grammy Latino a mejor canción alternativa, un tema que narra la vida de los habitantes de esta geografía olvidada e invisible que ha sido el Pacífico colombiano. “De donde vengo yo, / la cosa no es fácil pero siempre igual sobrevivimos”. Una canción como la vida misma de su gente, con sus contradicciones, sus tristezas y alegrías, sus dificultades y sus sueños.

Uno puede entender la trascendencia de ChocQuibTown cuando los ve en la tarima del Festival Petronio Álvarez en Cali. En uno de los momentos más álgidos, miles de personas corean “De donde vengo yo”, bailan, ríen, se miran y se reconocen. La fuerza de Tostao, el ángel de Goyo y la cadencia de Slow se unen para traducir el alma de su gente, y generar así una energía difícil de hallar en otro lugar del planeta. Más que a un concierto masivo, uno está asistiendo a un ritual de comunión, afirmación y orgullo de la cultura negra.

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