Escuela de Alto Bonito Dabeiba (Antioquia). Mayo de 1992

1992

Caín y Abel Jesús, Abad Colorado

Jesús Abad Colorado
24 de enero de 2014

Catorce militares murieron en una emboscada que guerrilleros de las Farc les tendieron en la vía que conduce de Medellín a la región de Urabá. Los cuerpos de los soldados y sus pertenencias quedaron tirados frente a la Escuela Rural de Alto Bonito en la entrada al Cañón de la Llorona. La guerrilla había bloqueado la carretera durante varios días e intentado tomarse el municipio, pero los militares lo impidieron.

El soldado Jorge Martínez, uno de los sobrevivientes, contó en Dabeiba por qué estaba vivo de milagro: “A nosotros nos tiraron granadas y la explosión me dejó como loco… Los guerrilleros estaban de cerro a cerro, por todas partes aparecían. Yo tenía munición y me

seguí defendiendo. Me tiré cerro abajo y me pelotié por ahí. No le sé decir cuántas bajas hubo. Un soldado estaba al lado mío muriéndose. No pude socorrer a ninguno. Yo sí vi morir a mi teniente Figueroa y a otros que no recuerdo ahora el nombre. Los guerrilleros también caían muertos. Cuando arrojaron la granada nos tiramos al río Sucio. Éramos tres compañeros. Uno se ahogó, lo vi cuando se estrelló contra una piedra. Me fui río abajo. Estuve dos días en el monte y después llegué a una vivienda. Ahí me vistió una familia campesina, porque yo llegué en cueros, desnudo. Me dieron comida y de ahí me sacaron a la carretera por la mañana. Aquí estoy vivo, gracias a Dios. Llamé a mi mamá y le dije que estaba bien”.

Antes de llegar al sitio de los hechos, los campesinos e indígenas que vivían cerca tenían izadas banderas blancas en sus casas. “Solo queremos la paz y trabajar en nuestros campos, pero esta guerra no nos deja”. Empezaba mis prácticas profesionales como fotoperiodista en El Colombiano y este era mi primer registro sobre la guerra en Colombia. Temblé mientras me acercaba a la escuela y pude observar desde una ventana que sobre el tablero de uno de los dos salones todavía permanecían las letras de la última clase. Era la historia bíblica de cómo Caín mató a Abel. Desde entonces, siempre he visto en el cuerpo de los combatientes y los civiles asesinados la repetición de la misma historia: un hermano que mata a otro hermano.

Este contacto con tantas personas y lugares golpeados por las acciones militares de nuestra guerra interna, esa cercanía con una desgracia que se ahoga en la indiferencia y la lejanía de las ciudades, despertaron en mí, muy temprano, la inquietud y la necesidad de registrar cada episodio de aquel dolor para sumarlo a un documento más panorámico e integral sobre la historia del conflicto armado en Colombia. No dejaba de pensar que esas imágenes, hechas en medio de la tensión y la urgencia con que un fotoperiodista llega a cada escenario de guerra, podrían, al pasar el tiempo, verse con más calma y respeto, así como con el interés de incorporarlas a una historia con mayor reflexión y desde la memoria de las víctimas. Ese documento, decía yo, sería una manera de luchar contra la desmemoria que cubría a los muertos, los desplazados, las viudas, los huérfanos y aquellos territorios arrebatados por la guerra y sus instigadores, y debía ser desde el periodismo, mi trabajo contra el olvido. |

Noticias Destacadas