Rita Indiana
“¡Esta tipa es una montra!”
Con su insólita figura de 1.90 de estatura y su estética andrógina, la cantante Rita Indiana se ha convertido en el nuevo ícono del lesbianismo latinoamericano. Pero su talento va más allá de la música.
Estados Unidos es una fábrica de íconos culturales y contraculturales. Por cada Justin Bieber hay un Marilyn Manson. Por cada Michael Jackson hay un Tom Waits. Por cada Paris Hilton, una Lena Dunham. Por cada Spielberg, un Woody Allen. ¿Qué pasa entonces en ese caldo de cultivo híbrido que es América Latina? ¿Existe aquí una persona con tal fuerza creativa que pueda convertirse en eje magnético para ciudadanos radicalmente diferentes que comparten una misma lengua? Una apuesta contundente sería proponer a Rita Indiana Hernández: dominicana, lesbiana, escritora, modelo y cantante.
Conocida como La Montra en su natal República Dominicana (porque al escuchar su música la gente decía “¡Esta tipa es una montra!”, que no es otra cosa que monstrua con acento local), la figura pública de Rita Indiana apareció primero como escritora, con las novelas La estrategia de Chochueca y Papi. La primera se ha convertido en el on the road dominicano que narra el recorrido que hacen Silvia y sus colegas por las calles de Santo Domingo para intentar devolver unos parlantes robados a la policía. Rita Indiana construyó allí una obra donde los domini cani –los perros de Dios– vieron reflejada su urbanidad visceral. La novela, debido a lo anecdótico de su narración y al trasegar de sus personajes, ha sido comparada con un hito de la literatura colombiana: ¡Que viva la música! El segundo libro de Hernández, Papi, describe la vida de un narcotraficante desde la mirada de su hija pequeña, quien lo ve esporádicamente cuando regresa de sus viajes y se cuelga delantales de Chulo #1 para celebrar asados con sus amigos y familiares. El lenguaje de sus novelas resulta una transcripción del español callejero y sin consonantes del Caribe mezclado con el inglés traído por las remesas y el éxodo. Su obra hace eco al movimiento latino que demostró ser imparable en los Estados Unidos, con ejemplos como Junot Díaz en la literatura o Maluca en la música. Desde sus primeros trabajos, aparece la diáspora como tema, con particular fuerza en su música mutante y compleja.
En contravía de la tendencia de muchas estrellas que han preferido mantener sus opciones sexuales en un bajo perfil y evitar revelar su homosexualidad, nunca ha habido un clóset del que Rita Indiana haya tenido que salir. De hecho, su primera incursión en la música llegó de la mano del amor y de esa inercia creativa que tienen los enamorados; desplegó todas las plataformas expresivas que controla y seleccionó la que mejor le ajustó en ese momento: la música. Junto a Raina Mast, ceramista y pintora nacida en Pensilvania, y después de dar el brinco Santo Domingo-San Juan-Nueva York, creó Miti Miti, una banda que mezclaba letras extrañas y pegajosas con un beat veloz donde se veía el poder y la capacidad de juego de Rita con las palabras. La banda publicó un único álbum, el hoy reverenciado Altar Espandex. Al escucharlo se pueden percibir muchos de los temas fundamentales en la obra posterior de Rita Indiana: la soledad del migrante, la salsa, el merengue y los cultos Yoruba. Una de las canciones del disco, “Encendía”, reza: “Allá en Baraona había una muchacha que tragaba fuego y paría Cachaça”; en estas letras se advierte la presencia de un animal intrigante capaz tanto de componer versos caribeños, como de dejar en quien la escucha una impronta remota y extraterrestre.
Luego de Miti Miti y del reconocimiento que consiguió con ese trabajo, la dominicana se embarcó en un proyecto aún más ambicioso: junto con cinco músicos amigos formó Rita Indiana y Los Misterios, que para el 2010 lanzaba el álbum El juidero con bandadas de seguidores que ya los idolatraban debido a su vasta presencia en las redes sociales. “La hora de volvé” y “Jardinera”, canciones que vieron la luz mucho antes de ser compiladas en el disco, eran bailadas y cantadas en fiestas caseras y bares esquineros de Barranquilla, Lima y Nueva York. La estética andrógina de Rita y la onda desenfadada de Los Misterios le hacía sentir a los incipientes hipsters latinoamericanos que tenían allí un nicho y un lugar común en donde confluían una música electrónica a velocidad tren bala y las letras y melodías de salsas clásicas escuchadas en la infancia –Johnny Ventura, La Lupe y La Fania: “Yo le pregunté a Hector Lavoe, y él me dijo Rita dale con tó, que aunque tu vea esa malla tan alta, tu tiene los zanco’ pa’ saltarla”.
Es difícil quedarse sentado ante las canciones de Rita Indiana. Sin embargo, una escucha atenta a El juidero revela la belleza política de sus palabras. “La hora de volvé”, un merengue venido del año 3000, habla de la melancolía profunda que se siente al migrar y las añoranzas de la tierra natal. “Jardinera” es sobre la fusión perfecta de dos personas que se encuentran por azar. Y luego está “Da Pa Lo Do”, que con la frase “Si esta tierra da pa’ do’ y hasta para diez” se acerca a un tema oscuro para Latinoamérica: la irresponsabilidad histórica con Haití, mucho más fuerte en cuanto viene de una dominicana, vecina de La Española.
A pesar de anunciarse como una superestrella latina, de producir música refrescante para el meloso panorama local y de convertirse en un modelo de desenfado y frescura con su propia sexualidad, algo ocurrió en la esfera de la farándula que hizo que Rita Indiana se replegara. Su renuncia a las redes había empezado ya tiempo atrás, cuando sacó la canción “Maldito Feisbu”, pero sus movidas posteriores fueron mucho más radicales. Ahí quedan las ruinas de sus espíritus virtuales: su cuenta de Twitter está inactiva desde el 2010 y su página oficial en internet ya no existe. Sin embargo, su desaparición no es completa. En una entrevista reciente para la revista Harper’s Bazaar dijo de manera muy somera que no quería volver a hacer música para el público masivo y que prefería entregarse de nuevo a su esencia: la literatura. Con treinta proyectos nuevos aguardándola en el tintero parece que lo que se viene es hacer espacio en los anaqueles.