Nohemi Pérez, Virginia Mayer y Ana Cecilia Calle

Tres mujeres responden

Mucho por hacer

En la escena cultural colombiana el mundo homosexual de las mujeres no parece tener todavía, a diferencia del mundo gay masculino, una presencia fuerte. ¿Por qué? ¿Es todavía un tema tabú?

19 de julio de 2013

Nohemi Pérez, artista.
Porque lo considerado “natural” es muy difícil de desmontar. Hasta hace muy poco era natural que las mujeres tuvieran las puertas de la academia y lo artístico cerradas; muy pocas traspasaban esa puerta y si lo lograban eran invisibilizadas: nuestra construcción cultural está basada en los paradigmas más arcaicos del hombre blanco. Hoy ejercemos el voto, la igualdad ante la ley, que son logros de muchos años de lucha del movimiento feminista; pero en el medio artístico como en la realidad el hombre está arriba escogiendo y reafirmando. La capacidad académica y artística de la mujer no está en los lugares de decisión de nuestro medio. Hay una falsa condescendencia con la mujer que termina deslegitimando su trabajo.
La historia –incluida la del arte– ha estado escrita por hombres y nuestro país no escapa a esto. El medio artístico y cultural ha estado manejado por hombres que gustan y creen en los hombres. Claro que esto es visto como algo tan normal que nadie lo cuestiona. Y cuando una mujer ha estado presente ha sido solo como soporte o para buscar los recursos para ellos. El cambio se está dando muy lentamente, se necesita temple y trabajar el doble para que el establecimiento te mire más allá del género,cuando tratan de corregirlo lo hacen de una forma que termina alimentando más la exclusión.
Lo lesbiano hasta hace muy poco era tabú. La construcción masculina se negaba a aceptar que existía. Respecto al tema gay –y por lo mismo de lo anterior– la historia del Arte está llena de ejemplos de temas lésbicos realizados por artistas hombres, con la mirada fantasiosa y vouyerista masculina. Lo lésbico, como se conoce hasta ahora, es una construcción masculina. Los temas lésbicos creados por mujeres están por conocerse.

Virginia Mayer, periodista y escritora.
Ya suena discriminatorio clasificar una vida cultural como gay o heterosexual. Como autora, jamás hubiera querido ser clasificada como literatura gay. Yo le aposté a la literatura como un concepto genérico, escrito por cualquiera y para cualquiera. ¿Qué tiene que ver mi sexualidad con mi novela? Lo mismo pienso sobre los festivales de cine gay, por ejemplo. Diferenciar las artes por la sexualidad de sus creadores no ayuda a la lucha por la igualdad. La vida privada de los artistas no debería importar cuando se clasifica el trabajo.
Pero respeto la necesidad de algunas personas de la comunidad de hacerse visibles por su sexualidad. Es una forma válida de legitimarse, aunque yo no lo comparta. En el caso específico de Colombia, donde el procurador de la Nación plantea quitarle los derechos a la comunidad LGBTI, ¿qué espacio va a quedar para la vida cultural? Si la comunidad gay aún no se puede casar y no puede adoptar, ¿de qué vida cultural estamos hablando? Todo toma su tiempo. Somos un país tercermundista y apenas comenzamos el recorrido por la lucha de la igualdad de derechos.
Más que apostarle a una vida cultural gay, yo le apuesto a la inclusión de los artistas gay en todos los ámbitos culturales, y que heterosexuales y homosexuales formen un grupo homogéneo, donde la identidad y prácticas sexuales no cobren importancia.

Ana Cecilia Calle, editora.
Es cierto que hay poca literatura colombiana de temática lésbica. Menciono algunos ejemplos: el despertar sexual de Juliana en Juliana los mira, de Evelio Rosero; el conjuro del deseo en “Ciruelas para Tomasa” de Marvel Moreno; el deseo de la profesora por su estudiante en Después de todo de Piedad Bonnett; Las andariegas de Albalucía Ángel o la destinataria de Las cuitas de Carlota de Helena Araújo. Pero es difícil decir que estas personajes son lesbianas. Su deseo hace parte de algo que no entienden bien, que las supera. Es pasajero, producto del sueño o del trance. Porque las referencias son vagas y escasas. Las lesbianas son menos visibles que otras letras del lgbti: hay más literatura gay que lésbica, quizá porque sus vidas se tejen por fuera del círculo del deseo dominante, el masculino. En un país como Colombia, la autocensura o censura social de la exploración del deseo femenino es más alta que en otros países: produce frases como “dos mujeres en un catre no son nada”. O hace que el deseo por otra mujer sea difícil de concebir y manifestar. Es más fácil callarlo. Los personajes literarios datan de los últimos treinta años, lo que significa más visibilidad e interés. Hay crónicas y entrevistas, pero nos cuesta dar el salto a la ficción.

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