Especial de Memoria

Cuatro. Jardines Resistentes de Vida. Medellín, Antioquia

“El hip–hop es calle, pero debajo de la calle está la tierra”. Así lo explica El A.K.A., rapero, activista y coordinador de Agroarte, un colectivo que desde los barrios deprimidos de Medellín combina el hip–hop, el arte, la memoria y la agricultura.

Centro Nacional de Memoria Histórica
24 de septiembre de 2014
Medellín. El A.K.A., rapero y activista, coordina los ‘Jardines resistentes de vida’ en las comunas de Medellín con el fin de mantener unida a la comunidad a través de la siembra.

Para él, la violencia, la pobreza y el abandono del gobierno solo pueden entenderse desde la tierra, y solo desde a tierra se pueden superar. 

Hace seis años, en doce lugares de la comuna 13, doce sitios en los que por una u otra razón la violencia dejó sus huellas y sembró miedo, Agroarte comenzó a hacer ‘Jardines resistentes de vida’, una iniciativa para mantener a la comunidad unida a través de la siembra. Primero se sembró, luego se cantó, porque allí la agricultura va de la mano del hip hop. Son, después de todo, las expresiones culturales que más naturalmente se dan en las comunas. Con los jardines, donde se siembran hortalizas, plantas aromáticas y de jardín, la comunidad lentamente se fue apropiando de esos sitios que desde siempre habían sido suyos y allí se empezaron a contar las historias que por miedo habían callado.

Las comunas de Medellín fueron pobladas inicialmente por desplazados del oriente antioqueño y Urabá. Cada familia trajo su dolor, por supuesto, pero también trajo su agricultura. Hoy, los descendientes de esos desplazados, que siguen sufriendo esencialmente la misma violencia, se reencuentran con sus antepasados en los jardines de Agroarte. El olor de la tierra o el aroma de una planta traen recuerdos involuntarios de las tierras perdidas. Durante las siembras se encuentran también los vecinos que durante años se ignoraron mutuamente y terminan intercambiando sus plantas, sus historias.

En una sociedad que no es ni completamente urbana ni completamente rural, la única manera de cerrar las heridas de la guerra es en la siembra. De ahí vienen todos sus dolores, de tenerla o no, de perderla y no poder volver a ella. Ahí, en la tierra de la huerta comunitaria, como en la del cementerio, no hay buenos ni malos. Lo único que hay es la tierra en la que se ha sembrado violencia y, con el trabajo arduo de la comunidad que no deja que se olvide, de la que brota la vida.

 El próximo 16 de octubre se celebran los doce años de la operación Orión, la brutal incursión militar que El A.K.A. y su gente tratan de no olvidar. Habrá un performance en el que se enterrarán 300 personas vivas de toda la ciudad. Se hablará de la operación, de sus muertos y desaparecidos. Luego, en la misma tierra, sembrarán un jardín comunitario que servirá de escenario para grupos de hip–hop que recordarán y seguirán recordando a su manera, con su música y sus plantas.

 Se cuentan y se cantan historias de todas nuestras violencias, la bipartidista, la de la guerrilla, la de los paramilitares, la de la operación Orión, la de las bacrim, la de aquellas que no tienen nombre ni abreviaciones, pero aun así duelen.

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Gonzalo Sánchez G.*Director del Centro Nacional de Memoria Histórica