Feria Internacional del Libro de Bogotá
La primera vez
Se dice que la Feria del Libro de Bogotá tiene apenas 24 años de existencia. Pero no fue la primera feria de libros que exisitió en el país. Sí, este pudo haber sido un país de lectores: en aquel momento las cifras eran sorprendentes.
Es difícil comprender por qué la Feria Internacional del Libro de Bogotá es tan visitada si el bogotano promedio lee menos de tres libros al año. Pero resulta más fácil comprenderlo si pensamos que estos tres libros son comprados en este evento. La feria que se realiza sagradamente cada año y en la que participan grandes editoriales, escritores, distribuidores e intelectuales, sucede desde hace venticinco años, cuando el 29 de abril de 1988 un grupo de profesionales, todos relacionados con el quehacer del libro, se reunieron en la capital colombiana para llevar a cabo esta iniciativa.
En la primera Feria Internacional del Libro, que abrió sus puertas tímidamente durante diez días, participaron quince países y once universidades. Durante esta larga semana se realizaron homenajes a los escritores Elisa Mujica, Matilde Espinosa de Pérez, Héctor Rojas Erazo y Guillermo Payán; se llevaron a cabo conferencias, musicales y exposiciones, todos dedicados a los cuatrocientos cincuenta años de la fundación de Bogotá; se instaló un pabellón de arte en el que se expusieron obras de artistas como Negret, Grau, Manzur y Caballero; los editores hicieron rebajas del 10 por ciento en los libros, y asistieron más de trescientos escritores colombianos (!) y veinticuatro extranjeros. Uno de los mayores acontecimientos fue la aparición en la feria de María Kodama, viuda de Jorge Luis Borges, quien dio una charla sobre la universalidad en la obra del escritor argentino y dio prestigio al evento, que recibió más de trescientos mil visitantes.
Pero el verdadero origen de una feria de libros en Bogotá se remonta a la Feria Popular del Libro que realizó en octubre de 1936 el entonces alcalde de la ciudad, Jorge Eliécer Gaitán. La inauguración se celebró con un discurso muy aplaudido en el patio del Palacio de la Gobernación de Cundinamarca y la feria se llevó a cabo entre el 3 y 7 de octubre, en los patios de varios edificios emblemáticos de la época: el Claustro de Santo Domingo (que desafortunadamente fue reemplazado en 1941 por el adefesio del Edificio Murillo Toro); el Palacio Municipal –o Edificio Liévano–, el Capitolio, el Palacio de Justicia (donde hoy queda el café Juan Valdés de la Calle 11 con carrera 6ª), el Palacio de la Gobernación de Cundinamarca (Palacio San Francisco), el Pasaje Rufino Cuervo (un edificio que quedaba en la carrera Séptima con Avenida Jiménez costado suroccidental), el Terraza Pasteur, el edificio del Banco de la República (el mismo Edificio Pedro A. López en el que funciona actualmente el Ministerio de Agricultura), y en las estaciones de los ferrocarriles.
La Feria Popular del Libro promovió la venta y compra de textos, y se enfocó en la divulgación de medidas sobre higiene habitacional y aseo personal, llevando hasta los barrios obreros bibliotecas ambulantes con libros, revistas y periódicos, así como conferencias y charlas educativas en las que jóvenes estudiantes de letras, medicina y otras carreras enseñaron a la audiencia la importancia de la lectura y de las medidas sanitarias.
Con la colaboración de la Dirección Nacional de Bellas Artes, la Alcaldía presentó varios conciertos y creó en las bibliotecas de las escuelas un depósito con libros donados. Jorge Gaitán Ayala permitió la venta de libros en la calle, donde se hicieron descuentos del 20, 30 y 40 por ciento para que los compradores –principalmente estudiantes, quienes más visitaron la feria– pudieran adquirir los libros. Las publicaciones más solicitadas y consultadas fueron las relacionadas con la política, el derecho, la historia y la literatura, pero las más vendidas fueron las novelas románticas, las revistas extranjeras y los libros de marxismo. Se vendieron aproximadamente treinta y cinco mil volúmenes, lo que resulta aún sorprendente, pues al parecer ha sido la feria en la que más títulos se han vendido con respecto al número de habitantes de la ciudad, que por entonces apenas sobrepasaba los trescientos mil. Finalmente, la Feria Popular del Libro cerró sus puertas el 7 de octubre a las diez de la noche con una conferencia del entonces director de la Biblioteca Nacional, Daniel Samper Ortega, y un discurso del secretario de gobierno del municipio, Roberto Salazar Ferro.
Debido a su éxito, la feria se continuó llevando a cabo de manera más o menos regular, así como las conferencias y demás actividades de orden académico o intelectual. Inspiró las Ferias Nacionales del Libro que, como dice el historiador Renán Silva, se empezaron a organizar desde 1940, casualmente el mismo año que Gaitán ocupó el Ministerio de Educación, y que sorprendieron por su alto número de ventas y gran afluencia. Prueba de ello es una fotografía de 1947 publicada en el periódico El Siglo en la que es posible observar el espectáculo de una bailarina de danza hindú “ante la nutridísima concurrencia” que se instaló en una tarima especialmente construida cerca de la iglesia de San Agustín, con motivo de la feria.
Desde entonces los libros han sido protagonistas en la escena cultural de Bogotá, a pesar de que en las veinticinco ferias internacionales el número de visitantes no ha aumentado considerablemente: en 1988 asistieron poco más de trescientas mil personas cuando la ciudad contaba con algo menos de cinco millones de habitantes, y en el 2012 cuando la ciudad contaba con cerca de ocho millones de personas, cuatrocientos mil personas la visitaron. Y no olvidemos que la cifra récord fue registrada el viernes 27 de abril del último año, cuando más de sesenta y cuatro mil personas ingresaron a la feria, justo el día en que la entrada fue gratuita a partir de las seis de la tarde. La Feria Internacional del Libro de Bogotá, una de las más significativas de América Latina, sigue siendo uno de los eventos más importantes que se presenta en la capital de un país que no lee pero al menos una vez al año hace el esfuerzo.