Del drama a la novela

El silencioso poder de las mujeres

Dramaturga de profesión, novelista por vocación, la inglesa Nell Leyshon es una de las voces más sugestivas de la Feria. Su novela 'Del color de la leche' ha dejado sin aliento a cientos de lectores por su domesticidad y poder evocador.

Catalina Holguín Jaramillo* Bogotá
22 de abril de 2014
Nell Leyshon

Veo a Nell Leyshon con un saco de lana a rayas y el pelo rojizo, cortado a los hombros, bien peinado. Está en la cocina de su casa y yo, por virtud de la conexión de Skype, la acompaño en la preparación de su cena. Viene a Colombia para la Feria del Libro y sí, está interesada en hablar de su trabajo como novelista y dramaturga, pero también quiere saber cómo es el clima de Bogotá, qué se come por acá, cómo son los mercados, cómo es la Feria, qué hay para ver. Nell Leyshon no es la clase de persona que acapare una conversación con un monólogo erudito. Le gusta hablar, habla pensando. Igualmente su obra, compuesta por tres novelas y cerca de veinte obras de teatro para radio y el escenario, revela una similar afinidad con el diálogo. Leyshon es como Alice Munro: un peso pesado de la profundidad psicológica y emocional que se esconde tras un aparente manto de tranquilidad doméstica. Con sus obras de teatro ha ganado importantes premios y con Bedlam, una obra de teatro situada en un manicomio londinense de principios de siglo XIX, se convirtió en la primera mujer de la historia que escribe una obra de teatro para The Globe, el legendario teatro de Shakespeare.

Su más reciente novela, Del color de la leche, es una novela íntima, de textura oral, y el escenario no abarca más que una cocina, dos casas y un par de parcelas en la Inglaterra de principios de 1830. Mary, la protagonista y narradora, es una joven campesina de quince años aguda y tozuda, que aprende a leer y a escribir con la Biblia. Pero este aprendizaje viene a un costo muy alto que ella registra en un lenguaje recién aprendido, con la urgencia de quien sabe que solo tiene una oportunidad en la vida para contar su historia.

La novela es compacta y efectiva. Son pocos los personajes y acciones, y la historia se cuenta casi que exclusivamente a partir de diálogos. Sin duda, la trayectoria en dramaturgia de Leyshon define su uso económico del lenguaje y la profundidad de sus personajes. En esta entrevista o, más bien, esta conversación a distancia, hablamos sobre su trabajo como novelista, el oficio de la dramaturgia y la importancia de la palabra.

¿De dónde nace la idea para Del color de la leche?

Fue en un taller de la Compañía Real de Shakespeare. Iban a realizar una serie de obras de teatro sobre la Biblia del Rey Jacobo. Como sabes, es un texto precioso, escrito en inglés isabelino. Mi idea era contar la historia de una niña que aprende a leer con la Biblia. Para mí, su aprendizaje siempre haría parte de un intercambio: puedes aprender a leer y escribir solamente si entregas esto. Creo que así es como las mujeres han obtenido su poder, por medio de intercambios muy difíciles. Pero entonces no hicieron las obras de teatro y yo me quedé con mi idea. Hasta que descubrí que podía convertirla en una novela, y fue un momento muy emocionante. Es como si algo llevara cocinándose por mucho tiempo en mi cabeza, y por eso escribí muy rápido el primer borrador.

¿Qué tan rápido?

Me da vergüenza confesarlo. Tres semanas. Fue muy extraño. Llevaba mi portátil a todos lados. Cocinaba y escribía al mismo tiempo, todo el día. Estaba obsesionada. No creo que me vuelva a suceder algo así.

Me llama la atención que sea dramaturga y novelista. ¿Cómo mantiene esa doble identidad?

No es muy común hacer ambas cosas. No entiendo por qué no hay más escritores así. Creo que es porque los dramaturgos que conozco son muy sociables, tienen experiencia en dirección o como actores, están muy metidos en el mundo del teatro, y creo que ni se les ocurre leer o escribir una novela. Y aunque su trabajo se basa en el lenguaje, necesitan ver el lenguaje parado en dos pies, en tres dimensiones. A mí no me pasa eso. Los dramaturgos son muy extrovertidos y los novelistas, en cambio, son lo opuesto. Son introvertidos. A mí me pasan las dos cosas, me gusta esconderme entre libros pero también me gusta la gente. Creo que el teatro es muy dinámico y la narrativa es contemplativa.

Leí que es la primera mujer en la historia en haber escrito una obra de teatro comisionada para The Globe. ¿Por qué tardó tanto tiempo una mujer en lograr esto?

Es verdad, soy la primera mujer en lograrlo, pero The Globe no lleva en pie tanto tiempo. Una parte de mí piensa: The Globe se quemó a mediados del siglo XVII y en ese entonces era ilegal que una mujer apareciera en el escenario, ni hablar de escribir una obra. El teatro solo se reconstruyó hace unos veinte años y su propósito original era presentar únicamente obras de Shakespeare. Pero luego cayeron en cuenta que podían hacer producciones nuevas. Y les pidieron obras de teatro a mujeres, pero yo fui la única que aceptó.

¿Y tuvo libertad total?

Sí, pero escribir para The Globe no es nada fácil y como dramaturgos no estamos entrenados para hacerlo. Estamos entrenados a escribir obras pequeñas, íntimas, por asuntos económicos del montaje. Mis obras son muy intensas e íntimas y de escala menor. Pero esta obra, Bedlam, la escribí para veintidós personajes. Además, The Globe está construido como una plaza de toros, caben al menos mil quinientas personas, y entras a ese lugar y es como entrar al Coliseo. Es muy intimidante.

¿Qué siente al ver una obra suya puesta en escena?

Es impactante la transición de estar en tu estudio, sola, a estar en teatro, donde todo es abierto. Tu trabajo está siendo expuesto en público. Es horrible. Con una novela, pues el lector se sienta y la lee a solas. Pero con el teatro, si la gente no se ríe de algo que tú creías que era divertido, no puedes decirte “Es que no lo entendieron”. No puedes, porque el problema es tuyo. Creo que esto también tiene que ver con la diferencia entre novelistas y dramaturgos que te mencionaba. Ser dramaturgo es más parecido a ser un actor. Además, sales de tu casa y trabajas con otra gente. Eso me gusta.

Volviendo a su rol de novelista, creo que una de las fortalezas de Del color de la leche es la manera como construye personajes por medio del diálogo. ¿Cree que esa economía del lenguaje viene de su lado dramatúrgico?

La economía del lenguaje es algo interesante. Creo que siempre he escrito así, no sé de donde me sale eso y no es una afectación. Simplemente, no entiendo por qué los escritores escriben y escriben y escriben. “¡Ya dijiste lo que querías decir!”, me digo. Es como una forma de autocomplacencia, y no creo que los escritores se den cuenta lo inteligentes que son los lectores. Cuando leo un libro, me gusta tener un rol como lectora, quiero tener algo que hacer. Si me vas a decir todo, ¿entonces qué hago yo? Me gusta que el lector trabaje.

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