Mario Vargas Llosa, entre casa
“Pensé que iba a tener una vida de mucha limitación”
El apartamento de Vargas Llosa, en el barrio de Barranco, en Lima, se ha convertido en los últimos meses en un lugar de peregrinación. El nobel sigue pensando que lo más importante de su vida está en sus libros. Una entrevista íntima con Arcadia antes de llegar a la FILBo.
Mientras el fotógrafo y yo subíamos seis pisos en el ascensor que nos llevaría a encontrarnos con Mario Vargas Llosa –el escritor puntal del boom latinoamericano, el excandidato presidencial derrotado, el sartrecillo valiente, Zavalita, el premio nobel de literatura 2010–, pensaba en cómo nos recibiría. Recordaba que hacía poco le había escuchado decir -elegantemente- que detestaba las entrevistas y que luchaba por lo que él llama “defender su tiempo”. ¿Con qué cara uno le impide al novelista más importante de la lengua castellana en la actualidad seguir ejerciendo su labor? Ya arriba, en la morada del héroe (nombre provisional tomado de La ciudad y los perros, su primera novela), un amplio departamento en el distrito costero de Barranco, frente al mar de Lima, las dudas se despejaron con el cálido abrazo del atardecer que entraba de lleno a la terraza donde nos iba a recibir. Antes de ese lugar, a la derecha, está una oficina llena de papeles, libros y cosas que se serán donados a su casa-museo en Arequipa. A la izquierda, su imponente biblioteca, con miles de ejemplares. Vargas Llosa apareció al instante y lo primero que hizo fue aterrizar la imagen que tenía de él con un apretón no muy fuerte pero firme y amable. “¡No me digas! ¿Treinta restaurantes peruanos en Bogotá? Qué divertido, es una colonización, prácticamente”, bromeó comentando las incursión de la gastronomía peruana en la FILBo y en la ciudad.
Lituma, don Rigoberto, doña Lucrecia, Fonchito. Ahora Felícito Yanaqué. Ellos le dan vida al El héroe discreto, su última novela, un compendio de su obra, un repaso por sus cincuenta años de carrera.
¿Lituma es, quizá, su personaje más querido?
Pues al menos es uno de los más antiguos. Aparece en los primeros cuentos que escribí y siempre he sentido que nunca lo había agotado totalmente, que daba más de sí en las historias en las que aparecía. Es un personaje por el que siento mucho cariño pero es más bien menor, secundario. Una persona más bien insignificante, diríamos, pero al mismo tiempo de buena entraña, que tiene un sentido de la verdad y la justicia. Siempre he sentido mucha simpatía por él. Por otra parte, me parece muy representativo de lo que es el hombre común y corriente.
Mario Vargas Llosa conversará este 30 de abril en la feria con Juan Gabriel Vásquez
La novela lo rescata a él y a otros personajes memorables de su obra. ¿Esa fue la intención?
La idea inicial de la novela fue la de contar la historia de un empresario de origen humilde que un día es chantajeado por una mafia local y que se resiste a aceptar el chantaje e incluso lo desafía poniendo un aviso en un periódico local diciendo que no va a pagar los cupos que le piden. Y no era una idea original ya que la oí en una radio, era algo que había ocurrido en Trujillo. Yo pasé la historia a Piura porque es un lugar que conozco más. Como me ha ocurrido en otras novelas, de pronto, cuando empecé a trabajar, sentí la necesidad de añadirle otra historia, establecer una especie de contrapunto, y así surgió la historia de don Rigoberto, que la tenía en la cabeza durante mucho tiempo.
¿Le suele pasar eso? ¿Que sus personajes se le cuelan en la escritura?
Me ha ocurrido eso siempre cuando escribo novelas. Se me va complicando, bifurcando la historia, y entonces me ocurre con mis personajes una cosa curiosa: algunos desaparecen con la historia en que aparecieron y otros me quedan dando vueltas y se muestran cuando tengo una historia en marcha, como ofreciéndose voluntarios. Es un proceso bastante misterioso para mí, ¿por qué unos personajes me quedan vivos en la memoria y por qué otros no?, la verdad que no sabría explicarlo.
¿Cuál es el sentido de El héroe discreto?
Es una novela –lo veo ahora más claro que cuando la estaba escribiendo- que quiere exaltar ese tipo de personajes que son más bien anónimos: el hombre común, que tiene un sentido justiciero, de decencia cívica, moral. No es el héroe de grandes hazañas épicas, sino el héroe discreto, que aparece apenas perdido entre la masa, pero que, sin embargo, representa unas virtudes cívicas que son las que dan a un país grandeza, decencia. Creo que Lituma es de la misma especie que Felícito Yanaqué, como de cierta forma don Ismael, el empresario que se casa con su sirvienta, que desafía la mentalidad del medio al que pertenece. No tenía muy claro eso cuando comencé a escribir, pero la intuición, que es muy importante para un escritor, me fue empujando por ahí.
¿Le falta la gran novela sobre Lituma?
Vamos a ver, quién sabe, pero probablemente Lituma no desaparezca todavía.
Cuando uno lee la novela es inevitable estremecerse con esa historia de extorsiones, algo tan común hoy día…
Ahora es una realidad, por desgracia, no solo en el Perú, sino en América Latina y en el mundo, la presencia de las mafias con gran influencia en la vida económica, la vida política. Es como una especie de Estado paralelo, de sociedad paralela, que tiene en algunos casos, especialmente cuando esa mafia está alimentada por el negocio del narcotráfico, gran poder económico y de destrucción de las instituciones. Ese fenómeno en los últimos años en el Perú ha crecido de manera extraordinaria.
¿Cómo describiría esta carrera de más de cincuenta años?
Bueno, hay que tener una distancia para eso. Yo estoy todavía en la carrera, ya no corriendo con tanta rapidez como cuando era más joven, pero ahí estoy, todavía no me he retirado, todavía estoy lleno de proyectos literarios. Para mí la literatura ha sido una gran aventura. Cada libro que he escrito, aparte de contar una historia, ha sido vivir una historia determinada durante una época, moverme en cierto medio, leer ciertas cosas, visitar ciertos lugares, y todas esas han sido experiencias muy enriquecedoras. Y tengo mucho más claras, digamos, a través de los libros que he escrito las cosas que he vivido, que si tratara de hacer una síntesis de mi vida prescindiendo de la literatura.
Cuando era joven, ¿soñó con todo lo que ha conseguido?
No, cuando comencé a escribir, la vida de un escritor peruano y latinoamericano era muy difícil, casi no había editoriales, era muy complicado editar un libro. Pensaba que iba a tener una vida de mucha limitación, de muchas dificultades para escribir, que era lo normal en esa época. Lo que nunca hubiera soñado es que en algún momento podía dedicarme solo a escribir. Eso era algo imposible cuando era joven, a menos que hubiera nacido rico, millonario. Eso ha ido saliendo de una manera sorprendente. En ese sentido sí, mi vida ha sido muy distinta de lo que he podido imaginar. He tenido mucha suerte.
Cortázar celebraba desde La casa verde su atrevimiento para usar nuevas técnicas. ¿Hay todavía espacio para innovar en la novela?
Creo que sí, yo creo que siempre habrá espacio porque la vida va cambiando y las técnicas tratan de mostrar justamente todas esas nuevas formas de vida o de conocimiento de la vida que se pueden volcar en una novela. En esos cambios justamente es donde nosotros necesitamos nuevas técnicas y nuevas formas de contar que expresen esas nuevas posibilidades, nuevas maneras de relacionarse.
¿Cree que la novela se pueda sostener con estos nuevos libros transmedia?
Bueno, no será novela ya, será otra cosa distinta. Creo que un fenómeno interesante es el de las series en la pequeña pantalla, en internet, que es una continuación los folletines del siglo XIX, las novelas por entrega. Hoy con el apoyo de la tecnología se ha creado un género nuevo que tiene un enorme impacto. Es audiovisual… Si eso va a reemplazar a la literatura… yo espero que no, espero que la literatura sobreviva y coexista con esas otras formas narrativas de nuestra actualidad. Creo que deberíamos hacer un esfuerzo para que la literatura no desapareciera, no fuera devorada por la cultura audiovisual de nuestro tiempo.
Cuando está fuera, ¿le entusiasma volver a Lima?
Me entusiasma pues tengo muchas cosas que extrañar en Lima: parte de mi familia, mi casa, mis libros, mis amigos, hay un paisaje que forma parte de mí, pero al mismo tiempo tengo parte de mi vida hecha en el extranjero. En realidad, me siento en mi casa donde esté, siempre que pueda escribir, leer, hacer las cosas que a mí me gustan.
¿Cree que la literatura peruana goza de buena salud?
Se necesita una perspectiva, pero sí hay indicios de que es un momento importante. Creo que nunca ha habido tantos escritores peruanos activos como hoy en día; cada vez surgen nuevos jóvenes que escriben novelas, cuentos, poesía, teatro; hay una efervescencia continua, y no solamente en Lima, también en provincia, donde hay una carencia es en publicaciones literarias, revistas. Antes la prensa tenía páginas de suplementos literarios de buen nivel, eso prácticamente ha desaparecido.
Hace poco vimos el fenómeno de Jeremías Gamboa, a quien algunos cuestionaron porque ya era famoso antes de haber lanzado su libro…
Tuve la suerte de leer su manuscrito [Contarlo todo, PRHM]. Creo no equivocarme si pienso que es una novela que va a quedar, es una novela ambiciosa y muy representativa de lo que es el Perú hoy. Creo que ha encontrado una historia, una manera de contar una historia tan cambiada de nuestros días. Creo que uno puede apostar por el futuro de Jeremías como un escritor importante que va a dejar una obra que va a contar. La obra ha sido muy controvertida, eso es bueno, es la mejor forma de argumentar que está viva.
¿Para cuándo tendremos su próxima obra?
He escrito una obra de teatro en la que he trabajado el último año, que se llama Los cuentos de la peste, que no es una adaptación del Decameron, de Bocaccio, pero sí está inspirada en este. Son unas historias de un grupo de jóvenes que escapan de Florencia, que está siendo arrasada por la peste, se enclaustran en un jardín y escapan a lo imaginario contando cuentos para huir de esa terrible realidad. La he terminado hace muy poco. Si todo sale como está proyectado debería estrenarse a fin de año en Madrid.
Cuándo termina una obra, ¿cuánto tiempo se demora para empezar la siguiente?
Procuro empezar inmediatamente. No me gusta ese vacío entre dos obras, para mí es angustioso. Procuro empezar aunque todavía esté muy impregnado de la obra en la que estaba trabajando, para evitar esa sensación un poco desagradable, muy desmoralizante, así que ya estoy trabajando en algo.
¿Todavía se pasea por librerías?
Sí, mucho, en el Perú es más complicado porque me reconoce la gente, pero voy mucho a librerías y compro muchos libros siempre, aunque sé que no tendré tiempo de leerlos todos. Un amigo mío decía que siempre hay más posibilidad de que leas un libro que tienes en tu biblioteca que si se ha quedado en la librería.
Si no es invadir su privacidad, ¿se puede saber por qué lleva ese parchecito en el rostro?
Me han operado de un tumorcito que tenía aquí, me lo han sacado. Ya me operaron de otro hace dos años, que tenía en la cabeza. Supongo que son productos de la vejez, me imagino.
¿Está bien de salud?
De salud estoy muy bien, tocaré madera. Aunque hago muchas cosas tengo una vida bastante disciplinada mientras puedo, todavía hago mis caminatas y las voy a hacer hasta el último día [ríe], aunque sea arrastrándome. Yo comienzo muy tempranito, duermo muy pocas horas, generalmente me despierto a las 5 a.m., leo, hago ejercicios, y después camino siempre una hora, desde que hay luz. Comienzo el trabajo del día a esa hora; preparo mi trabajo, sé sobre lo que voy a escribir. Ese tiempo es muy importante para mí.
* Lima. Periodista de El Comercio